miércoles, 17 de junio de 2015

DESDE EL BARRIO: Ante todo, mucha calma

PACO AGUADO

"Ya están aquí", que diría la niña de la película. Tras las elecciones locales del pasado 24 de mayo, los partidos y agrupaciones políticas de obsesiva tendencia antitaurina han tocado poder gracias a la maquiavélica política de pactos que ha llevado a las minorías a hacerse con las presidencias o con la llave de gobierno de un buen número de autonomías y ayuntamientos españoles.

Y, por la manifiesta intención de prohibir o asfixiar sin ayudas la fiesta de los toros que reflejan en sus programas, la llegada a las instituciones locales de muchas de estas agrupaciones políticas y ciudadanas ha generado un creciente clima de inquietud entre las gentes del mundillo taurino. 

La opinión generalizada y temerosa coincide en que está al caer de manera inminente un ataque masivo contra el espectáculo, una vez que el Partido Popular, el autoproclamado "defensor de la Fiesta", ha sido desalojado de las poltronas como castigo a tantos años de corrupción y el Partido Socialista mantiene, por aquello de recuperar un poder pasajero a través de estos pactos suicidas, una postura de cínica ambigüedad con respecto a la materia.

Pero, como decía ese genial grupo punk y antitaurino llamado "Siniestro Total", "mantengamos, ante todo, mucha calma". Y esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los meses que van desde la primavera a la convocatoria de las próximas elecciones generales, porque las expectativas pueden mitigar mucho ese ansia de "aventuras" municipales.

Es cierto que, para empezar, el nuevo ayuntamiento de Sarria, en la Galicia profunda, se ha cargado ya el festejo taurino de junio, que en aquella autonomía era la única alternativa que quedaba a la boyante feria de Pontevedra y a la, ahora también en duda, de La Coruña.

También lo es que la feria de Ciudad Real está en el aire hasta ver cómo se pronuncia la nueva corporación de izquierdas y que todo apunta a que la toma del municipio por la corriente radical de moda acabará por declarar Palma de Mallorca como ciudad antitaurina… después de varias décadas de abandono del bello Coliseo Balear por parte de la casa Matilla.

Muy llamativo ha sido a su vez el hecho de que el representante del PSOE en Huesca haya tomado la vara de mando de la ciudad gracias a un pacto con la sucursal de Podemos que, como parte del precio a pagar, supuestamente le obligaría a "eliminar paulatinamente los festejos taurinos" de la capital del Alto Aragón.

El cada vez más atemorizado mundo del toro supone también que, aunque aún no haya ninguna manifestación oficial al respecto, la nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y sus concejales tuiteros le retirarán la ridícula ayuda de 60.000 euros a la Escuela de Tauromaquia de la capital de España, que podría así desaparecer una vez que hace un par de meses el gobierno autonómico del Partido Popular abandonara el consorcio que la administraba.

Y, del mismo modo, existe una gran incertidumbre por saber qué sucederá en las diputaciones provinciales de Valencia o Zaragoza, propietarias de dos de las más importantes plazas de toros del país, o en los ayuntamientos de Pamplona y Bilbao, una vez que, por el contrario, la plaza de Illumbe parece recuperada tras el desalojo de Bildu de los órganos de poder.

Sí, convienen esperar y no adelantar acontecimientos a falta, por ejemplo, de la reacción de las peñas recreativas que llenan media plaza oscense durante los festejos de San Lorenzo, es decir, de los propios paganos, porque parece que el sector taurino continúa haciendo el Tancredo ante una amenaza cada vez más evidente pero que se veía venir desde hace ya unos años.
Mejor será, de momento, mantener la calma, y comenzar a preparar una urgente y sólida defensa.

Y, sin caer en un histérico alarmismo, abrir un proceso de diálogo con los partidos emergentes, a los que hay que presentar cifras y argumentos contundentes para que cejen en la demagógica persecución del toreo, probablemente alentada por la financiación encubierta de entidades con rentables intereses en el negocio de esas mascotas sobre las que ya se están tomando en los nuevos ayuntamientos las primeras medidas de fomento.

Y hace falta volver a incidir ante estos supuestos progresistas de nueva generación en el carácter popular de un rito que los partidos de izquierdas de la transición política española, esos que hicieron tanto por recuperar las libertades que ahora ellos disfrutan, alentaron sin complejos desde las instituciones, hasta acabar con ese injusto estigma de espectáculo franquista que lo lastraba de cara a la sociedad.

El cinismo del PSOE y la ignorancia de estos jóvenes cachorros con extraños conceptos democráticos no puede ocultar el gusto por el toreo de tantos intelectuales y políticos de verdadera izquierda como tampoco puede servir para que la derecha se apropie injusta, indebida, gratuita y peligrosamente de la bandera de un espectáculo que no pertenece a ninguna tendencia política ni puede dejarse al albur de los bandazos electorales.

Así que, más que lamentarse ahora por la eliminación de ayudas municipales a la organización de festejos, tan lícitas como las concedidas a las programaciones musicales y culturales de cada fiesta patronal, mejor haría el sector taurino en exigir a sus "protectores" del Partido Popular una reducción de costes sociales y fiscales, que, contra toda lógica, suponen más del cincuenta por ciento de los gastos de producción del espectáculo.

Esos costes desmesurados, muy superiores a los de toros y toreros, son precisamente los que en muchos lugares hacen que esa "subvención" municipal sea imprescindible para poder organizar un festejo. Pero hasta ahora, cuando ya sí que viene el lobo, para las empresas era más cómodo dejarse llevar por la cómoda corriente y seguir trincando de los ayuntamientos horteras enriquecidos por el ladrillo que desaparecieron desde el mismo arranque de esta larga crisis. Porque aquellos barros vienen ahora estos lodos.

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