El
matador de Murcia cuaja su mejor faena en Madrid pero pierde el triunfo por la
espada y da una clamorosa vuelta al ruedo; miurada muy floja y sin poder; Marco
Galán, herido en el escroto.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Foto: EFE
De repente, como por azar, el destino propuso un
pacto diabólico a Miura con la voz de Al Pacino: "Si quieres salvar la
tarde véndeme el alma de 'Injuriado'. La única condición es que deberás
renunciar a tu estirpe porque a tu toro le voy a insuflar el alma de lo que tus
partidarios llaman con desprecio el toro comercial. Y le voy a hacer embestir
como si fuera un juampedro de los tiempos pastueño con goterones de Algarra y
una humillación hace tiempo olvidada en Zahariche. ¿Aceptas?".
Al rato salió 'Injuriado' como cuarto con el poder
contado y el temple en su galope. Rafaelillo le tiró una larga cambiada de
rodillas. Y participó como invitado del pacto con el diablo. Como si se lo
hubiese soplado al oído, brindó al público el espíritu santo del miureño
cárdeno y pesado. Y penitente abrió su mejor faena en Madrid. Rafael Rubio gozó
con la mano izquierda arrastrada, por abajo, despacioso y a cámara lenta,
desencuadernado de cintura, roto atrás. Rafaelillo, hecho para la guerra, se
sentía torero por un día y no gladiador. Sentía su manera de interpretar el
toreo y Madrid rugía dominical y bochornosa. No sé quién dijo una boutade en el
tendido sobre la estética y, claro, hubo que aclararle conceptos gráficamente:
"Y si mi madre hubiera tenido manillar, habría sido una bicicleta y no mi madre".
Rafaelillo remataba a veces con pases del
desprecio, otras con cambios de mano, otras con naturales desmayados y en un
pase de pecho 'Injuriado' se acordó de Miura y le prendió sin herirlo, pues ahí
apareció el diablo para recordar el pacto. Un desplante volcó la plaza antes de
a cuerpo limpio volver a descararse con la felicidad en el rostro. El triunfo
grande habitaba en la espada, pero la espada no fue. Y Rafaelillo dio una
vuelta al ruedo rotunda entre lágrimas de emoción.
Una formidable bronca se había desatado cuando
apenas habían pasado 20 minutos de las siete en punto de la tarde. Un miura
agalgado de hermosa cabeza y nulas fuerzas y la obcecación del presidente
Martínez encendieron los ánimos de la plaza, encabritada como nunca en 31 días
con sus noches. El miureño se había dado dos vueltas completas al ruedo, tan
abanto y a su bola. El capote de Rafaelillo lo arrolló sin el más mínimo atisbo
de humillar, y antes siquiera de la primera vara se sintió su temblor de
extremidades. Ya cuando abandonó el peto la criatura de Zahariche se aflojaba
de las cuatro patas. Don Julio seguía en su trono reposado como el tequila. Y
cambió el tercio. Ardió Troya. Nada para la inflamación del incendio cuando el
miureño literalmente se derrumbó en la muleta de Rafael. Una ruina dinamitada.
Abrevió el matador como mediador en la gresca, que siguió a la muerte del toro.
Apareció el siguiente toro de Miura con hechuras
ensilladas, altísimo hasta asomarse por encima de las tablas, largo como un
tren... Sin carbón en la locomotora. Perdió la manos antes de llegar al capote de
Javier Castaño, que abandonó la nave al verse venir la ola. El estribo sonó en
varas con los cabezazos y en banderillas la gente quiso ver cosas que no
ocurrieron. Galán lidia en la escuela de Martín Recio de correr hacia atrás los
toros sin asentar jamás las zapatillas para ver de verdad un toro. O hacerlo
ver como no es. Y Otero, que se ha cuajado en importante rehiletero, no tuvo su
mejor actuación -un par traserísimo y otro pescuecero- como para desmonterarse
ante los clamores de los tendidos domingueros.
Castaño agarró la muleta y ofreció pronto la
izquierda para obtener una embestida (sic) por encima del palillo. Al menos
pasaba. Por el derecho ni eso. A Javier le salvaba la falta de poder del
cárdeno.
Más o menos como el quinto, que hirió a Marco
Galán cuando se quedó en la cara al reunirse con las banderillas y el miureño.
De un certero derrote le trituró la bolsa escrotal, y de otro sin puntería le atravesó
la armadura de la chaquetilla como si fuese de seda. Un milagro que no fuese a
más. Pasó a la enfermería por su propio pie con las partes desgarradas entres
las manos.
Ni los 624 del tercero aportaban potencia. Ni
motor. Qué tristeza de apoyos en los cuartos traseros. Desde los galopes
iniciales. Serafín Marín quiso sacarle por naturales el aire que apuntaba. Pero
la escasa vida del miura no decía nada.
El último de la miurada no fue mal toro sin
alcanzar a 'Injuriado'. Serafín lo trató bien, generoso en la media distancia,
sin que calase su labor incomprendida y mutilada por el uso de la espada. El
miura se había rajado antes de morir.
NOTA: Preocupante el declive de las ganaderías que
en los 90 protagonizaban hazañas toristas con Victorino Martín en su apogeo
como sempiterno colofón. Aquellas semanas últimas como días de gloria se han
marchitado; estos siete días de ibanes, pablorromeros, adolfos, cuadris y
miuras han sido un puntillazo que no debe acabar con la idea de la semana
torista, que tiene su público. Y mucho.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 7 de
junio de 2015. Trigésimo primera corrida, última de feria. Lleno.
Toros de Miura, serios con las hechuras de la casa, alguno como 1º y 2º de
escaso trapío; sin fuerza en general ni poder, faltos de casta y bravura;
destacaron el pastueño y humillador 4º, especialmente por el izquierdo, y el
noble 6º sin terminar de descolgar.
Rafaelillo, rosa y oro. Pinchazo y media pescuecera
(silencio). En el cuarto, dos pinchazos y estocada. Aviso (vuelta al ruedo).
Javier
Castaño, de blanco y oro.
Pinchazo, estocada y descabello. Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo,
pinchazo hondo y descabello (silencio).
Serafín
Marín, de purísima y oro.
Pinchazo y estocada honda y caida (silencio). En el sexto, tres pinchazos,
estocada baja y dos descabellos. Aviso (silencio).
PARTE
MÉDICO - MARCOS
GALÁN: Herida por asta de
toro en escroto, que produce contusión y evisceración de testículo izquierdo.
Puntazo corrido en la pierna izquierda. Contusiones y erosiones múltiples. Ha
sido intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros y
trasladado al Hospital San Francisco de Asís.
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