BORJA ILIÁN
Foto: EFE
El
mexicano Joselito Adame cortó tres orejas, por lo que se apuntó como el
triunfador y salió por la puerta grande de la Plaza México, en la quinta
corrida de la Temporada Grande este domingo. Los españoles Pablo Aguado, que
confirmaba alternativa, y Enrique Ponce, obtuvieron silencio y pitos al final
de sus labores. Mismo resultado que el mexicano Fabián Barba.
Los
seis toros de Reyes Huerta y los dos de Jaral de Peñas, muy justos de
presentación y juego desigual, estuvieron por encima de los espadas en líneas
generales. Destacaron cuarto, de Jaral de Peñas, y séptimo, de Reyes Huerta,
por su casta y recorrido. La plaza de toros de la capital mexicana registró más
de tres cuartos de entrada.
Tras
cuatro corridas en las que los toros brillaron por su mansedumbre, en la
quinta, las dos ganaderías seleccionadas enviaron a la Plaza México un encierro
que al menos ofreció opciones de triunfo a todos los espadas. Sin duda, el
mejor lote se lo llevó el mexicano Joselito Adame. Sus dos rivales recibieron
arrastre lento y facilitaron la puerta grande al matador de Aguascalientes.
Con
su primero, Adame estuvo muy impreciso en todas las fases y tercios. Empezó el
de muleta con las rodillas en el suelo. Era un toro idóneo para citar de lejos
muy quieto. Esa quietud tampoco la alcanzó Joselito cuando, ya de pie, toreó en
tres tandas con la derecha en la que si bien logró ligar tres pases en cada
una, siempre estuvo nervioso dejándose tocar continuamente la tela por el de
Jaral de Peñas. A partir de ahí faena de pases sueltos sin mando alguno a un
toro para un toreo muy serio y profundo. Tras unas bernardinas estoqueó recibiendo,
pero hubo de recurrir al descabello, lo cual realizó con gran acierto. Los
pitos, que ya se mezclaron con los olés durante la faena, aumentaron al recibir
el primer apéndice.
De
nuevo la suerte sonrió a Adame en el sorteo. El séptimo de la tarde era mucho
más dócil que el de Jaral de Peñas, pero tenía mucho recorrido y tomaba la
muleta con alegría. Lo único reseñable de la faena de Joselito Adame fue que
tomó desde el inicio la muleta con la mano izquierda y aunque en ningún momento
logró ligar más de dos pases, al menos salieron de su muñeca naturales ceñidos,
vertiginosos y profundos. Eso fue lo único de interés. Con la derecha toreó con
el pico, sin ligar, y la segunda mitad de su faena de muleta la realizó en la
cara del toro, ahogando su embestida, en paralelo, con el arco de las piernas
muy abierto, haciendo ir y venir al animal por la muleta. Optó por circulares
para rematar y de nuevo, tras una buena estocada, requirió de descabello. El
juez que el otro día defendió el toreo estructurado y puro negándose a
facilitar, con razón, la puerta grande Juan Pablo Sánchez, hoy se dejó llevar
por el público que menos frecuenta La México. De nuevo muchos aficionados
pitaron los trofeos de Joselito Adame.
Pablo
Aguado, en su confirmación, se equivocó con el que abría plaza por estar más
pendiente de templar que de mandar y desaprovechó un gran pitón izquierdo. Nada
pudo hacer con el que cerraba el festejo, muy manso y parado, el peor toro que
salió de chiqueros.
A
Enrique Ponce se le vio muy fuera de sitio y forma. Su primero tuvo la
suficiente casta para irle esquinando y a su segundo, manso y complicado,
simplemente no lo quiso ni ver. Muchos pitos acompañaron la comparecencia del
valenciano.
Fabián
Barba fue incapaz de enfrentar a sus dos encastados rivales.
La
tarde de cuatro toreros y cuatro horas de duración no dejó nada memorable salvo
un par de banderillas de Gustavo Campos, del que salió andando, y el valor de
los monosabios en los derribos de las monturas durante tercio de varas. / EFE
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