martes, 15 de agosto de 2017

SEMANA GRANDE EN SAN SEBASTIAN –ULTIMA CORRIDA: Golpe real de Perera con "Arpón"


ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna

Por tercer año consecutivo, el Rey Don Juan Carlos asistió a los toros en San Sebastián. Desde que se reinauguró Illumbe no ha fallado a la cita. Y la Infanta Elena tampoco. Una ovación unánime rindió honores a su presencia, que seguirá la ruta taurina del Norte hasta Bilbao.

A la altura de la expectación de la cita del día de la Virgen y sobre el nivel de la presión de sustituir a Manzanares, voló Miguel Ángel Perera. En su mano, el toro de la corrida de Garcigrande, versión Domingo Hernández. «Arpón» derrochó bravura por todos sus hermanos, humillación desde su elástico cuello -¡ay, las hechuras!-, ritmo en sus repeticiones, especialmente por el pitón derecho.

Perera dibujó lances con cadencia y empaque. Ni Miguel Ángel ni Juli pasan por estetas del capote y lo bien que torearon ayer a la verónica. Era una acotación. En el haber de MAP, una vez más, la apuesta por el toro en el caballo, la confianza en su poder, en su dominio. Muy entero quedó Arpón. Brindó al Rey y se dispuso labrar la faena del tributo. La distancia concedida, la muleta planchada, la ligazón maciza. Encajado, acinturado y hundido Miguel Ángel; y el toro, espléndido en su codicia, en su forma de estirarse, en su manera de hacerlo. Crujía Illumbe como las embestidas bajo el mando del extremeño, exigente y a la vez generoso en las distancias. La música reverberaba como los oles en la cúpula del trueno. La cosa no fluyó igual al natural. Otro son en Arpón, distinto manejo quizá. El paso perdido tampoco fue la tecla. El diapasón volvió a subir a los cielos en el regreso al lado diestro y cabal. Una eclosión de redondos colosales. Y las luquecinas que explosionaron en el perímetro de un adoquín. Bramaba la plaza. Un solo pinchazo se interpuso en el camino de la puerta grande. La oreja fue de verdadera ley. Ante la plana mayor de la Comisión de Bilbao, cabizbaja por el hueco de Morante, el golpe de Perera cobraba real importancia.

En la coda del sexteto de Justo Hernández se concentró la parte mollar. Alejandro Talavante gozó de un buen sexto que se fue apagando entre las rayas, donde transcurrió la faena. Pero duró para que el disfrute de Talavante adquiriera una dimensión superior. Más allá del bien. Porque bien lo toreó al natural. Con esa sensación distinta a 2016 que mezcla suficiencia e indiferencia. Como si torease en el aire y al aire. En temporada tan cuesta arriba con la espada, Talavante cobró una estocada en perfecto volapié. Y con todo la pañolada no cuajó.

Tanto Perera como Talavante habían carecido de opciones en su anteriores turnos para desgracia de Garcigrande, que tampoco se lo puso fácil a su torero. Pero El Juli es mucho Juli en el conocimiento de todos los registros del hierro salmantino y a un tris se quedó de tocar pelo, esa expresión horrísona. Juli lleva un año admirable. Un toro cuajado y redondo, ancho de pechos y badanudo, acodado y cerrado de cara apuntó humillación en las verónicas de manos bajas. Hacía la curva del lance con prometedor empleo. Que duró la suerte de varas. Y puede que del segundo puyazo ya se soltase disimuladamente. Entre uno y otro encuentro con el caballo, una breve y grácil intervención: chicuelina, julina y revolera. Nada más principiar la faena por alto, el garcigrande volvió grupas hacia la querencia. Juli lo sacó de nuevo a los medios y allí lo sujetó con la fibra que empapaba la embestida. Largo el trazo y el gobierno por abajo. Pero cuando ofreció la izquierda el toro amagó otra vez con su rajada condición. El mismo camino recorrido. Idéntico afán de sujeción. Buscándole las vueltas y revueltas ahora. A la tercera fuga ya no regresaría de las tablas en los terrenos de chiqueros. Allí Julián lo apuró. La resolución del espadazo sobre la misma boca de riego constituyó otro acierto. La petición se frenó en el límite. Y el saludo en el tercio se antojó comedido y señorial.

Todos los méritos brotaron de la cabeza privilegiada del Juli también con el pegajoso y andarín cuarto. Como los toques precisos, la construcción de la faena y la sabiduría técnica. Su empeño y su ambición obtuvieron su eco. El descabello lastró la recompensa.

GARCIGRANDE | El Juli, Miguel Ángel Perera y Talavante
Toros de Garcigrande (1º, 2º y 6º) y Domingo Hernández, de diferentes hechuras y remates; notable el bravo 5º, especialmente por el derecho; bueno pero a menos el 6º; rajado y huidizo el 1º; pegajoso y andarín el 4º; geniudo y sin humillar el 2º; parado y soltando la cara el 3º.
El Juli, de azul añil y oro. Espadazo. Aviso (petición y saludos). En el cuarto, media estocada pasada y cuatro descabellos. Aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro. Media trasera (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (oreja).
Alejandro Talavante, de verde hoja y oro. Pinchazo, estocada honda y atravesada y descabello (silencio). En el sexto, estocada (petición y saludos).
Plaza de Illumbe. Martes, 15 de agosto de 2017. Última de feria. Tres cuartos de entrada.

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