Fernando Robleño encabeza el
esfuerzo no reconocido de Luis Miguel Encabo y Alberto Aguilar con una corrida
pesada, densa, complicada y sobre todo parada.
Alberto Aguilar |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
O el cartel se había confeccionado con la idea de reunir a
tres matadores curtidos en Madrid -lo que adquiere el mayor de los respetos- o
se había eleborado por estatura -lo cual requiere imaginación-: Luis Miguel
Encabo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar formaban el paseíllo más parejo de
todo San Isidro tirando por lo bajo. En época de toreros NBA, la talla molde de
Manolo González se añora. Claro que en la época de la sevillanía de MG, años
50, no se conocía un toro del volumen y la hondura del toro de Cuadri. Ni falta
que hacía.
Fernando Robleño para citar a aquel toro de 580 kilos tenía
que arquear un poco la figura para que cupiese entre la longitud de su brazo y
el cuerpo. No sé si el personal percibió todo lo que tragó Robleño. El cuadri
siempre anduvo con el freno de mano puesto, el ojo avizor y echaba la cara
entre las pezuñas con toda la incertidumbre que genera. FR de uno en uno
hilvanó y provocó las arrancadas al paso y a la voz para hacerlas romper hacia
delante. Y consiguió naturales notables tanto como derechazos que tapaban la
media altura de la embestida aparentemente obediente. Mejoró al toro todo lo
que planteó, un arma de doble filo a los ojos de Madrid. Demasiado tibia la
ovación para el torero tras el arrastre.
Si Robleño se dejó parte de la laringe para provocar las
repeticiones del cuadri, Encabo casi quedó afónico con el hondo y primer
marmolillo de bárbara badana que tan generosamente lidió. El reflejo de la
plata del terno de Luis Miguel potenciaba las canas de sabia veteranía. Ligero
con las banderillas como si no hubieran transcurrido 20 años, pasaba con la
muleta el pitón contrario en busca de lo imposible. Plomo en la sangre.
A Alberto Aguilar el suyo, un punto más alto y más largo, le
duró exactamente dos series con la mano derecha en las que el toro de cuadri,
el tercero ya, colocaba la cara en plano de avión en pos de la muleta. Y ya se
acabó. Aguilar insistió. Incluso intentó la izquierda, por donde todo lo más
que consiguió fue un amago que le convenció para ir a por la espada. Tres
pinchazos y se echó encogido el muerto.
Encabo volvió a estar suelto y resuelto con el capote en una
saludo de verónicas airosas y una media muy torera con el inmenso y castaño
cuarto. Quisieron lucirlo en el caballo y aquello acabó como el rosario de la
aurora, descabalgado el picador y el toro entero con todo su volumen a cuestas.
Ángel Otero puso un par magistral. El cuadri, como todos, apretó hacia los
adentros. Un rurún de expectación para el siguiente encuentro. Pero el toro
esperó y pegó un cabezazo que desarmo a Otero de los palos. Cambiado el tercio
y con el orgullo tocado, pidió permiso para otro par que se quedó en un sola
banderilla.
A Luis Miguel Encabo le quedaba la papeleta. El toro
tardeaba pero cuando atacaba lo hacía con todo y repetía a lo bruto. La figura
del torero como la Torre de Pisa para que entrase la mole. A mí así el toreo se
me antoja muy difícil por pura física. Por la izquierda sucedió ídem de lo
mismo. Algún iluso pretendería que se echase el toro a la cadera... De siempre
lo de don Celestino Cuadri fue de faenas cortas. La quinta tanda nunca llegó
porque el encastado toro se puso a hacer hilo ya desengañado de la muleta. La
estocada asomó por el costillar y Encabo se encasquilló con el descabello.
Aplaudieron mucho al toro en el arrastre.
La densidad de la pesada tarde, porque ciertamente pesaba,
se amplió cuando el cinqueño quinto derribó y hubo que desnudar al caballo, o
dejarle en ridículas enaguas, para convencerle de que debía levantarse. El
viejo cuadri embistió mal y Robleño de nuevo sacó redaños y profesionalidad
hasta que se quedó sin enemigo. No se valoró su esfuerzo, afeado por una
estocada baja. Seria feria la suya.
Fernando Robleño |
Un comportamiento calcado el del último en el tercio de
banderillas, amagado a la espera. Y en la muleta de Alberto Aguilar más de lo
mismo. A la defensiva. No se sabe qué le vio para brindarlo. Le tiró ganchos
como Foreman. Peso pesado de guardia cruzada. Para matar los sintió silbar
Aguilar el mentón.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Martes, 2 de junio de 2015. Vigésimo sexta de
feria. Menos de tres cuartos de entrada.
Toros de Cuadri, muy serios,
voluminosos, tremendamente hondos; parados los tres primeros; el encastado y
tremendo 4º se quedó sin picar y atacó con todo cuatro series nos más; el
cinqueño 5º embistió con mal estilo hasta pararse; a la defensiva el anclado
6º.
Luis Miguel Encabo, de purísima y plata. Estocada algo
atravesada (palmas). En el cuarto, estocada que hace guardia y seis
descabellos. Aviso (silencio).
Fernando Robleño, de tabaco y oro. Estocada atravesada.
Aviso (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada baja (silencio).
Alberto Aguilar, de azul añil y oro. Tres pinchazos y se
echa (silencio). En el sexto, pinchazo, media estocada y varios descabellos
(silencio).
Luis Miguel Encabo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario