«Castellano» embebido en la muleta de Román |
VÍCTOR
DIUSABÁ ROJAS
@vdiusaba
Fotos:
Santiago Osorio - EFE
La Feria de Manizales vivió una de sus tardes más
memorables de los últimos tiempos, gracias a una seria, brava y encastada
corrida del hierro de Santa Bárbara, y a la torería y firmeza de los
alternantes Manuel Jesús El Cid, Román Collado y Juan Sebastián Hernández,
quienes cosecharon ocho orejas, dos de ellas simbólicas de un indulto
concedido.
La plaza hecha al final una sola ovación, mientras
toreros y ganaderos se iban por la puerta grande, era la mejor imagen de tres
horas y media de emociones. Durante ellas, la bravura de los toros de Santa
Bárbara y las expresiones toreras de Manuel Jesús El Cid, Román Collado y Juan
Sebastián Hernández habían escrito una página de oro en la historia de la
Monumental local.
Ocho orejas, dos de ellas simbólicas, son el
compendio de una serie de capítulos que tuvieron, cada uno sabor propio, así:
En el de la alternativa, Juan Sebastián Hernández
topó con un toro a cuál más bello que noble. Además, a lo largo de toda la
lidia fue todo humillación. Quizás un defecto, el haberse visto tentado a buscar
refugio en los adentros. Con esos elementos de un lado y las ganas del
toricantano del otro, se dejó venir una faena más compuesta que honda, pero
igual capaz de generar sensibilidad y traer la primera oreja de la tarde.
Vino enseguida un faenón de El Cid como para
meterlo en los anales de esta Feria y de muchas. Porque hubo arte y porque
sobró emoción. Arte de El Cid en ese capote templado y, luego, en las series
sentidas en las que afloró una y otra vez ese natural tan suyo con el que se
hizo lugar durante tantos años en este ruedo. Y emoción pura del toro. El
espadazo monumental mereció otra suerte porque no tuvo resultado inmediato.
Oreja y vuelta al ruedo al toro.
Román no contó con la suerte de sus compañeros de
terna en esa primera mitad del festejo. El suyo, tercero en turno, anduvo
escaso de fuerza e incluso con un problema en la extremidad anterior izquierda
que le limitaba para emplearse a fondo. Además de ser corto de embestidas. Pero
ahí estaba Román y su determinación infinita con la que deja huella por donde
pasa. Al final, hubo una lidia acorde con las condiciones de su enemigo y un
trofeo a la entrega y a la voluntad.
En el de su despedida de este ruedo, cuarto de la
corrida, El Cid estuvo excelso con el capote, en una lección de cómo se lleva
un toro de adentro para fuera con la verónica como recurso. Y si faltaba
apuntarlo, lo repitió en un quite de la misma marca. Tras brindar al director
de Cormanizales, Juan Carlos Gómez,
y a los acordes del pasodoble de la Feria, el torero de Salteras disfrutó de
las bondades del ejemplar por su pitón derecho, donde fue más franco. No así
por el izquierdo, inviable casi siempre del encastado hijo de Santa Bárbara. El
Cid hirvió, tanto como la plaza, y como el toro bravo y encastado. Dos orejas y
hasta siempre.
Al quinto, negro, lo recibió Román con larga
cambiada y la intención de meterlo en la historia de una corrida que a esa
altura ya cotizaba en la bolsa. Y de rodillas se puso para iniciar con la
muleta para ver venir la embestida y el tono encastado del animal. Muleta larga
y sitio hicieron el resto en una obra colosal de parte y parte. Y el indulto
para mantener la tarde arriba, donde siempre estuvo.
Y no hubo garbanzo negro, porque el sexto también
salió a ondear la divisa como ya lo habían hecho sus hermanos, en lo más alto
de la plaza. La faena tuvo altibajos pero nunca paso atrás del recién
alternativado. Oreja y puerta grande para todos, comenzando por los
protagonistas, seguidos de una plaza loca de alegría. / EFE
FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Santa Bárbara, muy bien presentados, bravos y encastados. Fue
indultado el quinto de la tarde, «Castellano» de nombre, con el #931.
Manuel
Jesús El Cid, malva y oro. Entera
y oreja. Pinchazo y espadazo, dos orejas.
Román
Collado, rioja y oro. Espadazo y
descabello. Oreja. Dos orejas simbólicas.
Juan
Sebastián Hernández, blanco y
oro. Espada efectiva y oreja. Pinchazo y entera, oreja.
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