KIKE ROSALES
@kikefutbol
Cuando estaba muy niño y mi mamá me llevó a ver el circuito
de la vuelta al Táchira recuerdo que en medio de tanta gente le pregunté qué
porque aplaudían tanto ciclista que llevaba el número uno; – es “cochise” hijo-
el “jet” de Antioquia andaba por las calles de mi ciudad.
Como esa muchas otras actividades se deben a la feria de San
Sebastián, sepan que antes eran las ferias y fiestas de la Villa hasta que unos jóvenes llenos de
plena locura se les ocurrió llevarla a internacional y hacer una plaza de
toros.
No una plaza cualquiera, pensaron en una monumental en un
lugar donde no llegaban vías y además no tenían dinero para construirla, el
empeño de aquellos hombres no solo era mostrar la feria, era que la ciudad
creciera. Consiguieron el dinero y pudieron poner en boca de los encargados del
gobierno de ver si eso era de verdad viable, una teoría turística que se basaba en las corridas de toros en una
ciudad tan lejana y a principios de año.
Era que los Enero tenía más visita que Margarita o Mérida que
son ciudades turísticas, San Cristóbal solo tenía su feria, eso nada más le
bastaba para atraer más turistas. Entonces esos Eneros se convirtieron en una
peregrinación de muchas personas de distintas partes del mundo para estar en la
Feria ya Internacional de San Sebastián, y permitir a un “pelao” como yo que en
un circuito su madre le dijera que gracias a ese evento donde está inmersa la Vuelta
al Táchira rodara por sus vías el que era el mejor ciclista en ese momento.
Y las grandes figuras del toreo empezaron a venir, era un lujo para muchos de
ellos estar en San Cristóbal, Dámaso González dejó la imborrable marca de un
valor insuperable la tarde de su debut, Paquirri demostró porque sus
condiciones atléticas eran iguales a las taurinas, sentir la majestuosidad del
Viti, también la inolvidable tarde de
los tres indultos.
La entrega de la plaza a Bernardo Valencia que el año que
fue triunfador, la ilusión que despertó Benítez con la raza que le vimos, la
sabiduría de Ponce, la entrega de Rincón, la pasión de Morenito, la tarde en
que el Soro le brindo la faena a los músicos, la seriedad de Joselito, la lucha
bohemia de Curro Girón, la alternativa de Curro Zambrano en fin son muchos
detalles traídos a la ligera en estas líneas, quizá algunos de Uds. dirán “se
le olvido tal cosa” y tienen razón porque son muchas las “cosas” que a esta
feria le debemos.
Pero ya pensábamos que el año que viene no veríamos toros en
Pueblo Nuevo, los tiempos han sido más de desavenencias que de aciertos. Entonces
reaparece la figura de Hugo Domingo Molina, lo digo como le dicen todos sin el
título de licenciado, ese que ves en las calles de esta ciudad que tanto quiere
y de esta feria que tanto ama.
Se nos vienen a la cabeza todos los inconvenientes que tenemos
hoy en día y que son inocultables, la plata que no alcanza para el mercado, la
persecución a los taurinos y la imagen de “maula” que dejaron las ultimas
ferias es decir, que para un hombre como el con todas las cosas ya conseguidas
este acto de dar las corridas sería mejor pensar que no la haría.
El derrotismo entonces aparece y me lo han dicho a mí, de
donde saldrán los dólares, la gente no va ir por la situación política, seguro
no vendrán los toreros en fin, muchas cosas. El asunto es que la feria nos ha
dado tanto que hay que tratar de hacer que vuelva a lo que fue.
Ello me recuerda la historia de un hombre en el siglo 19 al
que por pagarle una deuda le dieron un barco, la cosa es que el mareaba en alta
mar, no sabía nadar y no tenía ni idea que se podía hacer con ese barco. La
esposa todos los días le decía que lo vendiera, que era un error terrible que
lo tuviera, que su ignorancia marina era tan grande que de seguro se pudriría en
un puerto por culpa de él. Esa retahíla era a cada rato, en fin el hombre
decidió llegar a un puerto donde habían una docena de esclavos recién liberados
y el los buscó como tripulación. Se reunió con ellos y les dijo que tenía un
barco, eso sí que él no sabía ni que era
proa ni tampoco que era popa, tampoco si esa “vaina” era de carga o para
pescar, mucho menos cuánto debía
pagarles pero que allí estaba el barco, si ellos querían que lo quemaran
o que a él lo colgaran del palo mayor, pero terminó implorándoles, “hagan
lo que quieran con él o conmigo pero eso sí, carajo no me desanimen”.
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