El
sevillano corta la única oreja en su despedida de la plaza de la Maestranza.
CARLOS
CRIVELL
Diario EL
MUNDO de Sevilla
Foto: EFE
Foto: EFE
La segunda de San Miguel tenía un protagonista: El
Cid. El torero de Salteras acaparó la atención de la plaza antes, durante y
después de la corrida. Antes, con una ovación cerrada de dos minutos de
duración al romperse el paseíllo. Después, en la atronadora ovación de toda la
plaza al cruzar el ruedo en su adiós a la Maestranza. Y durante, porque El Cid
fue fiel a lo que ha sido su trayectoria taurina. Dio un curso de toreo de capa
a la verónica en el segundo. Fue un primor. Ganó terreno y remató en la boca de
riego con una media y una larga de clamor. O la misma faena a ese toro segundo,
muy noble pero apagado muy pronto, al que volvió a citar al natural sin
probaturas para templar dos tandas de seis muletazos de alto voltaje. Se apagó
el toro y siguió airoso y compuesto con la derecha. El estoque viajó a los
blandos y perdió la oreja.
Ese trofeo llegó en el quinto. No fue un regalo
porque se la ganó, ya que fue un torero inteligente. El de Toros de Cortés
tenía movilidad y poca capacidad para humillar. Lo saludó con un toreo
arrebatado con muletazos por bajo, afarolados y uno de pecho. La banda había
comenzado a tocar al primer muletazo. La plaza se vino abajo. Luego, su faena
fue la de un torero experto, con tandas de mérito a un toro de cara alta y cada
vez más aplomado. Pero estuvo entregado, remató algunas tandas al natural con
pases de pecho de categoría especial y la plaza estaba emocionada. La espada
cayó trasera y tardó en morir, pero llegó el premio. En la vuelta hubo muchas
lágrimas. No lo había brindado. El destinatario ya estaba en el cielo desde el
año 2010.
A Ponce le tocaron dos toros de pocas
posibilidades. El primero, un cinqueño basto que se movió con pesadez y somnolencia.
El valenciano se lo brindó a El Cid y estuvo aseado. El cuarto fue otro
cinqueño con pinta de corraleado. Sin casta y sin fuerzas, Ponce le dio muchos
muletazos sin venir a cuento, hasta el punto de que hubo discrepancias cuando
quiso rematar con poncinas.
Manzanares toreó a ratos durante la tarde. Con el
tercero logró algunos muletazos vistosos a un toro que se movía sin norte. La
plaza rugió en un cambio de manos muy largo, pero todo quedó en nada cuando
marró con la espada. El sexto no tenía fuerzas ni ganas de humillar. De nuevo
el de Alicante se afanó para lograr algún pase suelto sin estructura unitaria
de faena.
VICTORIANO DEL RÍO - Enrique Ponce, El
Cid y José María Manzanares
Plaza de la Maestranza. Sábado 28 de
septiembre de 2019. Feria de San Miguel. Lleno.
Cuatro toros de Victoriano del Río y dos de Toros
de Cortés (3º y 5º), bien presentados, con tres cinqueños, 1º, 2º, y 4º;
bravos en el caballo, excepto el 4º, que fue manso y descastado. Mejores el 2º,
de poca duración, y 3º. Manso y sin casta el parado 4º; el 1º y 5º, con
movilidad a media altura; y el 6º, noble pero sin fuerzas .
Enrique
Ponce, silencio y silencio.
El
Cid, ovación y oreja.
José
María Manzanares, silencio y
ovación.
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