domingo, 10 de julio de 2011

SEGUNDA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN FERMIN: David Mora sufre, torea y triunfa

Cogido y corneado pero no de gravedad, el torero de Borox aprovecha el único toro potable de una deslucida, difícil  y tremendamente ofensiva corrida de Cebada Gago.
Oreja de mucho merito, a sangre y fuego, la que corto este viernes el espigado torero David Mora, quien viene embalado de gestas de sangre. El año pasado fue en Madrid, esta vez fue en Pamplona, donde el capotillo de San Fermín le salva de una cornada. Foto: Mauricio Berho
BARQUERITO

LA CORRIDA DE Cebada Gago fue un quebradero. Tres toros descarados, armados hasta los dientes, pero con más cara que propiamente trapío: fueron los tres últimos. Y, por delante, tres relativamente terciados por comparación. De las veintitantas corridas que Cebada ha echado en sanfermines ésta fue la de menos armonía. El colorado que nunca falta en la que sea y donde sea de Cebada fue un toro altísimo, de palas blancas y ligeramente cornipaso. Cebada tenía una especie de bula tácita para jugar en Pamplona los seis toros más bajos de la semana entera. Porque eran, por norma, los más astifinos también.

No fue corrida ni bella ni brava ni buena: sueltos y hasta sin fijeza, las manos por delante, cabezazos defensivos, claudicaciones pero para revolverse enseguida aunque sin fuerza, acostones en los viajes por las dos manos, una escandalosa manera de dolerse en banderillas.

Pegaron muchos porrazos los toros: no sólo el sexto, que atropelló, prendió y zarandeó a David Mora el pretender encunarse en una estocada imposible; más que ninguno, el segundo de corrida que le quitó literalmente de las manos el engaño a Morenito de Aranda, de manera que no fueron desarmes sino ganchos como de boxeo. Bastante parada, que es lo propio de las corridas que se defienden, ésta última de Cebada vino, en contraste retrospectivo, a encarecer el grueso de la de Torrestrella jugada en la víspera.
Un toro se salvó del naufragio casi sin paliativos y fue, justamente, ese último que pudo haber desgraciado a David Mora cuando, cegado por el arrojo o por la voluntad de amarrar un triunfo que valía su peso en oro, pretendió pasar el fielato con la espada sin jugar la mano izquierda que con la muleta obliga a descolgar al toro y abrirse. El choque fue frontal, David salió rebotado de la suerte y, cuando estaba a punto de caer, salió encunado por la espalda y lanzado de un pitón a otro. El quite de la cuadrilla fue célere, pero, además de la paliza, David se llevó de recuerdo una cornada en la axila. Pasará el dolor, y quedarán la cicatriz y el triunfo, que tuvo la épica propia de los de Pamplona.

A sangre y fuego, pero toreando bien. No en guiños al sol, distraído, ajeno o sordo, sino en atención al público de sombra, desde donde se jaleó una faena de notable unidad, templada, poderosa para tirar por delante y largo del toro, que vino enganchado siempre, y marcada por un signo clásico: la ligazón. Sin perder pasos, abriendo lo preciso al toro en el final de muletazo, tapado lo imprescindible, sueltos los brazos, David firmó tandas de hasta seis y el de pecho, se permitió la hombrada de adornarse en cambios de mano por delante, se dejó ir en clamorosos remates de pecho y dispuso de toro en los medios sin trampa ni cartón.

Por cornialto y corniabierto a la vez, el toro, ligeramente acarnerado, imponía por delante. A David Mora no le importó estirarse incluso en un quite capote a la espalda, arriesgado y bien mecido. Y, por supuesto, cerró los ojos a la hora de atacar con la espada. Después de la cogida y cornada, volvió a atacar con la misma fe y más sobre seguro. Bastó la estocada. Tardó en doblar un mundo el toro. Y en toriles.

El son en que había venido Mora quedó claro en su primer turno, con el toro colorado de las agujas blancas, que miraba por encima de los engaños como si no hiciera por ellos sino buscara a quien estaba detrás. No descolgó el toro nunca, y embistió casi temblorosamente, primero, y al paso después. Se soltaba de manso. Lo metió en el canasto David: la muleta al hocico, corto el muletazo y suave, el engaño arriba en las salidas. Dos amagos de toro incierto no descompusieron al torero. Se tuvieron en cuenta los méritos. Pero una estocada ladeada y tendida no tuvo muerte, pasó el tiempo, hubo que descabellar y voló el triunfo redondo, que se estuvo mascando.

Toda la suerte que pudo pescarse echando mucho el anzuelo en la corrida de Cebada fue para David. Los dos toros de Marco y el primero de Morenito de Aranda no consintieron ni una broma. Tullido, exánime el primero, y Marco se pasó de metraje; violento el segundo, y Morenito trató de convencerlo poniéndosele encima pero al lado; intratable el cuarto, que punteaba y se sacudía; el quinto fue menos díscolo, pero Morenito no pudo sino porfiar en viajes conducidos por la mano izquierda.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Cebada Gago, de mucha más cara que trapío, seriamente armados, de pobre empleo. El sexto fue el de más vida. El tercero obedeció a toques con desgana. Violento el segundo; inválido el primero; a la defensiva el cuarto; apagado el quinto.
Francisco Marco, de verde botella y oro, silencio en los dos. Morenito de Aranda, de añil y oro, silencio en los dos. David Mora, de azul turquesa y oro, vuelta y una oreja.
David Mora, operado en la enfermería de una cornada menos grave en el gemelo derecho y de otra en la axila izquierda.
Viernes, 8 de julio de 2011. Pamplona. 4ª de San Fermín. Lleno. Caluroso, nubes y claros.

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