martes, 12 de mayo de 2015

FERIA DE SAN ISIDRO – CUARTA CORRIDA DE ABONO: La psicosis de una dura gayumbada de Pedraza de Yeltes

Juan del Álamo saludó la única ovación con el mejor toro de un manso y difícil sexteto con una media de 600 kilos; Paco Ureña fue cogido en  tres ocasiones y atendido en la enfermería.
Juan del Álamo
ZABALA DE LA SERNA
@rubenvillafraz
Fotos: EFE

Una psicosis del toro se apoderó de la plaza desde que apareció por chiqueros aquella mole de 626 kilos. No una mole exactamente, sino  un tanque tremebundo del ejército de Pedraza de Yeltes. Casi más retinto que colorado propiamente descrito, su alzada se elevaba como  una rampa de lanzamiento que desembocaba en aquella cabeza de misiles al viento. Qué torazo. Y con qué bravucona violencia se movía.  En el caballo de Fernando Sánchez se estrelló en dos soberbios puyazos. Del segundo se soltó. Otro Fernando Sánchez, el tercero de la  cuadrilla de Javier Castaño, le sopló un par de banderillas espléndido. Y, entre medias, Paco Ureña se tragó un quite por chicuelinas de  atragantón. El torazo embestía con todo. Como en tromba. Y allí se fue Castaño con su muletita. Ni por alto ni por bajo el inicio. Y el tren  pasando por allí con toda su altiva testa. "¡Por abajo, Javier!", le gritaron al torero. ¡Al pobre Castaño, que ya veía pasar toro aquello por  arriba! Sobre la derecha, la bestia tenía un tope de tres muletazos con reacciones opuestas: o se abría o se vencía con todo por dentro. En  una de estas, un desarme y a correr. Por la izquierda guardaba una bala en la recámara para el cuarto pase de cada serie. JC se debatía  entre el paso adelante y el instinto de conservación. No se creía que el toro de Pedraza fuese entregado nunca aunque se estirase en la  muleta. Ni yo. Un esfuerzo más y a matar. Cuando sintió la muerte, la llamada de los toriles se impuso... El bravucón chicarrón del Norte  confesó en el último aliento las dudas sobre su género.

Otro torazo como para Pamplona se metió Javier Castaño entre pecho y espada: 639 kilos que le echaron un pulso al caballo hasta  derribarlo. Imposible fue volver a ver otro puyazo en la contraquerencia. Necesitaron 15 minutos para desvestir al jaco, con más enaguas que  la fallera mayor. El picador de puerta, a lo tonto, se hizo cargo. Faltó iniciativa y descaro para mover el caballo y picarlo entre el '1' y el '10',  donde antiguamente. Otero y Sánchez lo bordaron con los palos entre alegrías y ovaciones. La papeleta le quedó a su matador con aquel  manso infumable. Qué duro hasta su muerte en chiqueros...

A Paco Ureña su toro le dio hasta en el DNI. Cuando le propuso la izquierda, lo arrolló con la inercia de la mansedumbre. Y en el suelo le  zurró por todos los puntos cardinales de su cuerpo. Una y otra vez. La voltereta sirvió para que Ureña se enfibrase y se arrimase como un  desesperado. Trataba de rematar un pase de pecho cuando un pitonazo a la espinilla le dinamitó todos los machos. Una cosita aquel  colorao sin fijeza, distraído y orientó con un sexto sentido. Se ensimismó Ureña por manoletinas ante de matar con habilidad por los blandos.  Y se metió en la enfermería.

Juan del Álamo, que ya había intervenido felizmente en un quite en el toro de su compañero, volvió a volar el capote con soltura y temple. El  toro traía una finura mayor y dos dagas. Pero a su aire tomaba los vuelos. A su aire era la clave que entendió Del Álamo. A su aire y en línea  con la muleta después de un prólogo muy torero de trincherillas, ayudados y pases del desprecio. La inteligencia de Juan de Salamanca se  interpretaba como tunantería o falta de compromiso por los sectores más volcados con el buen toro, generosamente lucido en larguísimos  muletazos por las dos manos. Tan largos como de holgado embroque. El diapasón bajó enteros entre los que exigían la curvatura y los que  vivían felizmente las líneas. Cuando Del Álamo quiso dar gusto a la conspicua afición, se vio que se trataba de un imposible y la rueca se  produjo sin solución de continuidad. Lo que soliviantó más a los tendidos en gresca. Ni saludar le dejaron tras una estocada delantera.

Como Ureña no volvía de la enfermería, se corrió turno para que Juan del Álamo despachase un buey de 686 kilos. Como para ponerlo a  arrastrar piedras en Euskadi, oye. Se desfondó muy sangrado entre su tonelaje. De Álamo lo pasaportó de una estocada sin poder hacer  nada.

Salió Paco Ureña recompuesto para matar un sexto de altísimas hechuras y casi 600 kilos, que fue la media del corridón de Pedraza de  Yeltes. Una gayumbada que dejaba chicas aquellas de los agostos ochenteros. Desde aquella altura embestir se hacía harto difícil, así que el  torazo iba por el palillo de la muleta de Ureña en la derecha y se revolvía por la izquierda. Ureña se fajó hasta volver a caer entre los pitones  con el reloj y la brújula perdidos.

FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Martes, 12 de mayo de 2015. Quinta de feria. Menos de tres cuartos de entrada.
Toros de Pedraza de Yeltes,  tremebundos, enormes y muy armados; duro un bravucón 1º que finalmente cantó la gallina; manso y orientado el mirón 2º; bueno a su aire el  más fino 3º; manso infumable el 4º; parado y desfondado el 5º; por el derecho y sin humillar se dejó el 6º sin estilo.
Javier Castaño, de nazareno y oro. Pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada atravesada y  varios descabellos. Aviso (silencio).
Paco Ureña, de azul marino y oro. Estocada caída (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Juan del Álamo, de blanco y plata. Estocada delantera, rinconera y tendida. Aviso (leve petición y saludos). En el quinto, estocada (silencio).

PARTE MÉDICO / Paco Ureña: Puntazo sobre la cresta ilíaca derecha y puntazo con hematoma en músculo anterior. Pronóstico leve que no le impide continuar  la lidia.
Javier Castaño

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