miércoles, 23 de agosto de 2017

ASTE NAGUSIA 2017 – TERCERA CORRIDA: Roca Rey remonta el vuelo sobre la categoría de «Impresor»

El peruano cae de pie en su presentación en Bilbao con un gran toro de Jandilla y corta una oreja a cada uno de su lote.
 
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid

La expectación alcanzó la entrada más notable de las Corridas Generales hasta la fecha. Juli es mucho Juli en Bilbao; Roca Rey se presentaba -aunque el debut fue en el festival de junio-; y Miguel Ángel Perera sustituía en justicia al retirado Morante. El azul de las localidades vacías rebajó considerablemente su desagradable presencia. Como reflejo, la intensidad de ese otro azul de la divisa de Jandilla. ¿O es idéntica la tonalidad?

La movilidad mal entendida caracterizó al castaño jandilla desde que acometió el capote de El Juli: la cara suelta, los derrotes, el genio. Sus bajas hechuras, sus estrechas sienes y su armonía prometían otra historia. No corrigió ninguno de sus defectos en la muleta. Es más: los incrementó por el pitón izquierdo con afilado peligro. Las astifinas puntas por encima del palillo como dagas voladoras. Juli quiso darle ritmo y matar el muletazo por abajo para evitar los tornillazos. Ni una cosa ni la otra en series que concluían meritoriamente limpias. Llamó el torero la atención al callejón cuando el toro se distrajo con las inquietudes del burladero. Volvió a suceder al atacar el volapié. La estocada quedó a medias, perpendicular y caída de la cruz.

Como hermano gemelo del primero parecía el segundo. También tocado arriba de pitones. Otro comportamiento pero la misma falta de humillación. De otro modo por la ausencia de poder. Menos aristas cortantes en su obediencia a la vez. Miguel Ángel Perera entró en un puesto que merecía. La remontada del año y los últimos triunfos apuntalaban la sustitución. Perera conjugó la distancia con las pausas entre series. Y en ellas, las alturas. Sin apretar nunca en los derechazos. Primaba el temple en el largo trazo. A pesar de todas las ayudas, el jandilla no respondió al natural. Sonó la hora de la ofensiva definitiva: la quietud pererista a ultranza en los circulares invertidos, en las trenzas y los ochos. Un arrimón de ley. El pinchazo quebrantó la convicción; la estocada rinconera ató el reconocimiento de la ovación como premio de consolación.

Un espadazo de órdago catapultó el debut de Roca Rey en Bilbao. De la rotundidad de la suerte, rodó el enfibrado jabonero. El volapié en sí mismo valió la oreja. Como la vieja norma dictaba. El jandilla había humillado como ninguno de los anteriores. A los vuelos pero sin salirse de ellos. Roca Rey arrancó por cambiados y por alto y tiró de la noble embestida luego para prolongar hasta donde no daba. Para sacarle el punto más a la repetición que se quedaba encima. El entonado nivel, no más, estalló en la empuñadura de su acero. Que ya está escrito.

Juli le puso todo, o casi, al negro, altón, hondo y feote cuarto de trémulos apoyos. Fernando Pérez escapó de milagro cuando a la salida de su par cayó a merced. De la ciencia julista nacieron el tacto, el trato y la paciencia. Pulso y sitio para afianzar al jandilla, que se lo agradeció. Lo cosió a la muleta y le extrajo el fondo boyante que escondía. Metiendo en coordinada sintonía al toro y a la plaza en la faena. Por una y otra mano la espera. Afinada la izquierda, serena la derecha. La suavidad como clave para romper aquello hacia delante. Vista Alegre se entregó a tanta entrega como una sola voz. Un extenso invento del Juli. El aviso como reglamentario recordatorio. Cuando se presentía la gloria, la espada renegó como Pedro. Tres veces. La ovación bajó por los tendidos como una rotunda catarata de exaltación.

El galope del quinto en banderillas atisbaba la casta añorada. Javier Ambel majó dos pares vistosísimos. Miguel Ángel Perera y Roca Rey ya habían rivalizado en quites. Por chicuelinas y caleserinas, respectivamente. El ritmo trepidante lo sostuvo el jandilla sólo en el principio de faena. Sin terminar de descolgar. De los explosivos péndulos pasó MAP a su poderosa mano diestra. La raza prometida del toro desapareció en tres series. Si no antes. El diapasón se encogió como la anatomía del bruto. Que además a izquierdas descolgó aún menos. La firmeza de Perera derivó en tesón estéril. Un recado presidencial. De nuevo pinchó con escasa fe. Una sola vez no impidió que Bilbao le empujase al tercio.

Para cerrar el último capítulo, Jandilla reservaba el toro de la corrida. Impresor respondió con categoría. Por abajo todo, la hondura, la calidad, la bravura de verdad. Roca Rey volvió a volar alto en una faena de creciente acople e intensidad. Los estatuarios como punto de partida. La derecha embrocada como fundamento que tardó alguna ronda que otra en aflorar; la figura aplomada, acinturada, rota y a más. Impresor sellaba hasta el final el toreo del peruano, que vuelve a ser él. El pulso también regresará a la izquierda. Tiempo al tiempo. Si no agarra hueso, caen las dos orejas. Una de enorme peso le relanza.

JANDILLA | El Juli, Perera y Roca Rey
Toros de Jandilla, serios en sus diferentes hechuras; extraordinario el 6º; humillador el noble 3º sin irse; desabrido de violento derrote el 1º; boyancón y a más el 4º; obediente sin descolgar el 2º; a menos el 5º de trepidante inicio.
El Juli, de gris perla y oro. Media estocada perpendicular y desprendida (silencio). En el cuarto, tres pinchazos, estocada rinconera y descabello. Aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de gris plomo y oro. Pinchazo y estocada desprendida (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada trasera. Aviso (saludos).
Roca Rey, de pizarra y oro. Gran estocada (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (oreja).
Plaza de Vista Alegre. Martes, 22 de agosto de 2017. Cuarta de feria. Tres cuartos de entrada.

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