Las violentas cogidas de los debutantes Martín
Escudero y Joaquin Galdós dejan al torero de Fuenlabrada en solitario con una
novillada basta, fea y complicada; el
acero le deja sin un premio mayor de una oreja y una vuelta al ruedo.
Francisco José Espada |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Fotos: EFE
Fotos: EFE
Martín Escudero entró en la enfermería inconsciente.
La violencia de la voltereta había sido terrible. El manso abrupto de El
Montecillo lo cogió para reventarlo. Se
intuía. Por el genio del novillo en el caballo, por sus inciertos movimientos
en la fase previa de la faena, por la
disposición sin aspavientos de Escudero. Un cóctel molotov que estalló
cuando le presentó la izquierda. Uno se tragó. Puede que dos. Pero al tercero se venció directamente sobre el
cuerpo para elevarlo con un seco derrote. Y otro todavía en el aire con una
fuerza atronadora. Como la caída contra
el ruedo. Tembló la arena como una alfombra sacudida. Una cornada más le
tiraría con el cuerpo inerte del novillero,
que se presentaba en Las Ventas. Vaya monstrenco de enorme alzada para
el debut. No hay derecho. En manos de las cuadrillas, que le habían hecho el quite en un revuelo de
capotes, desmadejado y noqueado pasaba al hule del doctor García Padrós.
Quedaba la cosa en una mano a mano entre Francisco
José Espada, que estuvo valentísimo con el segundo novillo, y el otro
debutante, Joaquín Galdós. No se llegó a
estrenar el duelo casi. Con el capote, Galdós volaba por los aires y se
golpeaba con toda la gravedad de su peso
muerto contra el suelo. No reaccionaba en el suelo y el novillo de El
Montecillo campaba a sus anchas y volvía sin hacer caso a los capotes que pretendían el quite. La joven
promesa peruana pendía de los brazos de los banderilleros como el Cristo de
Dalí. Otro para la enfermería. A las
19:50 de la tarde, Espada se quedaba solo con toda la novillada.
Sí valiente había estado - infravalorado por la plaza-
con el novillo de Dolores Rufino que jamás humilló, solventó con oficio y
redaños con el morucho de cara paletona
que había mandado a la enfermería a Galdós. A Espada se le fue la estocada a
los bajos. No merecía otra cosa el
espantajo. De quitarles el carnet a los responsables de semejante
despropósito, partiendo por los veterinarios que siempre escapan de su responsabilidad, por activa o por pasiva,
hasta los profesionales (sic) que recompusieron la novillada rechazada de El
Montecillo con tal mal gusto. Y eso que
a Espada le apodera la empresa...
El corazón de la plaza en un puño cuando el único
torero partió hacia la puerta de toriles para recibir al cuarto. División de
opiniones en el tendido. Hay más tontos
que botellines en Las Ventas. Esto es para hombres, para tíos, para toreros
machos. Libró la larga cambiada F.J.
Espada a otro manso con hechuras de toro (feo) que saltó al callejón y
que lió un sindiós de órdago en banderillas. Espada no se arredró ante la coyuntura que algún necio traducía
por oportunidad... Y entendió al buey con las telas limpias y una izquierda que
halló los mejores momentos en naturales
de nota. Pero el utrero cantó la gallina -demasiado tardó- e inició el camino de
tablas. Pinchó una vez antes de irse tras
la espada. El pitón resbaló por el muslo. El acero hundido y la oreja que
todavía el presidente se la pensó. Manda huevos.
Qué toro de altisísima y zancuda alzada las del
quinto. Una negritud de 538 kilos en la tablilla oficial -por no pasar del tope
reglamentario de 540- y unas líneas
hechas a golpes. Francisco José Espada lo entendió de 10. Lo trató como si
fuese bueno. Y ese trato en su falta de clase
e incapacidad para embestir como los toros bravos lo agradeció. Cuando
lo tuvo en la mano, lo mató. Caída la estocada. Una petición mayoritaria. Y la nula sensibilidad del
presidente ante una situación tan especial. En línea con todos los atilas que
rodean a los novilleros en Madrid. La
vuelta al ruedo sirvió de respiro al chaval que estuvo como un hombre.
Un volatín dañó las condiciones del sexto, remiendo de
Dolores Rufino, de mejor aire. Noble comportamiento como último cartucho.
Suelto Francisco José Espada con cabeza
y corazón. La plaza con él hasta que se acabó la embestida. Una voltereta de
última hora. Se presentía el premio a
toda una tarde, no sólo a la templada faena, pero ahora sí que el bajonazo
pasaba la frontera de lo desprendido o caído para negarle un final feliz. Insalvable tan
horrible colocación. Ya se encasquilló con los aceros. Espada perdió el premio
mayor por su apellido. Pero no el
orgullo de haber resuelto una tarde durísima con una capacidad de hombre.
PARTE MÉDICO
MARTIN
ESCUDERO: ‘Traumatismo craneoencefálico con pérdida de
conocimiento y conmoción cerebral en observación. Policontusiones. Pendiente de
evolución neurológica. Será conducido a
la Clínica San Francisco de Asís. Pronóstico reservado que le impide continuar
la lidia’.
JOAQUÍN GALDÓS: ‘Traumatismo
craneoencefálico con pérdida de conocimiento. Pronóstico reservado que le
impide continuar la lidia’.
Fdo. Máximo
García Padrós.
FICHA DEL
FESTEJO
Monumental de las
Ventas. Lunes, 25 de mayo de 2015. Décimo octava de feria. Menos de tres
cuartos de entrada.
Novillos de El
Montecillo, de muy malas, feas y bastas hechuras; descastados,
moruchones, mansos y complicados; y dos de Dolores
Rufino Martín (un 2º que no humilló
y 6º de contador poder y noble). Se ha guardado un minuto de silencio por el
matador Sánchez Bejarano.
Martín Escudero, de turquesa y oro. Pasó inconsciente a la enfermería.
Francisco José Espada, de espuma de mar y oro. Dos pinchazos,
estocada y descabello (silencio). En el segundo, estocada y dos descabellos (silencio). En el tercero,
pinchazo y bajonazo (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada honda
(oreja). En el quinto, estocada caída
(fuerte petición y vuelta al ruedo). En el sexto, bajonazo, dos pinchazos y
cinco descabellos. Aviso (gran ovación de despedida).
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