El
valenciano corta una oreja de peso con una aquilatada faena al natural a un
toro descomunal de 657 kilos; Juan Leal da dos vueltas al ruedo con una entrega
absoluta.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Un día lluvioso y gris, tan propio de Bilbao,
despedía una semana de toros. Despejó el cielo de nubes un viento
preseptembrino a la hora de la corrida. Cartel duro de nombres cortos: Miura,
Fortes, Leal y Román. Como corta y dura era también la entrada. Los ausentes lo
lamentarían. No tanto por la miurada, imponente pero de contado poder, lejana a
los miuras de negra leyenda, sino por la presentación deslumbrante de Román.
Una evolución sorprendente. Como una repentina madurez, cuando caía la última
tarde.
Fortes atravesó el ruedo con el capote de paseo
sin liar. Como hace años Padilla. Un miura cárdeno, alto, largo, lomirrecto y
cornicorto, no humilló nunca. Noblón y de escaso celo. Verónicas fáciles de
saludo, una doble media y un momento de apuro: el torero resbaló cuando lo
llevaba al caballo y el toro pasó por encima. Como si el último golpe de capote
desde el suelo hubiera servido de autoquite. Sin notas destacables en el peto y
en banderillas -salvo la actuación fallida de la cuadrilla- alcanzó la muleta
con la embestida rácana. Enganchó por el pitón derecho y tuvo un paso más por
el izquierdo. Fortes apostó por su colocación cabal y el natural. Una notable
tanda en el ecuador de la faena fue, por trazo y limpieza, el cénit.
Más armado y acodado, otro cárdeno de amplia
osamenta tampoco desarrolló la maldad miureña. Ni el poder. Mayor movilidad y
capacidad de humillar que el anterior. O eso parecía. Pero Juan Leal le acortó
las distancias enseguida. En cuanto le cambió el viaje en una espaldina y libró
la obertura explosiva, se puso encima. El ojedismo precipitado. O como
realmente era el ojedismo. Y así, en un desplante a muleta escondida, el toro
derrotó al pecho. Un volteretón de órdago. Del estruendoso aterrizaje se
levantó Leal intacto. De cuerpo y moral. Y siguió con su arrojado ataque en
tromba sin espacio ni guión. La refriega continuó con el galo invadiendo el
terreno del miura, que se defendía porque no le quedaba otra. De ¡ay! en ¡ay!
la faena. Media estocada, una petición entregada a la causa y vuelta al ruedo a
la indiscutible ambición de Leal.
En las antípodas planteó la faena Román con un
miura negro, huesudo, degollado y de cuello extensísimo. Centrado, consciente y
sereno el valenciano con el peligro sordo del toro que le escaneaba. El sónar
ya lo había encendido con los palos, cortando mucho los viajes por el
izquierdo. Sitio y media distancia. El toque abajo para evitar el derrote al
palillo. Extrajo un par de series de largos derechazos de enorme mérito. Y le
ofreció la izquierda para que al menos se viera que por allí no era.
El toro de mayor aparato -hasta que apareció el
tremendo sexto- fue el de menor fortaleza. Fortes lo trató con tacto. De nuevo
por bandera su sentido de la colocación. La espada encasquillada prorrogó el ya
larguito metraje.
Cuando Juan Leal se clavó de rodillas casi en la
boca de riego y citó al agalgado miura de vieja estampa a 30 metros, sonaron
todas las alarmas. "Están locos estos galos", decían los romanos en
los cómics de Astérix. Pues el galo enredó a su manera la volandera viveza
miureña. No se sabe ni cómo. Sólo que en los broches ligaba dos y tres de
pecho. Sin el afán tan intenso de pisar terrenos minados hasta que no lo
desgastó. Y entonces le hizo el teléfono. El toro no le dejó pasar con el
acero. Leal apretó los dientes y a topacarnero se jugó el corazón. El pitonazo
marcó el latido. Cobró el espadazo y paseó otra vuelta al ruedo.
La ovación que conquistó el inmenso y cinqueño
último toraco de Miura respondía a sus 657 kilos y un porte descomunal. Qué bien
estuvo Román. Un salto de gigante en su evolución. Extraordinario con una mano
izquierda superior que el miureño tomaba con noble estilo. Ligado, tranquilo,
atalonado y acinturado el tipo. El toreo en redondo quedó en esbozos: el toro
no ponía de su parte el mismo recorrido. Faena exacta, medida, precisa. Intensa
y aquilatada. Un volapié perfecto rindió definitivamente la plaza. Oreja de
tonelaje para decir adiós a Bilbao.
MIURA | Fortes, Juan Leal y Román
Toros de Miura, dos cinqueños (1º y 6º), serios en su tipo y en sus
diferentes caras; de poder contado; flojo el 4º; complicado el 3º; de notable
estilo el 6º por el izquierdo; se movió el 5º a su altura; noblón sin humillar
el 1º; se defendió el 2º.
Fortes, de azul marino y plata. Pinchazo y
estocada baja (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, estocada rinconera y
descabellos. Aviso (silencio).
Juan
Leal, de azul pastel y oro. Media
tendida (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, pinchazo y estocada (vuelta
al ruedo).
Román, de nazareno y oro. Pinchazo y estocada
rinconera (saludos). En el sexto, gran estocada (oreja).
Plaza de Vista Alegre. Domingo, 27 de agosto
de 2017. Última de feria. Un cuarto de entrada.
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