Me
dirán que Villena tiene menos rango taurino y seguramente sea así, pero desde
luego por esta vez no tiene menos importancia. El sábado se convirtió en un
símbolo. Villena, recuperada para el toreo tras varios años secuestrada por un
grupo de intolerantes y sectarios.
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
Tensión e intensidad. Muchos toros y carteles
interesantes. Es lo que corresponde a la época del año, a septiembre y sus
fiestas. No debería ser noticia por eso mismo pero ahora mismo lo es, significa
que resistimos, que es concepto de lo más honroso y esperanzador en las
situaciones difíciles, incluidas las bélicas. Y no me he pasado, que hay días
que esto parece la guerra. Si no nos la hacen desde fuera la inventamos desde
dentro. Por todo ello, visto desde la perspectiva actual, sin apenas atención
mediática, con las corrientes de opinión a la contra, con las subvenciones
dedicadas a las labores partidistas más delirantes -no es que reclame aquello
de café para todos que ya hace que no se lleva ni sería bueno hacer bandera de
ello, nos conformaríamos con que nos dejasen hacer-, con los pícaros y pillastres
de siempre -también podríamos llamarles golfos- queriendo arramblar con las
migajas de los más necesitados, pese a todo eso o por todo eso, hay que
celebrar el buen nivel, tensión, intensidad e interés de las últimas jornadas.
Juan Bautista, el nuevo delfín en los despachos galos, y
Enrique Ponce, rey desde tiempo inmemorial en lo suyo, protagonizaron una tarde
para el recuerdo: nueve orejas, dos rabos, dos toros de vuelta al ruedo, otro
toro indultado… ¡ni en la alternativa de Parrita!
El sábado mismamente, sin despreciar al resto de
las plazas, había tres puntos calientes, de los que podríamos calificar de
especial interés. Dax, donde Emilio de Justo se anunciaba con seis de
Victorino, palabras mayores, pocos en la historia se atrevieron a esa ocurrencia
si me permiten la ironía -en realidad se trata de una machada-, que resolvió a
plaza prácticamente llena, que no son palabras menos mayores. Arles era el otro
punto referencial, Francia responde, en este caso papel acabado y mucha
historia, mucho argumento en el cartel, se retiraba del toreo activo, de
momento porque con los toreros siempre hay que establecer esas reservas, digo
que se retiraba de los ruedos, que no de los despachos, Juan Bautista, el nuevo
delfín del toreo galo, y le acompañaba nada menos que Enrique Ponce, este rey
desde tiempo inmemorial, torero de orgullo sin fin y sin empachos, pese a ello
para sustituir a un compañero, ya con la memoria de la rodilla catastrófica
borrada y la ambición tan afilada como siempre. Todo ese conglomerado de
circunstancias, argumento le llaman ahora, condujo a una tarde para el
recuerdo: nueve orejas, dos rabos, dos toros de vuelta al ruedo, otro toro
indultado… ¡ni en la alternativa de Parrita! y si hay que reseñar más toques
sentimentales decir que en los prolegómenos sonaron los himnos de España y
Francia sin que a nadie se le ocurriese tachar a nadie de fascista, cuestión
que aunque no deja de ser una perogrullada en el reino del buen raciocinio, en
esta tierra, la nuestra, sería cuanto menos un atrevimiento con riesgos de
abucheo. Tampoco a nadie se le ha ocurrido borrar la bandera de España que
circunda la balconada de todo el graderío alto de Dax, así que cada vez que las
cámaras enfocaban las alturas te daba coraje y pena pensando en la de plazas
españolas que la disimularon con otras ornamentaciones. Gracias.
Los victorinos fueron en Dax como el pavés francés, difíciles
e incómodos, y De Justo los superó con templanza, arrestos, pocas quejas, con
la bandera del toreo puro y renuncia absoluta de efectismos. No hubo apoteosis
pero sumó prestigio
La tercera pata de tan hermoso banco sabatino fue
Villena. No es chauvinismo, es de justicia. Me dirán que tiene menos rango
taurino y seguramente sea así, pero desde luego por esta vez no tiene menos
importancia. El sábado se convirtió en un símbolo. Villena, recuperada para el
toreo tras varios años secuestrada por un grupo de intolerantes y sectarios.
Trescientos en la puerta con las cantinelas ofensivas de siempre -un periódico
de la zona lo califica de protesta multitudinaria, cuando ni siquiera eran
trescientos como dicen ni trescientos son multitud, queda retratado- y tres mil
dentro con el respeto como bandera y pagando. En una tierra donde desde tiempo
inmemorial celebran festivamente las diferencias entre moros y cristianos, unos
pocos no son capaces de aceptar la convivencia con la tauromaquia. Siguen
retratándose. Será un problema de cultura, de no cultura quiero decir.
Naturalmente se llenó la plaza de toros, uno de los recintos más bonitos y
cómodos de la geografía taurina gracias a una restauración ejemplar impulsada,
ahora sí, por una mayoría de la población. A propósito, no hay que olvidar que
por muchos usos que se le den, que deben dárselos, es ante todo plaza de toros.
Los toreros, Fandi, Manzanares y Palazón, salieron a hombros por lo que
hicieron y porque era el día para ello. Tomada Villena en nombre de la ley,
ahora queda Xàtiva.
Villena, tierra donde desde tiempo inmemorial celebran
festivamente las diferencias entre moros y cristianos, unos pocos no son
capaces de aceptar la convivencia con el toreo. Será un problema de cultura, de
no cultura quiero decir. Ahora recuperada en nombre de la ley, nos espera
Xàtiva
A estas alturas de la columna tengo la sensación
de que dejé atrás varios matices sobre la actuación de Emilio de Justo. No digo
encerrona, palabro tan al uso porque reconozco que me repatea y resta
importancia a lo que normalmente es una gesta. Además de sonar feo, es
equívoco, según la RAE significa obligar a alguien a hacer algo contra su
voluntad, en otra acepción significa trampa, emboscada y en términos taurinos
lidiar toros en privado… Evidentemente nada de eso ocurrió. No importa,
seguirán llamando a semejantes hazañas encerrona. El caso es que cortó cuatro
orejas a la corrida, que no es poco premio; que esta vez no hubo espada
triunfadora, más bien al contrario; que los mató como decían los antiguos, sin
sudar, significa sin agobios, que tampoco es poco; que en los seis el mérito
estuvo por encima de la brillantez; que no hubo materia para más, los
victorinos no fueron ni alimañas indómitas de los que ve todo el mundo ni esos
dechados de templanza que tanta fama le dieron, fueron mucho peor, fueron
correosos, desiguales, inciertos y además les picaron en general poco para lo que
necesitaban; y si no hubo la explosión que tantos deseábamos quedó clara la
capacidad del matador. En cualquier caso es otro paso adelante de este De
Justo, que, como decía de Ureña la semana anterior, transita por los caminos
más duros, en este caso habría que decir por el pavés francés, con templanza,
con arrestos, con pocas quejas, asumiendo su papel, con la bandera del toreo
puro como argumento y con renuncia absoluta de efectismos, detalles que en el
peor de los casos le quitan velocidad pero le compensan en prestigio.
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