El matador de
Barajas, que reaparecía tras las cornada y el triunfo del 2 de mayo en Madrid,
corta una oreja de ley y se inventa otra con su clarividente momento; la
corrida de Las Ramblas se hundió en su
segunda mitad.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Foto: EFE
Como una señal para el
nuevo Simón, no hacía viento alguno. Después de más de 10 días de vendaval
ininterrumpido, las banderas descansaban sobre sus mástiles. Podía echar las redes tranquilo. Los capotes no
temían los azotes navajeros ni las muletas los golpes traicioneros. Los toreros
tan 'sólo' debían ocuparse de entender al toro. Y López Simón no sólo lo entendió sino que
incluso se lo inventó cuando la nave zozobraba de su destino: la Puerta Grande
por la que merece resucitar.
Al matador del pueblo de
Barajas le ovacionaron al romperse el paseíllo por su reaparición en Madrid
después de la cornada y las orejas del 2 de mayo. La gloria pendiente. La enfermería como agria moneda de pago.
Simón la tiene ahora en la mano, la moneda, digo, y ayer volvía para cambiarla.
Y vaya si la cambió.
En frente, un toro veleto,
armado con un garfio como pitón izquierdo, un punto alto de cruz, pero generoso
de cuello y con una mansedumbre pacífica y obediente. Esa que a favor de querencia entendió López Simón con
el capote, la misma que le llevó al colorado y largo toro de Las Ramblas a
escupirse de los caballos.
El torero brindó a Zani
Monreal, 'culpable' de su rehabilitación contra el reloj. Y por alto y a dos
manos recorrió el camino de la boca de riego. Vertical y concentrado el
paso. Allí soltó la zurda con la fluidez
que hace correr el agua del toreo y despierta oles en catarata.
López Simón se ha
desencorsetado de las influencias que lo envaraban y se ha cuajado por otro
palo. Cabeza y redaños para atisbar la media distancia. La mano derecha conducía por abajo la embestida con el punto
mansito de quererse ir. Y por ello con un tranco más. Ligazón y estructura.
Enorme el pase de pecho. Todos los pases de pecho de la faena cobraron entidad de monumento.
Cuando quiso cambiarse la muleta por la espalda, después de una serie en la que
buscó el pitón contrario, así a pasitos como
camelan en Madrid, el toro le hizo hilo y lo derribó. Su condición quiso
que fijara la vista en tablas y le pasase por encima. Del percance regresó
Simón con la intención de la izquierda,
y bajo el '7' fue el trazo, la soltura y los riñones encajados. Otros obligados
enormes precedieron al broche de ayudados por alto. Una miscelánea torera
engarzada por bajo. Y la estocada
emprendida con rectitud de vela. Tanto como para atracarse con las dagas
merodeando el golpe bajo. Dolió el volapié. Mucha muerte en la estocada. Y una oreja maciza para celebrar la nueva
vida de Simón.
No veía nadie al altísimo
sexto por ningún lado... Más que por encima de las esclavinas. Pero López Simón
lo tenía claro desde el inicio tan toreramente sincero. Como su colocación y entendimiento para que el torazo
no le tocase ni una vez la muleta. Y encima le sacase series de enorme mérito.
Metido entre los pitones finalmente. De tal
modo que hacía especular con que en sus manos cualquiera de los otros
toros de la corrida de Las Ramblas, que se desfondó en su segunda mitad, habría
servido sin servir, por no hablar de los
que sirvieron. Tremendo el tipo. Sin una concesión. Manoletinas de despedida.
Pinchazo y estocada por derecho. Y la oreja. Y la Puerta Grande debida, pendiente desde que floreaba mayo para un
torero que ha madurado increíblemente.
La tarde se había templado
bajo un cielo encapotado, y tan templado como la tarde se presentó un castaño
cinqueño de Las Ramblas. David Galván se presentó pronto con el capote y, aprovechando las sueltas idas y
venidas, lanceó a pies juntos hasta los medios, donde dibujó una media verónica
con cadencia y una revolera. A las recortadas y
bajas hechuras del toro se sumaba una fijeza extraordinaria. Y así se
vio en un quite de Galván por gaoneras bien traídas y otro con el capote
también a la espalda de Víctor Barrio
por saltilleras.
Galván colocó la montera a
sus pies y estrenó la faena con una dosantina antes de obligar por la derecha
demasiado a un toro que con lo justo había abandonado el caballo y que quería a su altura la templanza. La
encontró DG en la izquierda con pausa y elegancia. Un corte bueno de torero, a
lo peor con un aire de matador veterano. Elogio de doble filo. En las manoletinas de despedida
sobrevino la voltereta incruenta, casi encunado sin violencia el cuerpo por
delante. Un aviso sonó antes de matar para saludar después la ovación. El inmenso cuarto, de una
alzada descomunal, no ayudó en nada con su sangre aguada. Galván perdió la
noción del tiempo.
Víctor Barrio se clavó en
el centro del platillo para recibir al negro segundo. La pretensión de la
quietud no se materializó. Manseó el toro. Un farol de rodillas antecedió a
un galleo por chicuelinas. Y la
respuesta de Simón por Chicuelo again y una larga cambiada de rodillas. El
ejemplar de Daniel Martínez tenía un buen inicio de muletazo a falta de final y un ligero punteo. De rodillas el
prólogo en redondo y muchas series más derechazos que querían ser largos y
acababan enganchados. El epílogo de obra con la
muleta más retrasada, más reunido el torero en medios muletazos, dio con
la tecla. Pero ya era tarde. Lo mejor la estocada. Como con el quinto que sí
que de verdad no dio opciones con sus
constante reposición. En manos del nuevo Simón, a saber. Una marabunta lo
esperaba en la otra orilla de la arcada de la gloria.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 24 de mayo de 2015. Decimoséptima de
feria. Menos de tres cuartos.
Toros de Las Ramblas, serios
en sus muy distintas y desiguales
hechuras; bueno por el izquierdo el bajo y recortado cinqueño 1º; noble
y de mejor inicio de muletazo que final el 2º; mansito pero obediente y con
viaje el 3º; el altísimo e imponente 4º
vacío y desfondado; un 5º que reponía; un alto 6º sin humillar, sin celo y sin
maldad.
David Galván, de verde botella y
oro. Estocada. Aviso (saludos). En el cuarto, tres pinchazos y dos descabellos.
Aviso (silencio).
Víctor Barrio, de azul marino y
oro. Estocada (silencio). En el quinto, estocada algo atravesada (silencio).
López Simón, de azul marino y
oro. Estocada pelín rinconera (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada
(oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande.
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