Torea hoy su primera
tarde en San Isidro en el cartel de más expectación, con Morante y Castella.
ROSARIO PÉREZ
Diario ABC de Madrid
Es el hombre de apariencia
tranquila que por dentro porta un auténtico oleaje de inquietudes. Cuando
encuentra algo, busca más allá. En la vida campera de su finca extremeña, Madrid aparece siempre como
paisaje de fondo. Esta temporada cuenta con dos retos de alto voltaje en un dúo
de tardes que fueron las primeras en agotar las
entradas.
-Monumental de las Ventas.
En su ruedo está el paraíso.
-¿Y el infierno?
Se encuentra al lado: la
tragedia, el fracaso, la impotencia, el miedo… Junto al éxito, está todo eso.
-Alcurrucén y Victoriano del Río. ¿Por qué?
Son las dos ganaderías con
las que salí a hombros en Madrid y de las que más triunfos han propiciado en
los últimos años. Con las dos puede salir el toro que necesito para triunfar como quiero en Madrid. Creo que son
las de más garantías.
-¿Cuál es el mayor defecto en un toro?
Los toros tienen que tener
defectos como las personas. Yo me fijo en las virtudes, en que quiera embestir,
que tenga un mínimo de colocación, que esté metido en la muleta y lo lleves toreado. Me gusta dirigir la embestida
y no que tenga el viaje hecho. Esos toros son más difíciles de torear, pero
luego son con los que más te sientes, porque
llevas el ritmo y la velocidad, tienen algo diferente. No me llena el
que viene por inercia.
-Actúa en dos carteles estrella, uno de ellos en Beneficencia, mano a
mano con el máximo triunfador de 2014.
Es una responsabilidad muy
grande. Miguel Ángel Perera fue el que mejor temporada hizo, aparte de su
triunfo histórico de Madrid. El nivel que mantuvo fue superior al de los demás. Torear mano a mano con él, en el
escenario donde marcó la diferencia, es un gran compromiso. Tiene tintes
emocionales, porque es mi ahijado, lo admiro y
respeto, y le tengo una estima extraordinaria. Cada vez que toreamos
juntos el ritmo que nos imponemos es bestial. Además, la Beneficencia es la
corrida más importante del año, y la de
Alcurrucén, con Morante de la Puebla y Sebastián Castella, otro plato fuerte de
la feria.
-El «no hay billetes» está asegurado en ambas corridas.
Al final, el toreo es más
por lo que pase después que por la expectación que despierta.
-¿Se siente más guerrero o más artista?
No considero que el toro y
yo mantengamos una pelea. Para mí es una especie de diálogo, una conversación,
una compenetración para someterlo sin agresividad, unas veces con más rotundidad y otras con más
arte, como si fuera una mujer a la que hay que enamorar, llevarla a tu terreno.
Desde que sale al ruedo, es una relación.
-¿Cómo el amor?
Torear duele como amar.
-La prohibición de las manifestaciones antitaurinas a las puertas de la
plaza garantizará cierta paz.
Mire, esa violencia es una
de las incongruencias de los que que dicen defender los derechos de los
animales. Entiendo que a alguien no le gusten los toros, porque es una expresión artística dura y real, pero desde
el respeto, algo que se ha perdido. En las redes sociales me dicen salvajadas.
¿Cómo me puede llamar violento una persona que
está deseando que me mate un toro y que insulta a mi madre? Hay mucho
desconocimiento. Cuando venga un antitaurino y me diga que ha visto cómo vive
el toro, cómo vive un torero, que haya
visto obras artísticas, pues fenomenal. Pero gente que se mueve por tópicos
absurdos e irreales, como que al toro se le droga... Los toros son un espectáculo donde hay aplausos y pitos, pero
nada de manifestaciones violentas.
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