Los
gobernantes, con su estrategia de ninguneo, nos han llevado a un rincón del
cuadrilátero y nos acorralan con la indiferencia. Piensan que caeremos. No
quieren ni conflicto armado ni gresca ni incomodidades mediáticas y hemos
aceptado la orden de la discreción como animal de compañía…
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
@JLBenlloch
@JLBenlloch
Redacción
APLAUSOS
Ni mentarnos. Sacan una nota de prensa de un
consejo de ministros que media España esperaba como agua de mayo (la otra
media, al borde de la desesperación, ya no espera nada o al menos nada
inteligible) y no mentan al toreo ni siquiera llamándole tauromaquia, que es la
fórmula que se dijo que implementaba mejor con la idea actual de cultura. Pero
ni por esas. Quedaba una esperanza, el BOE, pero nada. Al día siguiente, cuando
llevaron los acuerdos del consejo al diario oficial, seguíamos en las mismas:
ni rastro de la tauromaquia. Ni un guiño, ni a la tauromaquia ni al toreo ni
mucho menos a los toros o a los taurinos. Somos una entelequia. En sus bandos,
se hace saber, de orden de y bla, bla…, se permiten hablar de cultura, de artes
escénicas, de circo, de juegos… pero no mentan los toros, se avergüenzan. Nada
es gratuito. Con su estrategia de ninguneo nos han llevado a un rincón del
cuadrilátero y nos acorralan con la indiferencia. Piensan que caeremos. No
quieren conflicto armado ni gresca ni incomodidades mediáticas. Y si preguntas
en las altas esferas del sector (del nuestro) no hay respuesta o no va más allá
del off the record. Te encuentras con una especie de silencio de los corderos.
El mundo de la bravura, acobardado. Los tienen advertidos, me consta, ¡no
montéis líos que es mejor! Y no los montan. Les escucho y aceptas la discreción
como animal de compañía. Por si acaso, te dices. Luego sucede que los
resultados no se ven por ningún lado más allá de la palabrería formalista y vana
de los interlocutores que los jefazos echan por delante cuando se trata del
mundo del toro. Pensábamos (en principio) que el hecho de que nos recibiesen (a
los representantes de la tauromaquia) se debía entender como un buen síntoma y
lo celebrábamos como una victoria aunque siempre se echaba a faltar una foto,
una explicitación de que eran sinceros, la prueba definitiva de que existimos
en los despachos gubernamentales. A estas alturas y vistos los resultados de la
discreción como compañera de viaje, tal y como dice un amigo milito en el
escepticismo.
Conclusión: está bien una estrategia de templanza,
que se piensen y se midan las acciones para no alejarse en exceso de los
acuerdos, pero el temor no vale de nada, ni siquiera dignifica. Así que la
demora en ser atendidos (la figura no deja de tener tintes caciquiles)
exaspera, desilusiona, mosquea y supongo que llegará el momento en que rebele.
Si para entonces no es tarde…
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