sábado, 28 de septiembre de 2019

FERIA DE OTOÑO – SEGUNDO FESTEJO: Daniel Luque, verónicas contra los mansos

El matador de Gerena deja el sello de sus lances y su veteranía con una rajada corrida del Puerto; Juan Ortega homenajea a Chicuelo con su capote de paseo y algunas pinceladas.
Daniel Luque
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid

Fue la tarde un quinario de mansos. Un salpicadero de detalles que caían todos por el mismo precipicio del descaste. Juan Ortega definió la corrida con clarividente llaneza cuando se apagaban las luces: «Mucho cabezazo y muy poca clase». Los seis serios toros de San Lorenzo saltaron chingados de bravura. No falló ninguno en sus diferentes hechuras. Que hubo de todo. Entre las rendijas de la mansedumbre se coló la veteranía armada y macerada de Daniel Luque. Que pasó sin gloria pero no de puntillas. Su capote proyectó verónicas despaciosas, bamboleadas, mecidas. Y la tarde, su momento de madurez. Esa manera de estar incluso cuando no rueda la suerte.

Los toros de Puerto de San Lorenzo sólo se dejaban torear en el capote cuando la puya serenaba sus abantas y sueltas salidas. Así Daniel Luque clavó a cámara lenta tres verónicas en el aire. La hondura de aquel cinqueño que estrenaba la tarde viajaba en una templada dormidera. Juan Leal rompió el cántaro del clasicismo por impertérritas saltilleras. Luque no debió replicar. El contado celo de la embestida presagiaba un fondo escaso. Como la manera de apretar con los palos hacia los adentros. Que sería donde acabó más antes que después. Su pajuna y breve bondad la aprovechó DL en dos series en redondo suaves y ligadas. A su altura. Ya en la tercera tanda perdió su ambición el pupilo de los Fraile. Y después de unos naturales extraídos con sacacorchos, el toro emprendió la fuga definitiva a las añoradas tablas.

La excepción de no dejarse torear de salida en el capote la protagonizó precisamente el toro del otro hierro y otra procedencia de la casa Fraile. El gigante de La Ventana del Puerto se prestó en la verónica de Daniel Luque. Que volvió a dibujarla primorosamente. El contrapunto lo colocó de nuevo Leal con un atragantón por gaoneras. Luque ofreció una imagen de tipo muy hecho. No duró mucho más que sus hermanos el grandón de La Ventana. La humillación precisa en el embroque, la cara suelta y la entrega ausente. Un par de rondas y el encaje del matador de Gerena se quedó huérfano. En cuanto obligó al mulo, puso pies en polvorosa.

Entre los detalles en el vacío, reclamaba la atención el viejo capote de paseo de Chicuelo que envolvía a Juan Ortega. Un homenaje al centenario de la alternativa de Manuel Jiménez, el arquitecto del toreo moderno. Como luego el brindis. El hilo invisible de la historia bordó una media verónica a pies juntos. La chispa de la sevillanía. Esa luminosidad. Un fogonazo como cierre de un leve quite prendido en sus muñecas. Como carta de presentación a un toro no suyo. De Leal. Con quien libraría un pulso de sablazos...

Sus toros se habían puesto incómodos. Reculaban remisos y escarbadores, pasados de faena. Dentro del desastre espadachín, el Juan francés anduvo menos listo que el Juan español. Lo reflejó la cosecha de pinchazos y avisos. Fueron diferentes sus enemigos. Infumable por descompuesto e incierto -esa manera de echar la cara entre las manos y escarbar- el del sevillano. Loca la cabeza del manso por las nubes. Sólo en un trío de ocasiones asomó la clase torera entre la balacera.

La historia de Leal fue otra. Después del explosivo principio de cambiados de rodillas, pensó que en Madrid podía seguir toreando con el pico y por fuera como en provincias. La afición le llamó al orden en la primera tanda de despegados derechazos. Y aquel cante ya fue una losa. Que no impidió una faena profusa con aquella vulgar movilidad que derrotaba en sus finales. Ya venía así el funo en banderillas, cuando cogió de mala manera a Marc Leal. La corrida subió el valor del salario de los hombres de plata. Que se lo digan a Antonio Chacón, tremendo al sesgo y por los adentros. El quite de Arruga fue providencial.

A últimas sería el quinto el toro de mejor embestida, la más descolgada. Pero también de mínima duración antes de rajarse. A Juan Leal no le hicieron ni caso. Todo lo más recordable fue un quite de aladas chicuelinas de Juan Ortega, el último tributo. Luego, su torera apertura de faena al paso se quedó en eso con el astifinísimo sexto. Que respondió a la definición orteguina de la corrida: «Mucho cabezazo y muy poca clase».

PUERTO DE SAN LORENZO - Daniel Luque, Juan Leal y Juan Ortega

Monumental de las Ventas. Sábado, 28 de septiembre de 2019. Segunda de feria. Media entrada.

Toros de Puerto de San Lorenzo y uno de La Ventana del Puerto (4º), dos cinqueños (1º y 4º), de distintas hechuras en su fuerte y seria presentación; mansos, rajados y deslucidos en general; 1º y 5º apuntaron buena condición sin durar nada.

Daniel Luque, de caña y oro. Pinchazo hondo en lo alto (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).

Juan Leal, de blanco y oro. Cuatro pinchazos y seis descabellos. Dos avisos (silencio). En el quinto, estocada trasera y contraria (silencio).

Juan Ortega, de sangre de toro y oro. Pinchazo y bajonazo. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).
El mayoral de las ganaderías de esta tarde en Las Ventas es el picador tachirense Nahir Zambrano (der.), quien luce traje corto en el tradicional sitio al lado de la Puerta de Toriles de la Monumental madrileña.

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