miércoles, 11 de septiembre de 2019

FERIA DE ALBACETE – TERCER FESTEJO: El sabio temple de Lorenzo

El toledano potencia las virtudes de un serio y buen toro de Daniel Ruiz y cuaja una importante faena que sólo el palco no reconoce ; Ponce también logra un trofeo; El Juli, sin suerte.
 
GONZALO I. BIENVENIDA
Diario EL MUNDO de Albacete

Albacete esperaba el primero de sus carteles estrella. Ponce por Roca Rey. Ambientazo. Un castaño y veleto toro de Daniel Ruiz cruzó como un rayo el ruedo de La Chata. Montado, con tanta potencia, que parecía cortar el vendaval que estaba arruinando la tarde. Álvaro Lorenzo soltó sus muñecas para torear por verónicas. El arrebato llegó en la media. Varios picotazos con mal tino afearon la suerte de varas. Iba y venía sin entrega ni ritmo hasta que recibió las órdenes de Rafael González. La brega perfecta. Los andares crispados de Lorenzo no pegan con la seda de su muleta. Puro temple toledano para enseñar al toro a terminar los muletazos por abajo, no con el gañafón final de las primeras series. Tan importante el dominio como la limpieza del trazo. La figura compuesta. Un cambio de mano por la espalda desembocó en un natural infinito. Asentado y sentido toreó entonces Lorenzo. Los circulares últimos coronaron la obra, no así el espadazo tan trasero. Se pidió con fuerza la segunda oreja pero la presidenta ni cambió el gesto.

No volvió la cara Lorenzo con el áspero sexto. Ancho de sienes, astifino, altote. El más desagradable del conjunto en su hechura y comportamiento. Con peligro sordo. Acudía al cite pero cambiaba la velocidad y soltaba gañafones con saña. Demasiado lo intentó Lorenzo que su actitud enfadada ahora cobraba sentido recordando la oreja sisada en su turno anterior.

Una oreja logró Enrique Ponce del buen cuarto. Que colocó sus pitones tocados arriba desde que apareció en escena. El maestro de Chiva se dobló en redondo con él para ahormar la embestida. Respondió el toro con una humilladora transmisión. Pese a la querencia evidente, no cambió de terrenos para zafarse del viento. La faena fue desordenada. Los bellos chispazos se intercalaban con probaturas, cites más allá de la pala y despegadísimos pases de pecho. De pronto un pase de la firma, un gran derechazo en redondo, también aquellos naturales. El toro a menos en su poder y cada vez a más en su calidad, hasta las poncinas. De nuevo el recurso genuflexo para mostrar su elegancia de siempre. Y el toro rompió a embestir en redondo, haciendo el avión, para soñar el toreo. La estocada, rinconera, resultó fulminante y desembocó en la cariñosa pañolada. Ponce había porfiado ante el primero que se acabó demasiado pronto.

El Juli pechó con el peor lote. Exigió desde el saludo capotero al sobrero que sustituyó al segundo tras hacerse daño en una mano. Entonado fue el inicio y las primeras tandas, pero una vez que se sintió obligado comenzó a sacar mal estilo, fruto de su geniudo fondo. Por el izquierdo se puso imposible. El noble quinto, bien presentado como toda la corrida, desarrolló una nobleza demasiado anodina. Juli trató de torearlo despacio, con la figura erguida, dejando pasajes de auténtica calidad. No transmitió nada el toro pese a los esfuerzos del madrileño. La polémica llegó cuando la banda eludió colaborar con la laboriosa labor de la figura madrileña.

DANIEL RUIZ - Enrique Ponce, El Juli y Álvaro Lorenzo

Plaza de toros de Albacete. Martes, 10 de septiembre de 2019. Tercera de feria. Tres cuartos de entrada.

Toros de Daniel Ruiz y un sobrero del mismo hierro (2º bis), serios, astifinos, cuajados y de juego desigual; a menos el 1º, sin fondo el 2º, bueno el 3º, enclasado el 4º, soso el 5º y malo el 6º.

Enrique Ponce, de buganvilla y oro. Tres pinchazos y estocada. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada baja (oreja).

El Juli, de nazareno y oro. Pinchazo bajo y hondo y un descabello (silencio). En el quinto, pinchazo, estocada trasera y dos descabellos. Aviso (saludos).

Álvaro Lorenzo, de canela y oro. Estocada trasera. Aviso (oreja con petición de la segunda). En el sexto, media estocada baja (silencio).

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