A
plaza llena El Juli cierra la feria, cumple su encerrona, deleita en la segunda
mitad, corta tres orejas y sale a hombros. El Piña se retira tras treinta y dos
años de banderillero. Encierro deficitario en casi todo.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
@jadir45
Foto:
Camilo Díaz
El cartel congregó la mejor entrada de lo que va
de la temporada colombiana. En la soleada tarde, gentes de todas partes
desbordaban el aforo y el buen rollo. Pancartas con el nombre del torero,
brindis, gritos y gran ovación recibida en los medios al deshacer el paseíllo.
Pero comenzaron a salir los ernestos,
terciados, gachos, capachos, cornicortos, nobles, mansurrones y todos tuvieron
que poner mucho de su parte para mantener el tono festivo. Y más que todos, el
matador quien se esforzaba tanto que a veces atropellaba.
Tuvo dos actos la obra, cada uno de tres toros. El
uno de pocas emociones y el otro muy festejado. Julián recibió al primero de
rodillas cambiando con larga y arrancando la primera exclamación. Hasta ahí
todo era ilusión. Pero pronto, desde los primeros quites, el capacho “Triguero” soseó sin el menor ánimo de
meterse en fiesta. Las cacerinas del quite, que aquí tocan fibras nostálgicas,
no calaron. Tampoco el brindis al público. La rajada y la estocada pasada
cerraron el desabrido prólogo.
El segundo muy noble se presta. Plomares resulta
ovacionado por no picarlo. “El Piña” que se despedía saluda por un certero par
y El Juli tras los cuatro primeros muletazos genuflexos, bastante estirados, se
dejó llevar por el deseo hasta el trompique, la premura y la vulgaridad. Los
dos pinchazos y la espada trasera callaron la pasión torerista.
Para completar la primera mitad, el tercero dio un
salto casi mortal en los primeros lances que lo quebrantó definitivamente.
Clovis, consciente de lo poco que había quedado del accidente, le rozó apenas
con la puya, pero no sirvió de nada. Se cayó, se levantó y caminó muerto en
vida, dócil tras la alta pañosa que lo atendía compasivamente. Una en hueso, y
otra toda, pero traserita le sacaron de penas, mas no evitaron que algunos
incomprensivos pitaran el arrastre del accidentado mientras ignoraban al torero.
Telón y merienda, con largo barrido del ruedo por
los pacientes areneros. Eran casi las cinco. Se nubló y parecía que la tarde se
hundía en el marasmo, cuando saltó “Guacamote”,
cornicorto, gacho y anovillado. Torres lo midió solícito. Volvió a salir el
sol, Julián se puso de frente con el compás abierto y unció el galope largo a
cinco derechas redondas y otros cinco iguales y el circular completo y cinco
naturales perfectos, y otros cuatro y otra vez el circulo mágico que hizo
bramar de gozo la Monumental. El toro tira clase y el trapo le da brillo. El
toreo se hace orbitario en doble sentido y el habitual pasodoble excepcional es
recibido con un rugido de gol de campeonato y el corrinche crece hasta la
igualada. Pero el pinchazo, la estocada inocua y el descabello indispensable
bajan el premio a la mitad y le dan al noble Gutiérrez los honores de la vuelta
al ruedo.
Con el quinto, el vareado “Flautista” dos kilos apenas por encima del mínimo reglamentario,
los lances de recibo no lograron alegrar. Ospina le aplica una intradérmica
trasera, estimulante al parecer porque las espaldinas, cordobina y larga del
quite las tomó con más brío. Tarda en el cite a medios y repite a una trinchera,
dos cambios por pecho y espalda, una derecha y el forzado que pusieron las
cosas en modo jolgorio. Tandas muy ligadas, bajas y templadas, con el morro al
suelo y la muleta saliendo bajo la pala de los pitones. Una, dos, tres, cuatro
series largas y dele que es una dicha mientras la banda soplaba a todo pulmón y
la gente jaleaba idem. Pero el negro se fue a las tablas donde siguió el p´allá y p´acá. El acero completo derribó sin atenuantes, los dos pañuelos
presidenciales flamearon en lo alto y los restos del pastueño fueron
aplaudidos. El triunfo estaba consumado.
La tarde arriba. La gente pide al Juli
banderillear el sexto. Accede y borda un tercio, de poder a poder, al sesgo y
al cuarteo celebrado con estruendo. Luego, “Barbazul”
toma fijo los ocho por alto a pie firme. Pero en la siguiente tanda escapa y de
allí para delante, la faena fue una laboriosa operación de búsqueda y captura.
La porfía resultó ingrata y ni el molinete y el de costado rodillas en tierra,
ni toda la sapiencia y técnica del maestro podían convertir el agua en vino.
Una en hueso, tres cuartos de la toledana ineficaces y un descabello firmaron
la encerrona.
Después del cortejo que sacó a hombros al matador,
los banderilleros se echaron a “El Piña” y lo pasearon por el ruedo en honor a sus más de tres
décadas de honorable carrera. Tal fue el epílogo de la gran feria que tuvo de
su lado el clima, el púbico y la formidable organización dirigida por el doctor
Juan Carlos Gómez. Mis respetos.
Ernesto
Gutiérrez estuvo lejos de sus habituales triunfos. Sin embargos dos
toros aplaudidos y otro de vuelta al ruedo no pueden interpretarse como un
fracaso. Los que pagan avalaron el encierro. Cómo contradecir eso.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado 11 de enero 2019. Plaza Monumental de
Manizales. 7ª de feria. Sol y nubes. Lleno.
Seis toros de Ernesto Gutiérrez (en Santacoloma-Murube), nobles, de poco cuajo,
pobres caras y escasa bravura. Al 4° “Guacamote” de 500 kilos, N° 278 se le dio
vuelta al ruedo. Aplaudidos en el arrastre: 2° y 5°
El
Juli, silencio, silencio,
silencio, oreja, dos orejas y palmas.
Incidencias: El
Juli salió a hombros. *** Wilson
Chaparro “El Piña” saludó tras parear el 2º y al final de la corrida se
retiró siendo sacado a hombro.
Wilson Chaparro “El Piña” |
Don Miguel Gutiérrez, titular del hierro de Ernesto Gutiérrez Arango (su padre) junto a sus niestas e hijas, en el puesto de honor de ganadero del día. |
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