martes, 26 de mayo de 2015

FERIA DE SAN ISIDRO 2015 - El líder que ya sólo busca la paz en el toreo

El Juli afronta hoy su primera tarde en la Feria bajo la lupa de la máxima expectación: un cartelazo completado por Morante y Sebastián Castella para lidiar toros de  Alcurrucén. Quiere pasar página de las guerras pero mantiene una permanente lucha interna entre lo que percibe y lo que quiere ser y transmitir.

ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna

En los corrales de La Venta del Batán jugaba niño Juli a ser torero, y se asomaba de puntillas a las corraletas donde pastaban los toros de San Isidro. Tan lejos y tan cerca,  porque 20 años no son nada, porque produce vértigo pasear por esta Escuela de Tauromaquia y vida con el hombre que en la cima sigue persiguiendo sueños. El Juli pierde  la mirada en los recuerdos del bullicio que por mayo alteraba la normalidad del sitio de su recreo. Años y años de la mano de su abuelo sin haber cumplido los 10 ni levantar  más de medio metro del suelo. Hoy, ya figura consagrada, si es que no ostentaba el peso de la púrpura desde novillero, líder a batir sin ser objetivo abatido, mantiene una  inquietud incendiada que lo abrasa con las llamas del inconformismo, una tortura interior entre lo que el mundo percibe y lo que quiere ser.

"Con eso he tenido muchos conflictos, porque por momentos caminé en sentido contrario a lo que sentía. La vida es a largo plazo y aquellas situaciones me sirvieron para  aprender. Pero en general hay mucha dispersión de conceptos sobre mí. Quizá vaya en mi contra la capacidad para hacer muchas cosas. Cuando eres más corto, y no lo  digo como connotación negativa, o limitado en tu concepto de torear, parece que ya quedas más definido. A los toreros de arte ya de entrada se les atribuye la sensibilidad.  Y a uno con capacidad y muchos registros le cuesta más ser catalogado. Aunque los sellos son muy complicados y a los toreros nos limitan mucho. No se me conoce del  todo".

Saluda a los chavales que cuajan de salón embestidas imaginarias bajo los pinos de la Casa de Campo, y se les enciende la admiración en los ojos cuando El Juli les tiende  la mano. Ellos sí perciben al ídolo sin armadura.

"Volviendo a lo de antes, si yo pudiera decirle a la gente cómo soy me gustaría explicarlo toreando. Es como más real puedo ser. Cuando toreando me invade la sensación  de plenitud, me gustaría decirle a quienes no me conocen 'yo soy esto'. Como los artistas se explican creando. Y yo no lo consigo llevar a mi vida, ni logro trasladar el  mensaje. Las palabras siempre se quedan cortas. Yo quiero ser Juli con el toro Cantapájaros de Victoriano del Río en Madrid. Ése soy yo".

La lucha interior de quien lo ha conseguido todo se manifiesta de nuevo y obliga a la pregunta: ¿Se siente reconocido? "Sí, sí. No necesito excesivos halagos ni me valen los  halagos con los que no me siento identificado. Conozco como nadie mis cualidades y mis defectos. Sé que la gente tiene la opción de valorarme las virtudes o atacarme por  mis carencias. Sí que creo que, con el tiempo, he abierto caminos en el toreo que luego se han seguido por otras tauromaquias. Aunque no me las reconozcan a mí". Hay un  hombre ardiendo ahí dentro. Un tipo en permanente rebelión.

Hablemos de Madrid, San Isidro 2015. En sus tardes se concentra la máxima expectación. Beneficencia y Miguel Ángel Perera, como postre; Morante y Castella, como  aperitivo; Victoriano del Río y Alcurrucén, como cuchillos. "Madrid es la plaza de mis sueños, la más difícil, donde menos porcentaje hay de triunfos pero a la vez la que más  me compensa. Pasaría por todas las tardes duras que hubiera que pasar con tal de poder expresar mi tauromaquia en plenitud, libre... Más que el triunfo batallado y al límite,  necesito esa otra vertiente. La entrega de Madrid es insustituible». ¿Y Perera? «Miguel Ángel es el torero más importante del año pasado, marcó las cotas más altas, la  mayor regularidad y en San Isidro puso tierra de por medio con los demás. El mano a mano de Beneficencia es un grandioso compromiso. Admiro sus valores y la hombría  que en determinados momentos ha mantenido aun a costa de su propio beneficio, lo que no ha sido igual en todos los compañeros...".

Guerras pasadas o no tanto. Guerras que se escriben con 'G' de G-10 o G-5, guerras que El Juli quiere olvidar en su nueva etapa con su nuevo apoderado, Luis Manuel  Lozano, guerras que transcendieron a su toreo, más crispado, veloz y violento. Juli es consciente de que todos aquellos frentes abiertos se transmitían en su muleta: "Sí, en el  aspecto sicológico te afecta. Vas a la plaza mediatizado por muchas circunstancias que te hacen sentir mal. Y a la hora de torear se notaba. Álvaro Domecq tiene  enmarcada una frase que dice que no puedes montar a caballo cuando estás enfadado. Torear es igual. Hay que estar libre y feliz. Y en los últimos años todo parecía una  pelea... Aquella cuestión que te lanzaban en tardes importantes justo antes de salir a la plaza: 'Hoy es cuando hay que demostrarlo'. ¡Si yo ya no tengo que demostrar nada!,  que afortunadamente en mi vida en la plaza he podido con todo, que yo no quiero que mi toreo sea eso. Aspiro a la profundidad, a la despaciosidad, a la armonía...".

El Juli es un líder natural, desde que se asomaba a las corraletas vacías hoy de toros en La Venta del Batán. ¿Pero tanta ha sido su influencia sobre sus compañeros como  se le ha, o le hemos, atribuido? "Pues a la vista de los resultados yo creo que no. Todos aportamos ideas. Algunas fueron mías y otras no. En lo que sí que he estado firme  siempre ha sido en cumplir los compromisos". Por aquellos días se generó la impresión de que las figuras querían el poder absoluto en sus manos. "No fuimos capaces de  generar una opinión. ¡Todavía hay quien me dice que no he toreado en Sevilla por dinero! Es que el que gana dinero es el que torea en Sevilla y yo ya llevo dos años sin  hacerlo...".

Y todo le ha quemado. Por eso, y no sólo por eso, ha querido pasar página. "Miro por mi carrera. Me quedan unos años, no sé cuántos... Ahora me duermo pensando en  cosas de torero y no en si tal empresa prepara una u otra estrategia. Lo importante es acertar con el camino".

Seguimos la ruta por la Escuela de Tauromaquia, la época en la que El Juli se relacionó como nunca con otros niños: "Respondí a todo. En ocasiones querría dar marcha  atrás para afrontar las cosas de otro modo, pero estoy orgulloso. Resolví en todas las plazas del mundo la falta de madurez con otras virtudes". ¿Querría esa infancia para  sus hijos? "Es un sentimiento encontrado. Yo volvería a vivir lo que viví y sacrificar todo por ser torero. Pero no querría que mi hijo sufriera lo que yo he sufrido". La  permanente lucha interna de El Juli. La contraposición de ideas y sentimientos. La insatisfacción. Sólo así se evoluciona.

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