ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Por tercer año consecutivo, el Rey Don Juan Carlos asistió a
los toros en San Sebastián. Desde que se reinauguró Illumbe no ha fallado a la
cita. Y la Infanta Elena tampoco. Una ovación unánime rindió honores a su
presencia, que seguirá la ruta taurina del Norte hasta Bilbao.
A la altura de la expectación de la cita del día de la
Virgen y sobre el nivel de la presión de sustituir a Manzanares, voló Miguel
Ángel Perera. En su mano, el toro de la corrida de Garcigrande, versión Domingo
Hernández. «Arpón» derrochó bravura por todos sus hermanos, humillación desde
su elástico cuello -¡ay, las hechuras!-, ritmo en sus repeticiones,
especialmente por el pitón derecho.
Perera dibujó lances con cadencia y empaque. Ni Miguel Ángel
ni Juli pasan por estetas del capote y lo bien que torearon ayer a la verónica.
Era una acotación. En el haber de MAP, una vez más, la apuesta por el toro en
el caballo, la confianza en su poder, en su dominio. Muy entero quedó Arpón.
Brindó al Rey y se dispuso labrar la faena del tributo. La distancia concedida,
la muleta planchada, la ligazón maciza. Encajado, acinturado y hundido Miguel
Ángel; y el toro, espléndido en su codicia, en su forma de estirarse, en su
manera de hacerlo. Crujía Illumbe como las embestidas bajo el mando del
extremeño, exigente y a la vez generoso en las distancias. La música
reverberaba como los oles en la cúpula del trueno. La cosa no fluyó igual al natural.
Otro son en Arpón, distinto manejo quizá. El paso perdido tampoco fue la tecla.
El diapasón volvió a subir a los cielos en el regreso al lado diestro y cabal.
Una eclosión de redondos colosales. Y las luquecinas que explosionaron en el
perímetro de un adoquín. Bramaba la plaza. Un solo pinchazo se interpuso en el
camino de la puerta grande. La oreja fue de verdadera ley. Ante la plana mayor
de la Comisión de Bilbao, cabizbaja por el hueco de Morante, el golpe de Perera
cobraba real importancia.
En la coda del sexteto de Justo Hernández se concentró la
parte mollar. Alejandro Talavante gozó de un buen sexto que se fue apagando
entre las rayas, donde transcurrió la faena. Pero duró para que el disfrute de
Talavante adquiriera una dimensión superior. Más allá del bien. Porque bien lo
toreó al natural. Con esa sensación distinta a 2016 que mezcla suficiencia e
indiferencia. Como si torease en el aire y al aire. En temporada tan cuesta
arriba con la espada, Talavante cobró una estocada en perfecto volapié. Y con
todo la pañolada no cuajó.
Tanto Perera como Talavante habían carecido de opciones en
su anteriores turnos para desgracia de Garcigrande, que tampoco se lo puso
fácil a su torero. Pero El Juli es mucho Juli en el conocimiento de todos los
registros del hierro salmantino y a un tris se quedó de tocar pelo, esa
expresión horrísona. Juli lleva un año admirable. Un toro cuajado y redondo,
ancho de pechos y badanudo, acodado y cerrado de cara apuntó humillación en las
verónicas de manos bajas. Hacía la curva del lance con prometedor empleo. Que
duró la suerte de varas. Y puede que del segundo puyazo ya se soltase
disimuladamente. Entre uno y otro encuentro con el caballo, una breve y grácil
intervención: chicuelina, julina y revolera. Nada más principiar la faena por
alto, el garcigrande volvió grupas hacia la querencia. Juli lo sacó de nuevo a
los medios y allí lo sujetó con la fibra que empapaba la embestida. Largo el
trazo y el gobierno por abajo. Pero cuando ofreció la izquierda el toro amagó
otra vez con su rajada condición. El mismo camino recorrido. Idéntico afán de
sujeción. Buscándole las vueltas y revueltas ahora. A la tercera fuga ya no
regresaría de las tablas en los terrenos de chiqueros. Allí Julián lo apuró. La
resolución del espadazo sobre la misma boca de riego constituyó otro acierto.
La petición se frenó en el límite. Y el saludo en el tercio se antojó comedido
y señorial.
Todos los méritos brotaron de la cabeza privilegiada del
Juli también con el pegajoso y andarín cuarto. Como los toques precisos, la
construcción de la faena y la sabiduría técnica. Su empeño y su ambición
obtuvieron su eco. El descabello lastró la recompensa.
GARCIGRANDE | El Juli, Miguel Ángel Perera y Talavante
Toros de Garcigrande (1º, 2º
y 6º) y Domingo Hernández, de
diferentes hechuras y remates; notable el bravo 5º, especialmente por el derecho;
bueno pero a menos el 6º; rajado y huidizo el 1º; pegajoso y andarín el 4º;
geniudo y sin humillar el 2º; parado y soltando la cara el 3º.
El Juli, de azul añil y oro. Espadazo. Aviso
(petición y saludos). En el cuarto, media estocada pasada y cuatro descabellos.
Aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro. Media trasera
(silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (oreja).
Alejandro Talavante, de verde hoja y oro. Pinchazo, estocada
honda y atravesada y descabello (silencio). En el sexto, estocada (petición y
saludos).
Plaza de Illumbe. Martes, 15 de agosto de 2017. Última de feria. Tres
cuartos de entrada.
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