Ante
lleno aparente, una inspiradísima faena del manizaleño y otra maestra del
francés alumbran el festival nocturno en que Ponce saludó. Encastado encierro.
Sebastián Castella |
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Foto: Santiago Osorio - EFE
Noche fresca, luna llena, plaza idem, faroles,
procesión, sermón, devoción a tope, siete toreros, cuatro horas de festejo y
nadie se rajó. Las reses de Gutiérrez, todas encastadas, ninguna mansa, se
batieron con distinta clase. Mejor el quinto, bravo y noble al que se le dio
vuelta al ruedo.
José Arcila salió a lidiarlo con una losa sobre
los hombros. Era la única oportunidad en la feria de su tierra, pero además
porque Castella acababa de subir muy alto el listón desorejando al cuarto y
arrobando la clientela. Como si nada, dueño de sí mismo y de todo, dio rienda
suelta a su inspiración en la interpretación del excelso “Religioso”. Desde su
mecido introito de capa y el quite por salitilleras, hasta el trincherazo final
de la igualada, todo, todo fue preciso, elegante, oportuno, contenido, torero,
veraz y creativo.
Brindo por los paisanos y pintó de goyesco la
noche sacando una silla, sentándose en ella y ligando cuatro muletazos, tan
relajados como si estuviese viendo televisión en la sala de su casa. Ya de pie
se llevó al toro y a la plaza entera por un viaje fantástico lleno de imágenes
y de secuencias avasallantes. Cuerpo a plomada, cabeza fría, corazón caliente,
muñeca firme, talones enterrados. Y el otro, noble, pronto y codicioso yendo y
viniendo, en redondo y en círculos interceptados por cambios de manos,
molinetes rodilla en tierra, trincheras, pechos y cambios. Sonaba el inefable
“Feria”, el escándalo se oía hasta en Villlamaría y la petición de indulto se
agigantaba, pero la estocada delantera puso fin a la obra y dio paso al despelote
de la celebración.
Cuando la cosa había ido de discreta para bajo en
los tres primeros encopetados turnos, Castella, que anda en plan mandón echó la
noche arriba, reconcentrado, sin concesiones, impuso su ley al enrazado cuarto
que acometía fiero exigiendo autoridad. Los lances a medios comenzaron a
mostrar quien la ejercía. Sin embargo, el gran Cayetano es tumbado. El quite de
chicuelinas reivindica y Emerson y Alex con los palos enlucen saludando. Luego,
toreo del bueno, del quieto, del cierto, largamente, de un lado y el otro. Todo
el poder para el francés. La espada completa trasera pero letal cortó las dos
orejas la cordura del respetable.
Enrique Ponce, como es él. Tuvo la mala fortuna
que el fuerte y hemorrágico puyazo resultó demasiado para su animal tirándolo a
menos. La justa fama de resucitador no logró el milagro esta vez y cuando
pinchó, estoqueó caído, y sonó el aviso, la ovación fue lo único que los fans
tuvieron para ofrecerle.
El Juli, por lo mismo. La dura vara no solo bajó
los humos del codicioso, sino su acometida y viaje. A toro cada vez más quedado
el maestro trasteo tampoco devolvía lo perdido. Cuatro pinchazos una estocada
pasada y un aviso fueron el inusual epílogo para el genio de Velilla.
El Cid, Que se había despedido hace dos días,
regresó a este festival por los niños enfermos. Estupendo en su lanceo, con la
muleta capeó gazapeos, cabezadas arriba y tardanzas en una brega sudada y
voceada. El espadazo trasero, tendido, contrario y los tres crucetazos fueron
silenciados.
El caleño David Martínez, hizo una faena
parabólica. Ascendente en el primer tercio, culminante en el segundo con pares
muy ovacionados a topacarnero, cuarto y Calafia, sostenida en los comienzos del
tercero y de allí en adelante descendente, hasta la barrena total en sus nueve
pinchazos, la estocada atravesada, el aviso y el silencio fúnebre.
Pablo Aguado, muy esperado, prodigó cal y arena.
Con postura y apostura, pintó algunas suertes exquisitas por su frugalidad,
delicadeza y lentitud entre una maraña de trompicones y desacomodos. El
enrazado era áspero e imponía, cierto, pero había que poderle. El fierro
trasero, tendido dejó silente la ilusionada parroquia.
Se mató imprecisamente toda la noche incluso en
las dos bellas faenas que la engalanaron. Pero eso no impidió que el festival
fuera una fiesta.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves 9 de enero 2019. Plaza Monumental de
Manizales. Festival nocturno, 5° festejo de feria. Noche fresca. Lleno
aparente.
Seis reses para festival de Ernesto Gutiérrez (en Santacoloma-Murube),
encastadas y desiguales de juego. Vuelta al ruedo al 4°, “Religioso”, # 211 de
444 kilos.
Enrique
Ponce, saludo tras aviso.
El
Juli, silencio tras aviso.
El
Cid, silencio.
Sebastián
Castella, dos orejas.
José
Arcila, dos orejas.
David
Martínez, silencio tras aviso.
Pablo
Aguado, silencio.
Incidencias: Saludaron Emerson Pineda y Alex
Benavidez tras parear al 4°.
No hay comentarios:
Publicar un comentario