Paco Ureña |
Fotos: EFE –
Mario Guzmán
La falta de casta y fuerza del ganado del hierro
de Xajay marcó la sexta corrida de la Temporada Grande en la Plaza México. El
español Paco Ureña no pudo continuar su racha de triunfos en la capital
mexicana, al enfrentarse a los dos peores toros de la tarde, ambos mansos y muy
escasos de fuerza. El francés Sebastián Castella y los mexicanos Octavio García
"El Payo" y André Lagravere "El Galo" tampoco cortaron
apéndices. "El Galo", que confirmaba alternativa, dio una vuelta al
ruedo tras matar al que cerraba plaza. Se registró un cuarto de entrada en el
coso de Ciudad de México.
La presencia de Ureña, triunfador absoluto de la
temporada europea, no convocó a gran número de aficionados. Aun así el español
mostró disposición en sus dos toros. Al primero, muy protestado al salir
"anovillado", lo toreó sin mover la zapatilla en tandas cortas y muy
ceñidas, citando siempre de frente. La falta de movilidad y casta del animal
deslucieron la propuesta del torero, que citó siempre muy cruzado mostrándose
firme, con mucha claridad respecto al sitio que exigía el de Xajay. Mató de
gran estocada que no necesitó puntilla.
Si su primer rival ofrecía escaso juego, peor fue
el sexto de la tarde, un manso parado al que Ureña empezó citando con
estatuarios ajustados. La labor de muleta más ortodoxa resultaba imposible por
la falta de desplazamiento del astado. Sin embargo, de tanto obligar al bovino,
el torero logró sacar una tanda de tres pases. Tras esta, Ureña optó por un
toreo de pases sueltos y adornos tremendistas para poner la alegría que la
falta de casta del toro no facilitaba. A pesar de los dos avisos que recibió y
los fallos con el descabello, saludó desde el tercio entre los aplausos de los
presentes.
También saludó al final de su primer toro
Sebastián Castella. El francés tuvo en suerte un noblote que, al igual que el
resto de la corrida, se iba al suelo con facilidad. Lo toreó en series poco
ceñidas aunque ligadas. Salvo algún pase suelto, la faena fue monótona y muy
larga, repitiendo una y otra vez la misma tanda de tres o cuatro derechazos con
remate. Ante un toro muy blando Castella hizo alardes innecesarios de valor,
como tirar la muleta desafiante en el morro del toro. Erró con los aceros y
perdió la oreja. El juez de plaza dictaminó arrastre lento para el toro. La
protesta de la plaza fue sonada pues el toro demostró poca casta y menos vigor.
Sebastián Castella |
Con su segundo nada pudo hacer pues apenas
embestía.
Otro noble y dócil fue el primer toro de Octavio
García. El mexicano ejecutó alguna buena tanda con la muleta sin acero, pero su
faena, aunque ligada en la primera fase de muleta, fue imprecisa sin lograr
terminar los pases completos por la falta de distancia dada al animal y por
estar más pendiente de templar que de mandar. Gustaron al público sus
circulares finales de espaldas y de frente, pero falló con el estoque y
descabello. Tras aviso el toro cayó y "El Payo" saludó a los tendidos
recibiendo aplausos.
Octavio García "El Payo" |
El séptimo de la tarde era otro manso, pero con
nervio. García se mostró muy inseguro y nervioso. Renunció a intentar meter en
la muleta a la res.
El confirmante André Lagravere toreó en todo
momento dando muchos pasos entre pase y pase, citando con el pico de la muleta
y realizando figuras bailadas entre las dispersas tandas. Con el que cerró
plaza mató de buena estocada y el público pidió la oreja. El juez con buen
criterio no se la otorgó.
André Lagravere "El Galo" |
Las protestas por la mala presentación y mal juego
de los toros fueron continuas. El largo festejo conllevó a deserciones del
público desde el sexto toro.
Aficionados, por otro lado, afortunados de
contemplar la gran vara del picador Daniel Morales. Memorable el gesto de
Morales, que con el toro encunado, sujeto con la puya, le birló la divisa del
lomo con la mano. Sin duda se trata de un varilarguero de época. / EFE
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