CARLOS RUIZ
VILLASUSO
Redacción APLAUSOS
No soy muy
de Navidad aunque no tenga razones para no serlo, entendiendo la Navidad como
eso que se hace en Navidad. No soy anti Navidad, quede claro, sólo que no soy
muy partidario, por la sencilla razón de que soy así de raro. Supongo. Pero
como el corazón amaga con hacer lo que los demás hacen, se enternece o ablanda
sin saber muy bien por qué. Hay una especie de permisividad o laxitud en estas
fechas tan generalizada como macerada en turrón. Y, a pesar de ella y no por
ella, deseo a todos, a los amigos primero, a los profesionales todos de todos
lados de este lado taurino, que les pase lo mejor y que poco les defraude.
En estos
días las noticias afectan a pesar del cordón sanitario que pone lo habitual:
estamos tan habituados a mentiras, navajazos e insultos en directo y diferido,
que nada nos seduce el corazón de forma sensible y no sensiblera. Pero una
noticia me ha dado ahí justo. Un periodista, uno de esos que escriben para ser
leídos y no para ser citados, por poseer el don del difícil arte del manejo de
la cultura, el ingenio y la raza gramatical, David Gistau, anda en hospitales a
causa de una lesión cerebral. Leo que ha sido después de salir de un lugar de
barrio en donde practica una de mis prácticas: el noble arte del boxeo.
Hay
querencias tan inexplicables como reprochadas por las gentes de lo correcto.
Ser aficionado a los toros. Practicarlo si acaso. Ser aficionado al boxeo.
Practicarlo si acaso. No digo nada de otras querencias hoy ilegales por razón
de seducción. Todo lo que no es correcto es reprochable, casi ilícito. Y hay
querencias que marcan carácter. No conozco a Gistau personalmente, soy su
lector. Le vi un día con mi amigo Vicente Zabala de la Serna en los toros en
Las Ventas, hace tiempo. No sé si es aficionado o no, pero sí sé la
consideración que tiene del toreo.
Estamos tan
habituados a mentiras, navajazos e insultos en directo y diferido, que nada nos
seduce el corazón de forma sensible y no sensiblera. Pero una noticia me ha
dado ahí justo. Un periodista, uno de esos que escriben para ser leídos y no
para ser citados, por poseer el don del difícil arte del manejo de la cultura,
el ingenio y la raza gramatical, David Gistau, anda en hospitales a causa de
una lesión cerebral
Es esa
consideración de libertad sin sobreactuación ni dogmatismos que tiene del
toreo, y de tantas cosas de la vida social, política, económica y del día a día
de Gistau, la que le hace distinto. Racial en temperamento. Seda y espuela con
cada quien que necesite uno o lo otro. Una forma real de escribir realidades
que se convierten en verdad. No es uno de esos defensores del toreo que se
apegan a un target porque les viene bien o por una especie de esnobismo. Un
tipo que se ata unos guantes y se venda unas manos es por querencia. Y se
escribe como se es.
Me encanta
ver fotos de Dempsey, imágenes de Sugar Ray, del mejor entre los mejores, Alí o
Clay. Ritmo, cadencia, elegancia, elasticidad, inteligencia, valor… Nombres más
desconocidos como un esteta esgrimista, Vilomar Fernández, David Grimán, el
zurdo Hilario Zapata, Carlos Monzón, el mejor pegando caminando hacia atrás…
muchos. Todos ellos conocidos, seguro, por David Gistau. Y a pesar de ser
Navidad y nunca por serlo, le pido que recuerde el boxeo. Es como el toreo.
Intención, actitud. No entregar la cuchara. No tirar la toalla.
Ser campeón no es ganar un
cinturón. Ser campeón no es cortar orejas. Es levantarte para un asalto más.
Reiterar el lance inventado de la verónica, solo que más despacio, más
expuesto. Me van a permitir que le desee a este periodista que la Navidad para él
sea ese primer asalto de nuevo, el primer paseíllo, esa vez primera a la que le
seguirán centenares. Vamos para adelante, David Gistau. Se torea como se es. Se
escribe como se es. Se tienen las querencias por ser como somos. Y al carajo lo
correcto. Feliz Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario