Según se contó en los 80, Manili,
conocido como el Tigre de Cantillana, fue agraciado con dos millones de pesetas.
¡Que viene Manili! El grito de guerra corría por
Madrid desde que en 1988 el torero conocido como el Tigre de Cantillana abriese
la Puerta Grande en pleno San Isidro tras sus faenas a «Choricero» y «Londrito».
Manuel Ruiz «Manili» rememoraba así su actuación en ABC: «Fueron faenas de
poderío. Que nadie vaya con la idea de ponerse bonito con un miura y marcharse
sin despeinarse. Hay que torear y poderlos. Ese 17 de mayo yo lo conseguí. Y
desde entonces la gente repetía aquella frase famosa de ¡que viene Manili!».
Dos salidas a hombros se anotó aquella Feria, alzándose triunfador del ciclo.
Manili, nacido en el seno de una familia humilde y
que cazaba conejos para venderlos en los bares y así comprarse los primeros
trastos de torear, se la jugó siempre delante de la cara del toro, arreando,
pundonoroso y valiente. Incluso cuando ya tenía el dinero en el bolsillo, como
ocurrió en agosto de 1982 cuando se arrimó como un jabato en la Maestranza
después de haber tenido la suerte de ser uno de los agraciados en el sorteo de
la lotería.
A medias con su apoderado
Así lo contaba ABC el 22 de agosto: «Pues bien,
resulta que a Manili le había tocado el día antes la lotería. Según parece -el
décimo lo compró a medias con su apoderado, Victoriano Valencia-, le
correspondieron, limpios, unos dos millones de pesetas. No es una cifra como
para retirarse, pero no viene mal. De todos modos, el pundonoroso jabato de
Cantillana salio con el ánimo de ganarse mucho más dinero donde le gusta: en la
plaza, delante de los toros. Ahí lo tienen... Y le había tocado la lotería».
Aquella tarde, en la corrida de la Virgen de los
Reyes, en la que ya era sabedor de su premio, había estoqueado en Sevilla una
dificultosa corrida del marqués de Ruchena. Manili dio la única vuelta al ruedo
del festejo con el tercero, al que mató de una certera estocada, y fue
ovacionado en el sexto. Compartió cartel con Manolo Cortés, que cosechó
silencio y palmas, y Jaime González «El Puno», con balance de silencio y
ovación, según la reseña abecedaria.
El Tigre de Cantillana, bautizado así por el
llorado Vicente Zabala, siguió arreando en las arenas y plantando cara a los
«leones», entre el triunfo y la sangre de graves cornadas, como una en el
vientre en Almería o la de Sevilla en el brazo. / ABC.ES
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