PACO AGUADO
"Ya están aquí", que diría la niña de la
película. Tras las elecciones locales del pasado 24 de mayo, los partidos y
agrupaciones políticas de obsesiva tendencia antitaurina han tocado poder
gracias a la maquiavélica política de pactos que ha llevado a las minorías a
hacerse con las presidencias o con la llave de gobierno de un buen número de
autonomías y ayuntamientos españoles.
Y, por la manifiesta intención de prohibir o
asfixiar sin ayudas la fiesta de los toros que reflejan en sus programas, la
llegada a las instituciones locales de muchas de estas agrupaciones políticas y
ciudadanas ha generado un creciente clima de inquietud entre las gentes del
mundillo taurino.
La opinión generalizada y temerosa coincide en que
está al caer de manera inminente un ataque masivo contra el espectáculo, una
vez que el Partido Popular, el autoproclamado "defensor de la
Fiesta", ha sido desalojado de las poltronas como castigo a tantos años de
corrupción y el Partido Socialista mantiene, por aquello de recuperar un poder
pasajero a través de estos pactos suicidas, una postura de cínica ambigüedad
con respecto a la materia.
Pero, como decía ese genial grupo punk y
antitaurino llamado "Siniestro Total", "mantengamos, ante todo,
mucha calma". Y esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en
los meses que van desde la primavera a la convocatoria de las próximas
elecciones generales, porque las expectativas pueden mitigar mucho ese ansia de
"aventuras" municipales.
Es cierto que, para empezar, el nuevo ayuntamiento
de Sarria, en la Galicia profunda, se ha cargado ya el festejo taurino de
junio, que en aquella autonomía era la única alternativa que quedaba a la
boyante feria de Pontevedra y a la, ahora también en duda, de La Coruña.
También lo es que la feria de Ciudad Real está en
el aire hasta ver cómo se pronuncia la nueva corporación de izquierdas y que
todo apunta a que la toma del municipio por la corriente radical de moda acabará
por declarar Palma de Mallorca como ciudad antitaurina… después de varias
décadas de abandono del bello Coliseo Balear por parte de la casa Matilla.
Muy llamativo ha sido a su vez el hecho de que el
representante del PSOE en Huesca haya tomado la vara de mando de la ciudad
gracias a un pacto con la sucursal de Podemos que, como parte del precio a
pagar, supuestamente le obligaría a "eliminar paulatinamente los festejos
taurinos" de la capital del Alto Aragón.
El cada vez más atemorizado mundo del toro supone
también que, aunque aún no haya ninguna manifestación oficial al respecto, la
nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y sus concejales tuiteros le
retirarán la ridícula ayuda de 60.000 euros a la Escuela de Tauromaquia de la
capital de España, que podría así desaparecer una vez que hace un par de meses
el gobierno autonómico del Partido Popular abandonara el consorcio que la
administraba.
Y, del mismo modo, existe una gran incertidumbre
por saber qué sucederá en las diputaciones provinciales de Valencia o Zaragoza,
propietarias de dos de las más importantes plazas de toros del país, o en los
ayuntamientos de Pamplona y Bilbao, una vez que, por el contrario, la plaza de
Illumbe parece recuperada tras el desalojo de Bildu de los órganos de poder.
Sí, convienen esperar y no adelantar
acontecimientos a falta, por ejemplo, de la reacción de las peñas recreativas
que llenan media plaza oscense durante los festejos de San Lorenzo, es decir,
de los propios paganos, porque parece que el sector taurino continúa haciendo
el Tancredo ante una amenaza cada vez más evidente pero que se veía venir desde
hace ya unos años.
Mejor será, de momento, mantener la calma, y
comenzar a preparar una urgente y sólida defensa.
Y, sin caer en un histérico alarmismo, abrir un
proceso de diálogo con los partidos emergentes, a los que hay que presentar
cifras y argumentos contundentes para que cejen en la demagógica persecución
del toreo, probablemente alentada por la financiación encubierta de entidades
con rentables intereses en el negocio de esas mascotas sobre las que ya se
están tomando en los nuevos ayuntamientos las primeras medidas de fomento.
Y hace falta volver a incidir ante estos supuestos
progresistas de nueva generación en el carácter popular de un rito que los
partidos de izquierdas de la transición política española, esos que hicieron
tanto por recuperar las libertades que ahora ellos disfrutan, alentaron sin
complejos desde las instituciones, hasta acabar con ese injusto estigma de
espectáculo franquista que lo lastraba de cara a la sociedad.
El cinismo del PSOE y la ignorancia de estos
jóvenes cachorros con extraños conceptos democráticos no puede ocultar el gusto
por el toreo de tantos intelectuales y políticos de verdadera izquierda como
tampoco puede servir para que la derecha se apropie injusta, indebida, gratuita
y peligrosamente de la bandera de un espectáculo que no pertenece a ninguna
tendencia política ni puede dejarse al albur de los bandazos electorales.
Así que, más que lamentarse ahora por la eliminación
de ayudas municipales a la organización de festejos, tan lícitas como las
concedidas a las programaciones musicales y culturales de cada fiesta patronal,
mejor haría el sector taurino en exigir a sus "protectores" del
Partido Popular una reducción de costes sociales y fiscales, que, contra toda
lógica, suponen más del cincuenta por ciento de los gastos de producción del
espectáculo.
Esos costes desmesurados, muy superiores a los de
toros y toreros, son precisamente los que en muchos lugares hacen que esa
"subvención" municipal sea imprescindible para poder organizar un
festejo. Pero hasta ahora, cuando ya sí que viene el lobo, para las empresas
era más cómodo dejarse llevar por la cómoda corriente y seguir trincando de los
ayuntamientos horteras enriquecidos por el ladrillo que desaparecieron desde el
mismo arranque de esta larga crisis. Porque aquellos barros vienen ahora estos
lodos.
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