El
debutante mexicano sale a hombros con el único buen ejemplar de la
decepcionante novillada de Pincha.
ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Madrid
«Carrera, encierro, apartado y, naturalmente, la
corrida de la tarde a las seis y media de la tarde. La proverbial puntualidad
en fiestas de Pamplona, donde, sin que apenas se sienta, todo funciona con el
ritmo de las tripas de un reloj de péndulo». A Barquerito siempre hay que
volver. Como a Pamplona. La exactitud de las cosas más mundanas -el almuerzo y
la merienda- hecha tradición entre «la larga liturgia» de los días. Es también
clásica ya la novillada del 5 de julio desde 1999. Antes del 99 se programaba
el 6, la fecha del chupinazo que libera a las blancas peñas como una marea de
etílica espuma.
La plaza sin peñas respiraba paz no exenta de
ambiente: una magnífica entrada arropaba a las promesas. Repetía la ganadería
navarra de Pincha. Que estrenó la tarde noche con un novillo contrahecho, sin
cuello y sin cara. Geniudo para más inri. Completa la cosita. Francisco de
Manuel resolvió -menos con el acero- con firmeza y oficio su cada vez más
complicada condición. Y en ese mismo aire pero con otras hechuras -tampoco
bonitas ni armónicas- desarrolló el altón segundo, bravucón en el caballo, de
pésimo y agrio estilo. La media verónica a pies juntos de Antonio Grande como
respuesta a un ajustado quite de Diego San Román fue lo más limpio de su lidia:
la tormenta de cabezazos enganchó casi siempre la muleta. Difícil y
desagradecida papeleta para Grande.
Respiró la novillada a través del cuello del
zancudo tercero. Que trajo la humillación. Una fantástica noticia para un
torero de suerte negra y valor contrastado que necesitaba uno bueno para
demostrar los quilates que nacen de su plomada. Pesa el toreo de San Román, de
poderosa mano baja y colocación auténtica. Dos tandas ligadas con su derecha
embrocada y una con su izquierda templada -un par de cambios de mano
desembocaron en inacabables circulares- explotaron y rindieron la buena
condición del utrero. Que duró eso no más. Cerró el debutante mexicano
oportunamente la faena y culminó con un espadazo. La presidencia se entregó al
fervor del paisanaje con la vuelta para el novillo; antes le había abierto la
puerta grande a DSR con alegre contundencia. Como aquí se pagan las rondas.
No embistió dos veces igual el más bajo cuarto.
Que cambiaba velocidad y ritmo y aminoraba, por dentro, la entrega. De Manuel
se justificó sobradamente -volteretón incluido-, pero se atascó con el
descabello. Mató muy bien, sin embargo, Antonio Grande al derrengado y
bondadoso quinto. Como tampoco las había en el desfondado sexto. Que cerró la
decepcionante novillada de Pincha: San Román se pegó un arrimón sin espada
antes de irse en volandas. Atrás quedaba la estela del peso de su toreo.
PINCHA - Francisco de Manuel, Antonio
Grande y Diego San Román
Monumental de Pamplona. Viernes, 5 de julio
de 2019. Primera de feria. Tres cuartos.
Novillos de Pincha desiguales y feotes; malos 1º y 2º; bueno pero sin final el
3º; cambiante y a peor el 4º; derrengado el bondadoso 5º; desfondado el 6º.
Francisco
de Manuel, de sangre de toro y oro.
Dos pinchazos y estocada contraria (aplausos). En el cuarto, estocada
defectuosa y varios descabellos. Aviso (silencio).
Antonio
Grande, de blanco y oro. Estocada
caída (silencio). En el quinto, estocada (saludos).
Diego
San Román, de azul pavo y oro.
Estocada (dos orejas). En el sexto, tres pinchazos y estocada (silencio). Salió
a hombros.
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