Curro
Díaz corta una oreja en una faena desigual al mejor toro de una noble corrida
de Alcurrucén que careció de finales.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Curro Díaz parecía encabezar el desfile a paso de
procesión o cortejo fúnebre. Amarga sustitución que jamás hubiera deseado
firmar. Elevó el brindis al cielo como tributo a la presencia ausente. Hay
quienes dicen que el adiós de Agur jaunak también es una bienvenida.
A Curro el recibimiento se lo había dado la armada
cabeza del alcurrucén con un sifonazo en el capote. En el momento de destocarse
de la montera ya habíapocas esperanzas en la faena. La carencia de humillación
en su embestida seca derivó hacia la distracción. Los escasos brillos
asequibles destellaron en la muleta de Díaz cuando vació por debajo de la pala
del pitón. En este pase del desprecio, en aquel cambio de mano, en algunos
derechazos que el toro no enganchó. A su altura incrementaba el punteo. La
espada encasquillada extendió sine die el metraje.
Joselito Adame dibujó a pies juntos verónicas de
primor. La finura de cabos, la guapeza y las líneas amables de Gaitero se
fijaban en una embestida especialmente cualitativa por el derecho. Abajo
también empujó en el peto durante los extraordinarios puyazos de Óscar Bernal.
Del Álamo cató la clase en un quite de zapatillas reunidas hasta la media de
majeza. Adame replicó por el mismo palo y por la misma mano sin aportar nada
más. Desprendió el mexicano naturalidad y asiento en un trío de ligadas series
en redondo. Como abertura de faena y algo más. De la composición erguida y
relajada pasó a una interpretación despatarrada, más enfibrada en el toque,
cuando el toro se apagaba entre las rayas. De ahí en adelante decayó el tono.
Como Gaitero desinflado. Sin poner de su parte ya en el trámite zurdo. Ni una
cadena de molinetes alegró la cosa. Apuró enfrontilado con la tela más
retrasada. Un pinchazo señaló la zona donde se hundiría el feo bajonazo.
Como acalambrado apareció un toro colorao no
sobrado de poder. Una pintura de infinita bondad que se recuperó según avanzó
la lidia. Colocaba la cara apuntando promesas. Juan del Álamo no principió con
el pulso fluido. Más bien tenso. Cuanto menos violentaba la embestida, una
respuesta más acorde obtenía. Y ése fue el son que encontró en su izquierda.
Aunque al alcurrucén le faltaba final, siempre mantuvo la intención. La faena
también fue eso. De mejores intenciones que resoluciones redondas. El fresco
oficio de Del Álamo conquistó una amable vuelta al ruedo.
«Cornetilla» se convirtió en el toro de la corrida
de Alcurrucén. De lujo sus hechuras, de categoría su fondo. Como su
humillación, empleo y profundidad. Caro su sonido. Curro Díaz esbozó un bello
prólogo. La composición también primó en su derecha. La música arrancó como los
oles. El diapasón se precipitó en picado en la tercera ronda, cuando Curro
descompuso el ritmo del toro. El uso o el abuso del pico de la muleta agrandaba
el desajuste y lo ensuciaba con enganchones. Nada era culpa de «Cornetilla»,
que quería hacerlo por su camino, sin que le sacaran de las vías. Sucedió
idéntico desacople al natural. Cierta remontada se intuyó cuando el veterano jiennense
volvió a acompasarse. Embraguetarse con pureza es otra historia. Pero al menos
recuperó la fe en su artístico concepto. Su expresión rellenó las carencias. El
bache quedó atrás para la parroquia. Después de un pinchazo, el fulminante
espadazo delantero hizo rodar a «Cornetilla» sin puntilla. La pañolada desatada
desembocó en la ansiada oreja de discutible criterio; al soberbio alcurrucén le
colgaban las dos con meridiana claridad.
Todo el fuelle del quinto apenas traspasó los
estatuarios impertérritos del alegre descorche de faena de Joselito Adame. Sumó
nobleza a la tónica santa y al estilo de la corrida de Alcurrucén, deficitaria
de finales. De ese ir a más como sello de la casa. Y no a menos. La llama de
este penúltimo duró el canto de un euro. La seria voluntad de Adame degeneró en
tozuda insistencia baldía. Y en un mal manejo de los aceros. De nuevo por los
blandos un horrible metisaca. Aun así saludó una ovación.
El trapío de los alcurrucenes volvió a conjugarse
en orden con las hechuras entipadas. Como remate, el sexto. La exigencia de
Bilbao armonizada. Sin embargo, fue brusco y bruto. Como para llevar la
contraria a sus hermanos. De áspero y discontinuo disparo sin descolgar. Juan
del Álamo se justificó con opaca tenacidad.
ALCURRUCÉN | Curro Díaz, Joselito Adame
y Juan del Álamo
Toros de Alcurrucén, serios, entipados y hechurados; extraordinario el 4º;
bondadoso el 3º de contado poder; de buen pitón derecho el 2º sin finales;
noble el 5º sin duración; no humilló el 1º; brusco el 6º sin descolgar.
Curro
Díaz, de azul pavo y oro.
Pinchazo hondo, dos pinchazos y estocada delantera. Aviso (silencio). En el
cuarto, pinchazo y fulminante estocada delantera (oreja).
Joselito
Adame, de grana y oro. Pinchazo y
bajonazo (silencio). En el quinto, metisaca en los blandos y estocada
desprendida (saludos).
Juan
del Álamo, de sangre de toro y
oro. Media estocada tendida (leve petición y vuelta). En el sexto, pinchazo y
estocada honda (silencio).
Plaza de Vista Alegre. Lunes, 21 de agosto
de 2017. Tercera de feria. Menos de media entrada.
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