El
palco de la risa: un entonado Ureña desoreja en la prórroga a un sobrero de
Domingo Hernández absurdamente premiado; Ferrera, sin suerte y borrado con los
vacíos cuvillos.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Logroño
Venía el cartel con más agujeros que la Puerta de
Alcalá. Y al final fue un agujero negro travestido de éxito. La corrida,
mírala, había quedado en un mano a mano entre Antonio Ferrera y Paco Ureña. Que
había entrado en su día como sustituto de Roca Rey. La inesperada baja de José
María Manzanares, anunciada hace cuatro o cinco días, no se cubrió hasta última
hora. O no se cubrió. Y la idea del duelo entre los dos triunfadores de San
Isidro quedó como solución final. Ya fuere como apuesta genial o como mal menor
-a malas fifty-fifty-, la cosa no funcionó: la sangría de devoluciones en
taquilla fue cruel. Imagino que especialmente para el prurito profesional y el
honor de Ferrera y Ureña. Las miras del negocio a veces no son la de estrategia
más torera a medio o largo plazo. Pan para hoy sin altura de miras. Al veterano
extremeño le apodera el grupo ETMSA de Baillères; al lorquino, la casa de
Simón. Quizá hubiera sido más sutil repartir culpas y camuflar la inevitable
hemorragia con la cortina de humo de un tercero que asegurar las migajas del
zurrón.
Todo esto por no hablar de la escalerita de
cuvillos, cinqueños todos menos uno, que les dejaron atrás, si no la movieron,
Manzanares y RR. Así como para despeñarse. No embistió ni uno. Entre la falta
de raza y la ausencia de poder. O la carencia del poder que da la raza. Y la
presencia escalonada del saldo. Un petardo sin fisuras. Por donde lo cojan. Un
calcetín zurcido ya del revés. Una chapuza que la presidencia trató de
maquillar en el tiempo de descuento: una vuelta al ruedo en el arrastre para el
sobrero de Domingo Hernández de fácil manejo y dos orejas para la buena doma de
Paco Ureña. Que lo llevó siempre muy tapado. A las 20:05 sonaban los oles más
intensos de una tarde de una vaciedad absurda. Cinco series de derechazos
tersos, ligados, bien trazados y amontonados por la escasez de finales del
pegajoso garcigrande. Que seguía la muleta siempre puesta con su dudoso perfil
y su carácter faldero. Lejos de la excelencia de Justo en este dorado
septiembre para su camada. La contundencia de los pases de pecho elevaba de
categoría las rondas. El paso leve por la izquierda evidenció que por la mano
cara de Paco poco había. Un brevísimo minuto después Miliciano perdía la mirada
en los tendidos como buscando palomas... Ese momento debió de sacar al
presidente Manuel González González de su duda de conceder la vuelta al ruedo o
no. La estocada desprendida con vómito le otorgó el argumento preciso para
premiar con las dos orejas, pedidas, eso sí, por la desesperada plaza. Jodo con
Logroño. En otras ferias suelen poner el túnel de la risa; aquí ponen un palco.
Ureña salió a hombros. No creo que, en serio, nadie se crea nada.
Es verdad que en las muñecas de Ureña también se
respiraron instantes felices con el castaño y vareado cuarto. Que tan
lúcidamente entendió con su trato y tacto. Su zurda entonces sí que pudo
dibujar un par de hermosas tandas de naturales muy avanzada la faena. Una
estocada muy atravesada y dos descabellos desinflaron el frágil globo, pero no
una petición amable y sin peso.
Esa fue toda la historia de la tarde. Ni un quite
con semejante escombrera de Núñez del Cuvillo. Paco Ureña sostuvo la viga
maestra del espectáculo (sic): las verónicas al fino segundo de fuelle mínimo
tuvieron apresto y vuelo. Como cuando soltó su zurda desde los estatuarios de
apertura. Luego, el cuvillo se hundió escarbando en su nihilismo.
Antonio Ferrera anduvo borrado no sólo por la nula
suerte: su espada no viajó a ninguna otra parte que no fueran los blandos. Y
eso que encontrarle las carnes a un raquitico e inválido burraquito, el único
cuatreño, lidiado como tercero y protestado hasta la extenuación, no se hacía
fácil. Como prueba de su gesto en solitario en la inminente Feria de Otoño de
Madrid acongojó bastante.
A Ureña se lo llevaron a hombros así como para
maquillar.
NÚÑEZ DEL CUVILLO - Antonio Ferrera y
Paco Ureña
Plaza de La Ribera. Lunes, 23 de septiembre
de 2019. Tercera de feria. Casi media entrada.
Toros de Núñez del Cuvillo, todos cinqueños menos el 3º; una escalera de
triste presencia, ayuna de poder y raza; un sobrero de Domingo Hernández (6º bis), noblón por el pitón derecho, sin
excelencias, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Antonio
Ferrera, de azul pavo y oro.
Estocada casi entera y baja (silencio). En el tercero, dos pinchazos y bajonazo
infame (silencio). En el quinto, pinchazo y media estocada (silencio).
Paco
Ureña, de rosa y oro. Pinchazo y
estocada desprendida (silencio). En el cuarto, estocada muy atravesada y dos
descabellos (petición y saludos). En el sexto, estocada desprendida (dos
orejas). Salió a hombros.
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