jueves, 7 de mayo de 2020

San Mateo, dehesa heroica

Divisa prócer
Debuta en la “San Marcos” de Aguascalientes, el 25 de diciembre de 1906, con los ibéricos Ricardo Torres “Bombita” y Fermín Muñoz “Corchaíto”

ADIEL ARMANDO BOLIO
Especial para VUELTA AL RUEDO

De una manera muy personal, con su peculiar estilo, el escritor don Agustín Linares García, en su obra sesentera, “Los Toros en España y México”, describe así la historia de la que es considerada como la ganadería prócer de nuestro campo bravo, la célebre dehesa de San Mateo, la de la afamada divisa en rosa y blanco.

“Las ocho letras que integran las dos palabras de San Mateo, encierran para la historia taurina de México tradición, solera y prestigio.

Rústicas, pero ricas Haciendas de Pozo Hondo y San Mateo, fundada ésta por el Conde de igual nombre, distantes entre sí 180 kilómetros, se levantaron durante los siglos XVII y XVIII, en el estado de Zacatecas. Al correr del tiempo y contando con buenos pastos, San Mateo se pobló con infinidad de ganado caballar, mular, cabrío, lanar y vacuno.

A principios del año 1899, se seleccionó entre centenares de reses criollas las más aptas para la lidia, formando después la vacada don Antonio y don Julián Llaguno González, quienes en 1928 acordaron dividirla en dos partes, dando a la de don Julián el nombre de Torrecilla.

Al iniciarse San Mateo, los hermanos Llaguno González lidiaron toros en importantes plazas, decidiendo, con el fin de presentar sus reses, organizar una corrida en la plaza ‘San Marcos’ de Aguascalientes, el 25 de diciembre de 1906, con la actuación del diestro de Tomares (Sevilla), Ricardo Torres ‘Bombita’ y el cordobés Fermín Muñoz ‘Corchaíto’. El buen juego de las reses entusiasmó al torero que, gran amigo de los ganaderos, les animó a reformar su ganadería brava con la importación de vacas y sementales españoles. Llegando entonces a la península hizo gestiones con el Marqués de Saltillo y como consecuencia de su favorable acogida, envió a México, en 1908, dos remesas de 40 vacas y ocho sementales. Por tal motivo, fue desechado todo el ganado criollo que existía desde tiempo inmemorial.

En la Semana Santa de 1909, llegó don Antonio a Sevilla y se puso al habla con su íntimo ‘Bombita’ y con el Marqués de Saltillo para conseguir embarcar a México 10 erales y dos toretes, mismos que escogió personalmente entre lo mejor y más puro de la vacada. Aún volvió ‘Bombita’ a enviarle, al siguiente año, 10 vacas y dos toros de la misma procedencia.

Con la revolución mexicana, las fincas rústicas sufrieron serios descalabros, encontrando los saqueadores un lugar propicio en la vacada de San Mateo, de donde se llevaban, sacrificaban o vendían gran parte del ganado, entre el cual abundaba el puro y bravo que había dado ya excelentes crías.

Improvisados toreros, como vándalos, quisieron lidiar en la plaza de Valparaíso, Zacatecas, al famoso toro ‘Vidriero’, que con su fiereza y enorme bravura, no permitió que se le acercaran, siendo muerto a balazos en forma cobarde.

A qué extremo llegaría la destrucción de las turbas, que los señores Llaguno, para poner a salvo el ganado, decidieron llevarlo a lo más montañoso de la sierra, sin resultado, ya que hasta ahí era robado. Por ello, en su afán por conservar aquellos valiosos animales, los trasladaron varias veces, a distintos puntos, lo cual originó muertes en el becerraje por aquellas largas caminatas.

Señalo como dato curioso, que no sabiendo don Antonio cómo guardar lo poco que le quedaba, lo trajo, después de una gran odisea, a un corral de la colonia Santa María de la Ciudad de México, donde reconcentró cincuenta vacas y, en su domicilio, ubicado en la calle de Sadi Carnot, en la colonia San Rafael, dos becerras y dos toretes, naciendo además otro en una de las alcobas.

Parece increíble que lograran los señores Llaguno González, a base de afición y sacrificios, al entrar el país en relativa calma, rehacer la vacada, la cual pasó a ocupar en un corto lapso los primeros lugares entre las ganaderías de reses bravas de México.

La finca de San Mateo, afectada por los ejidatarios, en el año 1935, perdió gran cantidad de terreno. A causa de esto se pasaban los machos de un año a Pozo Hondo, en Villa de Cos, Zacatecas, en donde se contaba con un buen número de amplios potreros. Repartidos en las dos propiedades estaban 300 vacas de vientre y siete sementales, que constituían el pie de simiente de esta importante vacada, la que además gozaba de aguaje suficiente para las necesidades del campo.

Debido a nuevas dificultades de tipo agrarista, se vio obligado el señor Llaguno García, a trasladar el ganado a la Hacienda El Cuatro, en el municipio de Villa Jiménez, en el estado de Michoacán. La finca es preciosa y tiene una buena vegetación, lo que ha redundado en beneficio de la ganadería”.

A mediados de los años sesenta, en el siglo XX, -continúa Linares García- “se hace copropietario de dicha vacada, el conocido y popular empresario de la plaza de toros de Guadalajara, Jalisco, don Ignacio García Aceves”, quien por cierto en 1980,  junto con su hijo don Ignacio García Villaseñor, adquirieron por completo la dehesa de don José Antonio Llaguno García, hijo de don Antonio Llaguno González. Y al fallecer don Ignacio García Aceves el 30 de mayo de 1984, García Villaseñor se hace único propietario de San Mateo y desde 1981 llevó toda la dehesa al rancho El Cuadrado, en Valle de Guadalupe, Jalisco.

Continúa don Agustín: “En la actualidad (años sesenta del siglo XX), es muy limitado el número de corridas que lidia, pues prácticamente, esta famosa ganadería, se dedica más que nada, a vender sus buenos productos de crías, sirviendo de pie de simiente para la formación de otras vacadas”. /// Continuará…

DATO
La afamada finca de San Mateo, afectada por los ejidatarios, en el año 1935, perdió gran cantidad de terreno

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