domingo, 27 de agosto de 2017

ASTE NAGUSIA 2017 – SÉPTIMA CORRIDA: Un salto de gigante de Román con los miuras

El valenciano corta una oreja de peso con una aquilatada faena al natural a un toro descomunal de 657 kilos; Juan Leal da dos vueltas al ruedo con una entrega absoluta.
 
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna

Un día lluvioso y gris, tan propio de Bilbao, despedía una semana de toros. Despejó el cielo de nubes un viento preseptembrino a la hora de la corrida. Cartel duro de nombres cortos: Miura, Fortes, Leal y Román. Como corta y dura era también la entrada. Los ausentes lo lamentarían. No tanto por la miurada, imponente pero de contado poder, lejana a los miuras de negra leyenda, sino por la presentación deslumbrante de Román. Una evolución sorprendente. Como una repentina madurez, cuando caía la última tarde.

Fortes atravesó el ruedo con el capote de paseo sin liar. Como hace años Padilla. Un miura cárdeno, alto, largo, lomirrecto y cornicorto, no humilló nunca. Noblón y de escaso celo. Verónicas fáciles de saludo, una doble media y un momento de apuro: el torero resbaló cuando lo llevaba al caballo y el toro pasó por encima. Como si el último golpe de capote desde el suelo hubiera servido de autoquite. Sin notas destacables en el peto y en banderillas -salvo la actuación fallida de la cuadrilla- alcanzó la muleta con la embestida rácana. Enganchó por el pitón derecho y tuvo un paso más por el izquierdo. Fortes apostó por su colocación cabal y el natural. Una notable tanda en el ecuador de la faena fue, por trazo y limpieza, el cénit.

Más armado y acodado, otro cárdeno de amplia osamenta tampoco desarrolló la maldad miureña. Ni el poder. Mayor movilidad y capacidad de humillar que el anterior. O eso parecía. Pero Juan Leal le acortó las distancias enseguida. En cuanto le cambió el viaje en una espaldina y libró la obertura explosiva, se puso encima. El ojedismo precipitado. O como realmente era el ojedismo. Y así, en un desplante a muleta escondida, el toro derrotó al pecho. Un volteretón de órdago. Del estruendoso aterrizaje se levantó Leal intacto. De cuerpo y moral. Y siguió con su arrojado ataque en tromba sin espacio ni guión. La refriega continuó con el galo invadiendo el terreno del miura, que se defendía porque no le quedaba otra. De ¡ay! en ¡ay! la faena. Media estocada, una petición entregada a la causa y vuelta al ruedo a la indiscutible ambición de Leal.

En las antípodas planteó la faena Román con un miura negro, huesudo, degollado y de cuello extensísimo. Centrado, consciente y sereno el valenciano con el peligro sordo del toro que le escaneaba. El sónar ya lo había encendido con los palos, cortando mucho los viajes por el izquierdo. Sitio y media distancia. El toque abajo para evitar el derrote al palillo. Extrajo un par de series de largos derechazos de enorme mérito. Y le ofreció la izquierda para que al menos se viera que por allí no era.

El toro de mayor aparato -hasta que apareció el tremendo sexto- fue el de menor fortaleza. Fortes lo trató con tacto. De nuevo por bandera su sentido de la colocación. La espada encasquillada prorrogó el ya larguito metraje.

Cuando Juan Leal se clavó de rodillas casi en la boca de riego y citó al agalgado miura de vieja estampa a 30 metros, sonaron todas las alarmas. "Están locos estos galos", decían los romanos en los cómics de Astérix. Pues el galo enredó a su manera la volandera viveza miureña. No se sabe ni cómo. Sólo que en los broches ligaba dos y tres de pecho. Sin el afán tan intenso de pisar terrenos minados hasta que no lo desgastó. Y entonces le hizo el teléfono. El toro no le dejó pasar con el acero. Leal apretó los dientes y a topacarnero se jugó el corazón. El pitonazo marcó el latido. Cobró el espadazo y paseó otra vuelta al ruedo.

La ovación que conquistó el inmenso y cinqueño último toraco de Miura respondía a sus 657 kilos y un porte descomunal. Qué bien estuvo Román. Un salto de gigante en su evolución. Extraordinario con una mano izquierda superior que el miureño tomaba con noble estilo. Ligado, tranquilo, atalonado y acinturado el tipo. El toreo en redondo quedó en esbozos: el toro no ponía de su parte el mismo recorrido. Faena exacta, medida, precisa. Intensa y aquilatada. Un volapié perfecto rindió definitivamente la plaza. Oreja de tonelaje para decir adiós a Bilbao.

MIURA | Fortes, Juan Leal y Román
Toros de Miura, dos cinqueños (1º y 6º), serios en su tipo y en sus diferentes caras; de poder contado; flojo el 4º; complicado el 3º; de notable estilo el 6º por el izquierdo; se movió el 5º a su altura; noblón sin humillar el 1º; se defendió el 2º.
Fortes, de azul marino y plata. Pinchazo y estocada baja (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, estocada rinconera y descabellos. Aviso (silencio).
Juan Leal, de azul pastel y oro. Media tendida (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).
Román, de nazareno y oro. Pinchazo y estocada rinconera (saludos). En el sexto, gran estocada (oreja).
Plaza de Vista Alegre. Domingo, 27 de agosto de 2017. Última de feria. Un cuarto de entrada.

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