Don Miguel Gutiérrez, ganadero del hierro de Ernesto Gutierrez Arango |
MANOLO
MOLÉS
@ManoloMoles
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Redacción APLAUSOS
Es para estar contento y feliz. Uno se da cuenta
de los amigos que tiene cuando acaba algún ciclo. Han sido tantísimos ¡y
algunos tan importantes! que casi valió la pena cerrar una etapa. Solo en una
cosa tienen razón los responsables de la radio: hay poca publicidad no taurina.
Y eso es un mal del sistema taurino, que no la genera a nivel de los medios de
alto alcance de oyentes y lectores. Eso es cierto y creo que esa publicidad no
taurina debería acercarse más, sin pudor y sin miedo, a los diarios, revistas y
a los programas de televisión. Esa ausencia empobrece. Y más aún en unos
tiempos en que los diarios pasan momentos difíciles. La gente, y no te digo
solo la gente joven, solo ve lo que sale por su superteléfono. ¿Dónde está el
futuro? Yo creo que el diario no debería de morir nunca, estoy seguro de que la
radio tiene su futuro abierto y la televisión también va a sufrir un cambio
radical. ¿Qué funciona ahora? Cada vez más las redes sociales, Twitter,
Facebook, Instagram, Youtube, etc. El cambio es brutal pero habrá que acoplarse
y el mundo del toro, también. Y tú y yo si no queremos perder el tren.
ME SIGUE EMOCIONANDO EL PERIODISMO BIEN
ENTENDIDO
Mil gracias por tanto cariño por 49 años en la
gran radio. ¿Qué va a pasar? No lo sé. Lo he dado por cerrado. Empiezo y vuelvo
a la televisión ahora en un canal ambicioso y moderno: Castilla-La Mancha y es
muy grato levantarse cada día con más propuestas de prensa, radio y de tantas
cosas. Tengo que ordenarme y ver por qué caminos voy más a gusto. Lo que tengo
claro es que no me voy porque me queda gasolina y pasión por este oficio. Te
voy contando novedades que voy a aceptar y te decía que a veces es muy sano y
muy revelador quedarte en el andén sin subir al tren. Entonces te das cuenta de
los amigos, los fieles, los seguidores y también de los que están detrás de la
mata a ver si alguien se tuerce un tobillo para encontrar un hueco que no te
has currado. A estas alturas me sigue emocionando la amistad, el compañerismo,
el periodismo bien entendido y el máximo respeto, eterno respeto, al que nos
ve, nos lee o nos oye. Ya contaré novedades que me llegan.
Acabo de aterrizar de Colombia. Todo cambia. Sigue
siendo un paraíso pero ahora más moderno, más caro, más internacional. Es uno
de los países más hermosos de América. Imagina: casi el doble de extensión que
España, pero con dos océanos y tres enormes cordilleras que lo cruzan de arriba
a abajo coronadas de nieve y, por tanto, regando de agua los verdes campos de
este Edén. En el tema de toros no vamos adelante. Se han cerrado plazas
importantes como Medellín, que, junto a Bogotá, Cali y Manizales, eran las
cuatro grandes. Se han cerrado una decena de plazas de segunda que se llenaban
en los años del César. De Rincón, claro. Y que se han ido vaciando. Medellín se
la cargaron. Bogotá la va a salvar un grupo mexicano que ha dado también la
feria de Acho en Perú. Eso sí: pagando un alto arrendamiento como lo va a pagar
en Bogotá. Pero les conozco bien, gracias por no abandonar la Fiesta en
América. Cali también está en la cuerda floja y también necesita gasolina de
carteles buenos y que no se vea más cemento. Nos queda Manizales, la que tiene
mejor salud. La que Juan Carlos Gómez trata con mimo e intensidad todo el año.
Llenos diarios que se trabaja la empresa y algo que hay que dejar claro con
todos los respetos.
ERNESTO GUTIÉRREZ: LOS TIEMPOS CAMBIAN
El día que yo llegué a Manizales por vez primera
me asusté de ver los minitoros de Ernesto Gutiérrez. Nunca vi nada más mínimo y
con dos platanitos en lugar de dos pitones. Debí ser duro. Luego conocí al
ganadero y entendí, sin compartir, que este hierro era lo que quería la gente.
Esos toritos nacen y pastan en las faldas y en las enormes montañas a dos mil y
pico metros de altura. Un encaste original: Murube y Santa Coloma. Pero los
tiempos han cambiado y hemos visto en esta plaza un corridón, serio, cuajado y
bravo, de Santa Bárbara (mi capitán trueno, o sea, Carlos Barbero) con el
triunfo y adiós de El Cid, con la vuelta a la alegría del castigado y meritorio
Román y Sebastián Hernández. Gran tarde de toros (con trapío) y gran tarde en
tres ejemplares, sobre todo, de la ganadería de César Rincón, o sea, Las Ventas
del Espíritu Santo. Y algún toro de Juan Bernardo. El error, a plaza llena por
El Juli, fue creer que todavía está vigente el minotauro de Ernesto en la tarde
que cerraba plaza. Tan terciados, algunos con aspecto de erales (aunque
tuvieran cinco años). Dolían los ojos. Juli arreó desde el inicio, tiró incluso
de banderillas para que no se le fuera la tarde. Y salió a hombros. Pero la
imagen de esos minitoros ya no la acepta ni el bondadoso aficionado de
Manizales. Han cambiado los tiempos. Y duelen los ojos y el alma si lo comparas
con las otras ganaderías de cuajo y categoría de la feria. Algo hay que
cambiar. No quiero olvidar la lista de triunfadores: San Román, Juan de
Castilla, grande El Cid, revive Román, interesante Sebastián Hernández, sabor a
torería eterna en Paco Perlaza, gran momento de Castella y de Bolívar, muy
digno Álvaro Lorenzo, Ponce, con lotes flojos, Pablo Aguado, sin toros, y una
novedad original con algo muy distinto e interesante. Si sigue como le vimos en
Manizales, ojo a un tal José Arcila, que no se parece a nadie. Si repite lo que
vimos es otra carta en la baraja de la esperanza.
Manizales es la feria con más gente y más futuro.
Pero el empresario habrá tomado nota. Aquella gloria de los minotauros de mi
admirado Ernesto Gutiérrez ya solo vale para los festivales. Él mismo ha creado
ya otra ganadería con más trapío. Los tiempos cambian.
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