Campolargo por partida doble, Rancho Grande
y San Antonio
RUBÉN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Es el toro principal protagonista del toreo. Sin su
consentimiento para el lucimiento, poco o nada trasciende lo que de él se
genere. Y para ello también debe de contar con su presencia, su sensación de
peligro aunado a un elemento en conjunto que llamamos “trapío”. Así de simple
es que de su éxito redunde el de toreros y su trascendencia de cara al tendido.
Este año la feria tovareña en honor a la Virgen de
Regla apuesta como lo ha hecho en los últimos años por ganaderías de
contrastado éxito en ruedos nacionales. Y lo resume en tres nombres en
concreto: Hugo Domingo Molina, Juan Campolargo y Edgar Varela respectivamente,
quienes lidian a nombre de Rancho Grande, Campolargo y San Antonio.
Hablamos primero de Campolargo por ser la que
recae en su mayoría la responsabilidad de la feria al lidiar en dos festejos
como son la novillada y una de las corridas. Toros de variada procedencia, tamizada
en los últimos años por la nobleza y recorrido, en su mayoría la alquimia de
bravura que ha logrado Don Juan en los tupidos llanos yaracuyanos de San Felipe
es garantía de éxito para los toreros a poco que entiendan sus almibaradas embestidas
les corten las orejas.
Una ganadería que ha escrito los más prolíficos capítulos
triunfales en ruedos venezolanos son sin duda alguna los hierros de Rancho
Grande y El Prado, además de La Consolación, que pastan en el páramo de Mariño.
Todos llevan el sello, personalidad y criterio de Don Hugo Domingo Molina quien
con la sangre Torrestrella que a comienzos de los ´80 tuvo a bien de traerse, además
de otras afluentes como Juan Pedro Domecq a través de vacas del obitado
proyecto que fue Somozagua, le ha mantenido en la palestra y predilección en
los grandes acontecimientos taurinos los últimos años en Venezuela.
Como todo en la cría del toro bravo, se sufre
rachas, buenas, regulares y malas; y a todas ellas ha sabido darles solución Don
Hugo, un aventajado en todos los ámbitos taurinos donde le ha tocado
desenvolverse. Y de seguro que para Tovar se traiga junto a su inseparable hijo
y “mano derecha”, Hugo Alberto Molina, lo mejor de Las Porqueras, para no ser
convidado de piedra en la gran cita taurina que implica este año la edición tovareña.
Y dejamos de cierre a la ganadería más novel y
prometedora como lo es San Antonio, el cual pasta en los empinados paramos trujillanos
de Carache. Una derivación directa del mencionado hierro de Rancho Grande y El
Prado, a través de vacas y sementales, esta ganadería prometió un halagüeño
momento cuando en 2017 hizo su estreno en la Feria del Sol con un encierro de
bandera. Pero de allí a la fecha, la irregularidad, así como la falta de esa
receta tan difícil que es conseguir en el toro bravo el recorrido y
nobleza aunado a un pizca de casta, han sido el común denominador para que este
hierro de nuevo tome la reválida de mantener ese sitial que hace falta para
nuestra exigua cabaña brava.
Como se podrá apreciar, es el toro el elemento más
importante de una feria y más como la de este año en la Sultana del Mocotíes,
donde apostamos de principio a fin por el éxito. Las circunstancia así lo requieren
y necesitan, sin olvidar además un elemento para los mencionados ganaderos en mención
que será sine quanon a la hora de
hacerse presente en los corrales de la plaza sus pupilos: el trapío armónico y
en especial la virginidad de astas, lo que sin duda alguna acrecentará su mérito
ya de por sí reconocido.
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