VÍCTOR
DIUSABÁ ROJAS
@VictorDiusabaR
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Fotos: Camilo Díaz
El diestro colombiano Luis Bolívar resultó
triunfador de la cuarta corrida de abono de la Feria de Manizales, en el centro
de Colombia, al cortar las dos orejas al segundo ejemplar de la corrida de la
ganadería de Juan Bernardo Caicedo, para hacerse al pasaporte de la Puerta
Grande de la Monumental.
Los toros del hierro que pasta en inmediaciones de
la Sabana de Bogotá fueron sosos y escasos de fuerza en general, con la
excepción del segundo de la tarde. Los españoles Enrique Ponce y Pablo Aguado
no obtuvieron trofeos.
Un nuevo suceso de los toreros colombianos en la
65ª Feria de Manizales. Esta vez a cargo de Luis Bolívar, quien desorejó al
segundo de la tarde, en faena madura y exquisita.
Todo comenzó con el valenciano Enrique Ponce,
quien se abrió de capa y temple ante un toro que apuntó a ser justo de fuerza y
de fondo. Y así se comprobó en la muleta donde se iba de manos de manera
permanente. Pero Ponce se las arregló para mantenerlo en pie y templarlo en
viajes cortos. Faena de lidiador. La técnica mandó y abrió espacios a ratos de
arte. Pinchazo y saludo desde el tercio.
Muy pronto, Luis Bolívar retó al toro en los
medios, donde el de Juan Bernardo Caicedo aceptó dar pelea. Ahí sobrevino el
primer momento importante del turno, en un quite de pies firmes de Bolívar que
encontró respuesta en los tendidos. Tras brindar a los asistentes del casi
lleno que registró la Monumental, electrizó con cambiados por la espalda. Y
luego lo llevó templado en pases largos que encarnaron poder. Y si los
derechazos tocaron la sensibilidad de todos los rincones de la plaza, los
naturales no se quedaron atrás. Faena grande. Espadazo y dos orejas.
Una verónica de esas que se quedan para siempre
sirvió de buenas tardes para la llegada de Pablo Aguado al corazón de los
manizaleños. El toro, tercero de la corrida y corto de fuerza, fue noble y con
calidad. Para seguir los vuelos de la muleta, puesta a media altura. El fondo y
los detalles se sumaron para obtener el favor popular, ante una pieza hecha de
belleza y sentimiento. Pero la espada no pudo redondear la obra. Palmas tras aviso.
Enrique Ponce recogió a su segundo enemigo con
lances que dejaron ver el recorrido largo de este. Al menos en esas suertes
iniciales. Pero todo quedó a mitad de camino cuando el animal se malogró y la
Presidencia ordenó su devolución. El bis padeció de sosería desde un principio.
Aparte de salir suelto. Surgió entonces la operación salvación a cargo de
Enrique Ponce. Primero, hecha con suavidad, la que en realidad llevaba envuelto
el mando en los vuelos del trapo rojo. Hizo cuanto pudo para sostenerlo en
terrenos dignos, más no fue posible, porque el toro se rajó. Pinchazos y
descabello. Ovación.
El quinto fue devuelto por problemas en una de sus
extremidades, al igual que su hermano. Llegó entonces el quinto bis, que
irrumpió con ímpetu en la arena y se atoró luego en los bajos del caballo hasta
producir un tumbo involuntario. Luego del brindis a Enrique Ponce lo citó de
largo para verlo, hincado, llegar a su jurisdicción. De la aparente raza
inicial, y a veces el genio, el toro se fue quedando escaso en sus embestidas
para rayar enseguida en la violencia excesiva. Lo cogió al entrar a matar, sin
mayores consecuencias. Ovación.
Quedaba el sexto, un jabonero sucio de pelaje. Con
clase, Pablo Aguado sirvió de enfermero para sostener en pie al animal, sin
abandonar su línea clásica y su arte caro. Hubo muletazos en cámara lenta. Pero
la espada no entró. / EFE
FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Juan Bernardo Caicedo. Desiguales de presentación y con pocas
opciones por su sosería y falta de fuerza. El quinto tuvo genio.
Enrique
Ponce, azul pavo y oro, pinchazo
y dos intentos de descabello. Saludo desde el tercio. Dos pinchazos y
descabello. Ovación.
Luis
Bolívar, azul turquesa y oro.
Espadazo y dos orejas. Espadazo y ovación.
Pablo
Aguado, berenjena y oro.
Pinchazos y media espada. Palmas tras aviso.
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