jueves, 7 de mayo de 2020

LA PÁGINA DE MANOLO MOLÉS - Mucho ruido y pocas nueces

MANOLO MOLÉS
@ManoloMoles
Redacción APLAUSOS

Creo que la mayoría de los políticos que nos mandan no son, ni debieron ser en tiempo de aprendizaje, ninguna lumbrera. La diferencia de escuchar a alguien que conoce en profundidad el tema al que se dedica y un político que suelta su doctrina cargada de banalidades es estratosférica. Los ves en la televisión a diario, hablan horas y horas, responden a las preguntas, y te quedas como estabas. Se trata de aparentar que haces muchas cosas pero que no resuelves ninguna.

Yo me paso muchas horas en este largo confinamiento escuchándoles en la televisión y de tanta verborrea no he aprendido nada. Supongo que tú tampoco. Todos los días a todas horas hay ruedas de prensa. Joder: basta con que salga alguien y en media hora nos diga la verdad, lo que interesa, y no esta tonta verborrea de mucho ruido y pocas nueces.
Lo único que está claro aquí es que la pandemia es una realidad dura y jodida que se lleva por delante a miles y miles de ciudadanos. Viene un pájaro, se lo come un chino y la pandemia es universal. Ante esto, como dice Víctor Manuel, “soy un corazón tendido al sol”. Al sol de tanta falta de respuesta.

La diferencia de escuchar a alguien que conoce en profundidad el tema al que se dedica y un político que suelta su doctrina cargada de banalidades es estratosférica. Los ves en la televisión a diario, hablan horas y horas, responden a las preguntas, y te quedas como estabas. Se trata de aparentar que haces muchas cosas pero que no resuelves ninguna

Y así vamos. Llega el lumbrera de turno y dice: “¿Los toros? Ahora le doy el remedio". Y la boutade es gloriosa, de premio Nobel, de mal estudiante al que hay que obligar a repetir curso. Anoten: “En una plaza de toros habrá una persona por cada 9 metros cuadrados”. Éste no aprendió matemáticas. Si hacemos caso al lumbrera resulta que con esa norma y distancia caben en la plaza de Las Ventas -con aforo de 24.000 personas-, atención, 1.000 personas. Mil personas. En qué cabeza cabe. O el tío tiene muy mala leche o éste todavía tiene pendientes las matemáticas de cuando iba a párvulos.

El coronavirus político no es fácil de combatir. Pero en estas desgracias la mente atrofiada se despierta ante la perfecta entrevista de Benlloch a tres empresarios taurinos fuertes: Simón Casas, Ramón Valencia y Alberto García. Hay frases de una sensatez total. Simón dice: “Matar un toro a puerta cerrada cabe entre profesionales. Pero en una pantalla de televisión, no. Sería darle armas a los antis. Lo que legitima la muerte del toro es el fervor popular, lo que transforma la muerte del toro en un sacrificio ritual es la presencia del público”. Además, sigue Simón, “cómo coño se puede dar una corrida sin el ole, que, por cierto, tiene una etimología árabe que significa Alá, Dios, y es que la divinidad tiene que estar presente en la lidia o pierde la esencia. Hay tres actores en la Fiesta: el toro, el torero y el público”.

Rotundas fueron las palabras de Ramón Valencia: “Que los políticos nos hayan puesto esos nueve metros imposibles quiere decirnos que “no hagan ustedes toros ni nada”. Y añade: “En la Fiesta hay un triunvirato intocable: toro, torero y público”. Si falta uno de los tres, se pierde la esencia”. Alberto García, que va camino de ser un futurible de los grandes, trabajador y con las ideas claras, añade: “Estoy en contra de un espectáculo sin público. Es una parte fundamental y esencial de la liturgia taurina”. Se entiende mejor a los taurinos que a los políticos. José Luis Benlloch cerró un reportaje con aires de futuro.

Oído el disparate de los nueve metros cuadrados, en una plaza de 24.000 personas podrían entrar sólo 1.000. ¿Te imaginas esa foto de mil tíos diseminados en la inmensidad de Las Ventas? Al que se le ocurrió esto deberían de darle el Premio Nobel. Y revisarle el sueldo, claro…

Oído el disparate de los nueve metros cuadrados, Rafael García Garrido, coempresario de Las Ventas junto a Simón Casas, mandó a sus huestes a ver cuántos aficionados cabían con esta norma del lumbrera de turno. En una plaza de 24.000 personas podrían entrar sólo 1.000. ¿Te imaginas esa foto de mil tíos diseminados en la inmensidad de Las Ventas? Al que se le ocurrió esto deberían de darle el Premio Nobel. Y revisarle el sueldo, claro…

La luz del Mediterráneo iluminó a Benlloch. Indagó y frente a la diáspora de los políticos, la voz de los empresarios, que hablaron con claridad de los discursos de Castelar. Por si no le conocen y piensan que es un novillero, Emilio Castelar fue un políticos, historiador, periodista y presidente del poder ejecutivo en la Primera República, que arrancó en 1873. Dicen que hablaba mucho pero que se le entendía perfectamente. Entonces no valdría para político en la actualidad…

Una última cosa: el perfecto reportaje de Benlloch a los tres empresarios es un motivo más para llamarle mestre. Ya estamos en pleno mayo. Dicen que era el mes de las flores… qué lástima.

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