lunes, 23 de septiembre de 2019

FERIA DE SAN MATEO – TERCERA CORRIDA: Un petardo maquillado

El palco de la risa: un entonado Ureña desoreja en la prórroga a un sobrero de Domingo Hernández absurdamente premiado; Ferrera, sin suerte y borrado con los vacíos cuvillos.
 
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Logroño

Venía el cartel con más agujeros que la Puerta de Alcalá. Y al final fue un agujero negro travestido de éxito. La corrida, mírala, había quedado en un mano a mano entre Antonio Ferrera y Paco Ureña. Que había entrado en su día como sustituto de Roca Rey. La inesperada baja de José María Manzanares, anunciada hace cuatro o cinco días, no se cubrió hasta última hora. O no se cubrió. Y la idea del duelo entre los dos triunfadores de San Isidro quedó como solución final. Ya fuere como apuesta genial o como mal menor -a malas fifty-fifty-, la cosa no funcionó: la sangría de devoluciones en taquilla fue cruel. Imagino que especialmente para el prurito profesional y el honor de Ferrera y Ureña. Las miras del negocio a veces no son la de estrategia más torera a medio o largo plazo. Pan para hoy sin altura de miras. Al veterano extremeño le apodera el grupo ETMSA de Baillères; al lorquino, la casa de Simón. Quizá hubiera sido más sutil repartir culpas y camuflar la inevitable hemorragia con la cortina de humo de un tercero que asegurar las migajas del zurrón.

Todo esto por no hablar de la escalerita de cuvillos, cinqueños todos menos uno, que les dejaron atrás, si no la movieron, Manzanares y RR. Así como para despeñarse. No embistió ni uno. Entre la falta de raza y la ausencia de poder. O la carencia del poder que da la raza. Y la presencia escalonada del saldo. Un petardo sin fisuras. Por donde lo cojan. Un calcetín zurcido ya del revés. Una chapuza que la presidencia trató de maquillar en el tiempo de descuento: una vuelta al ruedo en el arrastre para el sobrero de Domingo Hernández de fácil manejo y dos orejas para la buena doma de Paco Ureña. Que lo llevó siempre muy tapado. A las 20:05 sonaban los oles más intensos de una tarde de una vaciedad absurda. Cinco series de derechazos tersos, ligados, bien trazados y amontonados por la escasez de finales del pegajoso garcigrande. Que seguía la muleta siempre puesta con su dudoso perfil y su carácter faldero. Lejos de la excelencia de Justo en este dorado septiembre para su camada. La contundencia de los pases de pecho elevaba de categoría las rondas. El paso leve por la izquierda evidenció que por la mano cara de Paco poco había. Un brevísimo minuto después Miliciano perdía la mirada en los tendidos como buscando palomas... Ese momento debió de sacar al presidente Manuel González González de su duda de conceder la vuelta al ruedo o no. La estocada desprendida con vómito le otorgó el argumento preciso para premiar con las dos orejas, pedidas, eso sí, por la desesperada plaza. Jodo con Logroño. En otras ferias suelen poner el túnel de la risa; aquí ponen un palco. Ureña salió a hombros. No creo que, en serio, nadie se crea nada.

Es verdad que en las muñecas de Ureña también se respiraron instantes felices con el castaño y vareado cuarto. Que tan lúcidamente entendió con su trato y tacto. Su zurda entonces sí que pudo dibujar un par de hermosas tandas de naturales muy avanzada la faena. Una estocada muy atravesada y dos descabellos desinflaron el frágil globo, pero no una petición amable y sin peso.

Esa fue toda la historia de la tarde. Ni un quite con semejante escombrera de Núñez del Cuvillo. Paco Ureña sostuvo la viga maestra del espectáculo (sic): las verónicas al fino segundo de fuelle mínimo tuvieron apresto y vuelo. Como cuando soltó su zurda desde los estatuarios de apertura. Luego, el cuvillo se hundió escarbando en su nihilismo.

Antonio Ferrera anduvo borrado no sólo por la nula suerte: su espada no viajó a ninguna otra parte que no fueran los blandos. Y eso que encontrarle las carnes a un raquitico e inválido burraquito, el único cuatreño, lidiado como tercero y protestado hasta la extenuación, no se hacía fácil. Como prueba de su gesto en solitario en la inminente Feria de Otoño de Madrid acongojó bastante.

A Ureña se lo llevaron a hombros así como para maquillar.

NÚÑEZ DEL CUVILLO - Antonio Ferrera y Paco Ureña

Plaza de La Ribera. Lunes, 23 de septiembre de 2019. Tercera de feria. Casi media entrada.

Toros de Núñez del Cuvillo, todos cinqueños menos el 3º; una escalera de triste presencia, ayuna de poder y raza; un sobrero de Domingo Hernández (6º bis), noblón por el pitón derecho, sin excelencias, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Antonio Ferrera, de azul pavo y oro. Estocada casi entera y baja (silencio). En el tercero, dos pinchazos y bajonazo infame (silencio). En el quinto, pinchazo y media estocada (silencio).

Paco Ureña, de rosa y oro. Pinchazo y estocada desprendida (silencio). En el cuarto, estocada muy atravesada y dos descabellos (petición y saludos). En el sexto, estocada desprendida (dos orejas). Salió a hombros.

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