En plaza llena y
soleada, el amoruchado juego de los
victorinos y la falta de ambición del Cid opacaron todo.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Foto: EFE
Hace dieciséis años, en
esta misma plaza me fijé por primera vez
en El Cid. Le había visto antes, incluso
esa misma tarde, pero sin memoria. Era
25 de mayo. Saltó el bravísimo cuarto
novillo de La Quinta y los quince minutos
que viví a continuación se convirtieron en uno de mis recuerdos indelebles.
De allí en adelante seguí
con ilusión la tortuosa carrera de ese
novillero larguirucho, añoso cuya
muleta, natural, apincelada y pura reclamaba el sitio cimero en el toreo de la época, que
su espada tardó tanto en dejarle
alcanzar.
Quinito II, le llevó
entonces a Colombia, más pobre que Lázaro.
Me lo presentó en el callejón de
Cañaveralejo un día de feria. Solo pudo
conseguirle una corrida en un pueblo montañero de Antioquia. Todo le fue muy duro. No
fue niñobonito.
Se curtió matando
victorinos. Las vueltas al ruedo de Las
Ventas, llorando frustraciones se
volvieron casi que su marca registrada. El día que Rincón abrió aquí por última vez la
puerta grande, El Cid bordó un faena
preciosa con un colorado de Alcurrucén y
volvió a pinchar. El bogotano declaró
que se emocionó viéndolo torear y que
hubiese preferido su salida en hombros
para él.
Pero como en los cuentos
infantiles, la verdad brilló, llegaron
los triunfos, la fama, el dinero, los
privilegios… el solaz del guerrero, y
comenzamos a extrañar el viejo y épico Cid. Hoy, en un gesto digno de su bizarro pasado,
volvió a la plaza y al hierro que lo encumbraron.
Retado por sí mismo; solo, con seis
“alimañas del Paleto”. Fuimos con
ilusión, por él, por nosotros y por el
toreo.
La bella tarde abrió con
reverencia y ovación al espada. Hora y
cuarenta y ocho minutos mas tarde cerró
con el hombre derrotado, cruzando el
ruedo sembrado de almohadillas bajo
estruendosa rechifla. ¿Qué pasó?
Una corrida pareja, en tipo,
pero de mala clase, mansurrona,
defensiva, e incierta, que manseó en
todos los tercios, fue demasiado para su falta
de ambiciones. Ni sombra del otro Cid. Este, inquieto, caminador, destemplado,
desligado, soso y sobre todo desganado,
estuvo siempre, igual que los
mansurrones victorinos, más a la
defensiva que al ataque. Las cuadrilla, a la altura, fatales. Solo se salva Tito Sandoval en la
última gran vara al sexto. Por lo demás,
apenas una virtud, la brevedad.
La apuesta era alta, un
relanzamiento de su carrera, si
triunfaba. Y si fracasaba, como sucedió…
¿Qué?
FICHA DE LA CORRIDA
Plaza de toros de Las Ventas, jueves 5 de junio 2015. 29ª de San Isidro. Sol y calor. Lleno. Seis
toros de Victorino Martín parejos,
vareados bien armados, mansurrones y
defensivos.
El Cid, silencio, silencio,
silencio, pitos, pitos y rechifla.
Incidencias: El 4° toro corneó
al banderillero David Saugar “Pirri” en la axila derecha a la
salida de un par.
Parte médico: Herida por asta de
toro en región axilar derecha, con trayectoria ascendente y hacia fuera de 15
cms que contunde paquete vasculonervioso axilar. Es intervenido quirúrgicamente
en la enfermería de la plaza de toros. Pasa a la Clínica San Francisco de Asís con
cargo a la fraternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario