Divisa
prócer
Debuta
en la “San Marcos” de Aguascalientes, el 25 de diciembre de 1906, con los
ibéricos Ricardo Torres “Bombita” y Fermín Muñoz “Corchaíto”
ADIEL
ARMANDO BOLIO
Especial
para VUELTA AL RUEDO
De una manera muy personal, con su peculiar
estilo, el escritor don Agustín Linares García, en su obra sesentera, “Los
Toros en España y México”, describe así la historia de la que es considerada
como la ganadería prócer de nuestro campo bravo, la célebre dehesa de San Mateo, la de la afamada divisa en rosa
y blanco.
“Las ocho letras que integran las dos palabras de
San Mateo, encierran para la historia taurina de México tradición, solera y
prestigio.
Rústicas, pero ricas Haciendas de Pozo Hondo y San
Mateo, fundada ésta por el Conde de igual nombre, distantes entre sí 180
kilómetros, se levantaron durante los siglos XVII y XVIII, en el estado de
Zacatecas. Al correr del tiempo y contando con buenos pastos, San Mateo se
pobló con infinidad de ganado caballar, mular, cabrío, lanar y vacuno.
A principios del año 1899, se seleccionó entre
centenares de reses criollas las más aptas para la lidia, formando después la
vacada don Antonio y don Julián Llaguno González, quienes en 1928 acordaron
dividirla en dos partes, dando a la de don Julián el nombre de Torrecilla.
Al iniciarse San Mateo, los hermanos Llaguno
González lidiaron toros en importantes plazas, decidiendo, con el fin de
presentar sus reses, organizar una corrida en la plaza ‘San Marcos’ de
Aguascalientes, el 25 de diciembre de 1906, con la actuación del diestro de
Tomares (Sevilla), Ricardo Torres ‘Bombita’ y el cordobés Fermín Muñoz ‘Corchaíto’.
El buen juego de las reses entusiasmó al torero que, gran amigo de los
ganaderos, les animó a reformar su ganadería brava con la importación de vacas
y sementales españoles. Llegando entonces a la península hizo gestiones con el
Marqués de Saltillo y como consecuencia de su favorable acogida, envió a
México, en 1908, dos remesas de 40 vacas y ocho sementales. Por tal motivo, fue
desechado todo el ganado criollo que existía desde tiempo inmemorial.
En la Semana Santa de 1909, llegó don Antonio a
Sevilla y se puso al habla con su íntimo ‘Bombita’ y con el Marqués de Saltillo
para conseguir embarcar a México 10 erales y dos toretes, mismos que escogió
personalmente entre lo mejor y más puro de la vacada. Aún volvió ‘Bombita’ a
enviarle, al siguiente año, 10 vacas y dos toros de la misma procedencia.
Con la revolución mexicana, las fincas rústicas
sufrieron serios descalabros, encontrando los saqueadores un lugar propicio en
la vacada de San Mateo, de donde se llevaban, sacrificaban o vendían gran parte
del ganado, entre el cual abundaba el puro y bravo que había dado ya excelentes
crías.
Improvisados toreros, como vándalos, quisieron
lidiar en la plaza de Valparaíso, Zacatecas, al famoso toro ‘Vidriero’, que con
su fiereza y enorme bravura, no permitió que se le acercaran, siendo muerto a
balazos en forma cobarde.
A qué extremo llegaría la destrucción de las
turbas, que los señores Llaguno, para poner a salvo el ganado, decidieron
llevarlo a lo más montañoso de la sierra, sin resultado, ya que hasta ahí era
robado. Por ello, en su afán por conservar aquellos valiosos animales, los
trasladaron varias veces, a distintos puntos, lo cual originó muertes en el
becerraje por aquellas largas caminatas.
Señalo como dato curioso, que no sabiendo don
Antonio cómo guardar lo poco que le quedaba, lo trajo, después de una gran
odisea, a un corral de la colonia Santa María de la Ciudad de México, donde
reconcentró cincuenta vacas y, en su domicilio, ubicado en la calle de Sadi
Carnot, en la colonia San Rafael, dos becerras y dos toretes, naciendo además
otro en una de las alcobas.
Parece increíble que lograran los señores Llaguno
González, a base de afición y sacrificios, al entrar el país en relativa calma,
rehacer la vacada, la cual pasó a ocupar en un corto lapso los primeros lugares
entre las ganaderías de reses bravas de México.
La finca de San Mateo, afectada por los
ejidatarios, en el año 1935, perdió gran cantidad de terreno. A causa de esto
se pasaban los machos de un año a Pozo Hondo, en Villa de Cos, Zacatecas, en
donde se contaba con un buen número de amplios potreros. Repartidos en las dos
propiedades estaban 300 vacas de vientre y siete sementales, que constituían el
pie de simiente de esta importante vacada, la que además gozaba de aguaje
suficiente para las necesidades del campo.
Debido a nuevas dificultades de tipo agrarista, se
vio obligado el señor Llaguno García, a trasladar el ganado a la Hacienda El
Cuatro, en el municipio de Villa Jiménez, en el estado de Michoacán. La finca
es preciosa y tiene una buena vegetación, lo que ha redundado en beneficio de
la ganadería”.
A mediados de los años sesenta, en el siglo XX,
-continúa Linares García- “se hace copropietario de dicha vacada, el conocido y
popular empresario de la plaza de toros de Guadalajara, Jalisco, don Ignacio
García Aceves”, quien por cierto en 1980,
junto con su hijo don Ignacio García Villaseñor, adquirieron por
completo la dehesa de don José Antonio Llaguno García, hijo de don Antonio
Llaguno González. Y al fallecer don Ignacio García Aceves el 30 de mayo de
1984, García Villaseñor se hace único propietario de San Mateo y desde 1981
llevó toda la dehesa al rancho El Cuadrado, en Valle de Guadalupe, Jalisco.
Continúa don Agustín: “En la actualidad (años
sesenta del siglo XX), es muy limitado el número de corridas que lidia, pues
prácticamente, esta famosa ganadería, se dedica más que nada, a vender sus
buenos productos de crías, sirviendo de pie de simiente para la formación de
otras vacadas”. /// Continuará…
DATO
La afamada finca de San Mateo, afectada por los ejidatarios,
en el año 1935, perdió gran cantidad de terreno
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