El
hierro de Ernesto González con dos reses indultadas, por Castella y Luis David,
y otras dos aplaudidas en el arrastre convirtió el festival en un homenaje a la
casta santacoloma. Siete orejas, cuatro de ellos simbólicas.
Sebastián Castella |
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
@jadir45
Fotos: EFE - Promotoreando
”Los santacolomas son los más bravos”,
escribió Filiberto Mira. En su obra “Hierros y encastes”. Los seis machos
traídos por las herederas de Ernesto González Caicedo, (arreglados para
festival), fueron un muestrario fiel de su estirpe. Cárdenos, cornivueltos,
hocicos de rata, caribellos y encastados a tope. Para bien y para mal.
Obligaron a los lidiadores, zarandearon a uno, impresionaron a otros,
emocionaron a todos y formaron la Marimorena en la plaza. ¡Qué rumba!
Cañaveralejo, ocupada solo a tres cuartos,
desbordaba hasta el palco de alegría, generosidad y ovaciones. La banda de
Libardo Mora echaba humo agotando el repertorio. Usía voleaba pañuelo sin
continencia. Que no hubo faena, venga. Que la espada baja, venga. Que no se
picó, venga. Que indulto, indulto.
Sí, todo cierto, pero también, que los indultados:
“Colibrí”, el segundo, Nº 61, cuatreño de 418 kilos, fue un dechado de
nobleza y calidad con un fondo sin fondo; y el sexto “Botafuegos” Nº 84,
utrero de 420 kilos, la res más brava de lo que va de feria, y también sin
punto final. Que el tercero y el quinto impusieron respeto con la versión
geniuda de su sangre. Que el quinto, rajado al final, fue bien calificado por
su matador. Y, ojo, que si no exceden el castigo al primero, la fiesta hubiese
sido aun mayor, si es que podía serlo.
Enrique Ponce |
Enrique Ponce, donoso con la capa en saludo y
quite, dejó a José Palomar contramatar el primero y luego se dedicó a hacerle
la enfermería bajo aplauso de la cauda. Puso la espada baja y el palco sus fans
le premiaron todo con la oreja. Es que pasé mucho miedo, dijo luego en su
extensa conferencia radial.
Sebastián Castella, muy entonado y hasta
engolosinado con la humillada, repetitiva y suave clase del segundo, quitó
pintureramente al alimón con Bolívar y llevó su limpio y acertado trasteo hasta
lo infinito donde le aguardaba la petición salvavidas.
Luis Bolívar, tragó dos gañafones del tercero y se
avisó. Pero reasentado y suficiente afrontó la malicia y explotó la bondad
calentando al paisanaje y cortando una oreja con una estocada honda recibiendo.
Paco Ureña, un poco menos tristón e introvertido
que ayer, después de ser cogido, bordó tandas íntimas, quizá las más de la
tarde, luego, el cárdeno huyó y él ajustó cuentas con un espadazo completo y
oreja.
Emilio de Justo, capote gracioso en las seis
verónicas y media, y en las seis paseadas y lentas chicuelinas con las manos
bajas. Padeció después los rigores de un genio no picado. El acero quedó
desprendidito, descabelló certero y saludó.
A Luis David le explotó un volcán y él en lugar de
atemperar, trató de ser otro encimando y a veces atropellando. Casta contra
casta. La faena variadísima, de toma y dame, fue un turbión sin tregua y la
plaza un manicomio.
Luis David |
La mejor entrada, el mejor encierro y el mayor
contento. El festival se posiciona como festejo importante de la feria. Será
bueno, será malo, pero esa es la realidad.
FICHA
DEL FESTEJO
Cali.
Diciembre 28 de 2019. Plaza de Cañaveralejo. 3ª de feria (Festival). Noche
cálida. Tres cuartos de aforo.
Reses de
Ernesto González, encastadas, indultados 2º y 6º, aplaudidos en el
arrastre 1º y 5º.
Enrique
Ponce, oreja.
Sebastián
Castella, dos orejas simbólicas.
Luis
Bolívar, oreja.
Paco
Ureña, oreja.
Emilio
de Justo, saludo.
Luis
David, dos orejas simbólicas.
Incidencias:
Saludó Hernando Franco “El Popis” tras parear al tercero.
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