El
diestro de Gelves fue duramente atacado por el crítico Gregorio Corrochano
durante la temporada de 1919. Ése fue el germen remoto de su presencia en el
ruedo toledano.
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario
CORREO DE ANDALUCÍA
Joselito había concluido la temporada de 1919 sin
dejar de sufrir las feroces y continuadas críticas del encopetado cronista
Gregorio Corrochano, parapeteado detrás de su influyente tribuna del diario
ABC. El culmen de esa descarnada campaña difamatoria abanderada por el
periodista –que había nacido en Talavera de la Reina- se había firmado en
coincidencia con la feria de San Miguel de aquel año, que se desarrolló de
forma paralela y desdoblada entre el flamante coso de Eduardo Dato alentado por
Gallito y la vetusta plaza de la Maestranza, que había tomado a Belmonte como
primer actor.
Dos empresas operaban separada y antagónicamente
en el segundo año de vida de la brevísima Monumental. Fueron dos temporadas
paralelas y coincidentes en cada uno de los cosos de la ciudad mientras que las
dos estrellas más rutilantes del firmamento taurino –José y Juan- gravitaban en
uno y otro sin llegar a rozarse. Y con estas circunstancias, el crítico
toledano planteó alternar su presencia entre ambos cosos para cubrir el ciclo
septembrino aunque el día 28 se propuso estar presente en los dos escenarios
para presenciar las alternativas de Chicuelo y Juan Luis de la Rosa valiéndose
del automóvil del poeta, ganadero y aristócrata Fernando Villalón. La media
hora de diferencia en el comienzo de los dos festejos propició el empeño,
reflejado en las páginas de su periódico.
El patio de la casa de Belmonte...
Aquellas crónicas ‘sanmiguelinas’ redactadas por
Corrochano siguen sirviendo de certificado y resumen de la sorprendente –o no-
inquina volcada hacia Joselito que se unía a la creciente animadversión y
exigencia de los públicos, especialmente el de Madrid. José no había levantado
el pie del acelerador desde que era un niño; ni siquiera había osado parar una
larga temporada como su amigo y rival Juan Belmonte que con su ausencia en la
campaña de 1918 logró, de paso, elevar la expectación en torno a su figura
cuando reapareció al año siguiente. Mientras tanto, Corrochano había recrudecido
sus ataques a Gallito en coincidencia con la puesta en marcha de la traída y
llevada Monumental, a la que declaró una guerra sin cuartel adobada por la
polarización de la afición sevillana entre sus dos ases.
En medio de ese panorama, el influyente crítico
-desvela Paco Aguado en ‘El Rey de los toreros’- había querido jugar a hacer y
deshacer en los entresijos del toreo presionando a Ignacio Sánchez Mejías para
que se contratara en la Feria de Abril de aquel año en la plaza de la
Maestranza. En el fondo le estaba pidiendo que tomara partido. José, impulsor
de la Monumental, no tardó en enterarse del asunto y le afeó a Ignacio aquel
tanteo espetándole: “Me han dicho que vas a torear en el patio de la casa de Belmonte...”.
Ignacio abortó el asunto y se puso a las órdenes de Joselito y, por extensión,
del empresario de la nueva Monumental. Pero aquella frase traería cola.
Muchísima...
Hay que volver a los últimos días de septiembre de
1919, con Gregorio Corrochano pontificando entre las dos plazas de Sevilla: la
de la Maestranza y su detestada Monumental, no sabemos por sí mismo o como
testaferro de otros intereses. Una de las primeras andanadas del crítico de ABC
cayó sobre la estética del nuevo coso a la que comparaba con la belleza antigua
del circo del Baratillo. “...tomamos asiento en la Maestranza, la
plaza alegre, la plaza bonita. No quiero decir que no sea también buena la
plaza Monumental; pero es otra clase de belleza. La Maestranza tiene la lozanía
de una mujer joven; la Monumental siguiendo la misma relación, es una jamona,
una jamona guapa, pero... una jamona”. El ataque iba directo a la línea
de flotación del propio Joselito, decidido impulsor del recinto. Corrochano,
que se entregó sin ningún tipo de fisuras con Belmonte en esa feria, lanzó otro
torpedo a José al enjuiciar la corrida del día 29 de septiembre, en la que se
decantó por sentarse en el coso del Baratillo: “Mientras la Maestranza cuente
con Belmonte y Belmonte esté como hoy, la Maestranza será la verdadera plaza
Monumental de Sevilla. Mañana veremos si Gallito hace de la Monumental una
plaza tan agradable como la Maestranza, que mañana nos toca ir por allí”.
Y el patio de la casa de Joselito
Ese “mañana” era el 30 de septiembre de 1919,
última tarde de aquella doble feria de San Miguel que Corrochano optó por
concluir en la Monumental. Se trataba de una corrida organizada a beneficio del
Montepío de Toreros. Joselito, Varelito y Juan Luis de la Rosa estaban
anunciados para despachar un encierro de Gamero Cívico. José triunfó por todo lo
alto aquella tarde pero más allá del desarrollo estrictamente taurino del
festejo hay que detenerse en las nuevas perlas que Corrochano va engarzando en
su relato. ‘Joselito torea en el
patio de su casa’ fue el título de esa postrera crónica que evidenciaba
que Ignacio Sánchez Mejías, de una forma u otra, había ido con el cuento a su
amigo periodista...
El cronista seguía echando dinamita en los
cimientos de la Monumental y en el ánimo de Joselito al denunciar que “desde
que en Sevilla hay dos plazas de toros, no se puede ver torear en Sevilla”. El
crítico señalaba que “no es cuestión de partido; es cuestión de intereses, de
negocio, de propaganda...”. Pero el ínclito don Gregorio
–que ha pasado a la historia como uno de los santones de la crítica taurina-
seguía poniendo el punto de mira sobre José, recalcando que “aquello más que
plaza parece el patio de la casa de Gallito”. El cronista reincidía en la idea,
ironizando al señalar que “en este ambiente comprenderá el lector que
no es la Monumental de Sevilla la plaza más indicada para ver torear”.
Corrochano terminaba de desmelenar su inquina con José Gómez Ortega poniendo de
vuelta y media su faena a su primer enemigo: “Hay que ver lo que nos
divertimos los demás cuando Gallito, delante de aquel torito tonto de Gamero
Cívico, ensayaba las mismas posturas que delante del espejo de un sastre en día
de prueba”. No quedó ahí la cosa; el cronista, que afirmaba haberse
divertido mucho, escribió que “no ligó ni un pase, pero los trucos fueron
ligados maravillosamente; unas veces en pie, otras de rodillas, retorcido,
amanerado, con una afectación que es muy antiestética”. El periodista
aún tuvo sitio para hacerse eco de los resultados de la corrida celebrada al
mismo tiempo en la plaza de la Maestranza proclamando, sin verlo, que “Chicuelo
estuvo superior y consolidó su cartel”. Aún no había prendido la traca final: “En
la Monumental no hemos visto grandes cosas; pero sí hemos visto cosas muy
divertidas. Y como el caso es pasar el rato no podemos quejarnos”.
La relación con Joselito, que retiró la palabra a
su cuñado Ignacio varios meses, había terminado de saltar por los aires. (Continuará...)
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