Diego San Román |
VÍCTOR
DIUSABÁ ROJAS
Foto:
Camilo Díaz
El mexicano Diego San Román y el colombiano Andrés
Bedoya, más un aguerrido encierro del hierro de Armerías, se convirtieron en
protagonistas de la novillada de apertura de la Feria de Manizales. Bedoya
cortó una oreja y San Román fue ovacionado en sus dos turnos. Un triunfador,
sin trofeos, por partida doble: Diego San Román. Otro, con una oreja en la
alforja, pero apurado a ir a la enfermería: Andrés Bedoya. Y un tercero, hecho
de la codicia de sus novillos toros: la ganadería de Armerías. Ese, más la gran
presencia de público en los tendidos, fue el poker de ases de la novillada de
apertura de la 65 Feria de Manizales.
Quiso Gitanillo en su primero. Y hubiese podido de
no ser por las evidentes limitaciones del de Armerías que lindaron con la
invalidez. Sin embargo, en medio de esas limitaciones, el novillero colombiano
logró, con la muleta a media altura y entre algodones, hilvanar una faena con
el temple y la suavidad como argumentos. Sonó la música y el eco de los
tendidos premió el desarrollo de su labor. Pinchazo y espada delantera.
Y todo fue de más a menos en el turno con el que
el mexicano David San Román se presentó en sociedad en la Monumental de esta
ciudad. Porque si todo salió bordado con el percal, incluso una evocación de
lujo a Rodolfo Gaona y con un novillo toro que apostaba por trascender, las
cosas cambiaron en la medida de que este eligió buscar el abrigo de las tablas
y otras formas de defensa. A pesar de todo hubo tandas con ligazón. Pero pronto
los enganchones se apropiaron de la escena. Saludo desde el tercio.
La primera mitad del festejo se cerró con un
animal que tuvo facetas interesantes como para no pasar inadvertido. Para
comenzar, la prontitud; otra, la decisión para pelear en los medios; y una más,
la movilidad. El colombiano Andrés Bedoya le encontró pronto la distancia y
sacó fruto de ella para cosechar muletazos hilvanados. En el remate de la
lidia, el novillo lo cogió y lo obligó a pasar a la enfermería, tras
pasaportarlo. Oreja paseada por su cuadrilla.
No desentonó el siguiente, cuarto de la tarde,
ejemplo de hechuras, a las que no fue inferior. Porque mostró franqueza y
calidad en los aislados momentos en que Gitanillo supo hacerle las cosas.
Luego, la faena se extravió por los caminos del desorden y la llama de la
ilusión se apagó entre las molestias de buena parte de la gran asistencia que
concurrió a la plaza. Pitos al diestro y palmas al ejemplar en el arrastre.
El quinto original se malogró en el ruedo y dio
lugar a un quinto bis. Vinieron a continuación todo tipo de sensaciones,
consecuencia nada más que de los hechos. Un toro que, a falta de calidad,
vendió cara su historia cuando peleó ante un gallo llamado Diego San Román. Y
un torero que tiene su propia definición del valor, eso que sabe hacer sin
límites. Ambos se fajaron, solo que el novillero manito se dio el lujo de sacar
agua de lo que no era una piedra sino mármol. Ovación y vuelta a San Román y
palmas al toro.
En el de cierre, largas cambiadas de Gitanillo,
que suplió a Bedoya por su percance. La res, seria por delante, enseñó
movilidad en todos los tercios pero no acabó de romper, en parte por la premura
del lidiador. / EFE
FICHA DE LA NOVILLADA
Seis novillos toros de Armerías desiguales de presentación. Flojeó el primero. El segundo
se defendió. Tercero y cuarto aplaudidos en el arrastre. Quinto bis, también
aplaudido. El sexto, con movilidad.
Gitanillo
de América, azul marino y oro.
Pinchazo y espada delantera: vuelta al ruedo. Entera y pitos. Pinchazo y casi
entera. Palmas.
Diego
San Román, azul celeste y oro.
Espada atravesada y tres intentos de descabello: saludo desde el tercio.
Pinchazo, entera y descabello. Vuelta al ruedo.
Andrés
Bedoya, tabaco y oro. Espadazo
tras resultar herido por herida de asta en la parte posterior del muslo
derecho. Oreja. No pudo salir para su segundo turno.
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