Y una novillada de general movilidad y noble condición, de sangres Domecq y el hierro de El Parralejo: por todo, un espectáculo vivo. *** Mal con la espada los tres matadores.
BARQUERITOEran nuevos en Pamplona todos: el ganadero y los tres novilleros. No decepcionó ninguno. Faltó el toro notable en los tres tercios, pero el sexto, con su codicia a borbotones, fue de buena nota y lindo empleo. Los tres de terna rivalizaron en quites: solemne, templado y encajado a la verónica Jiménez Fortes, en lances de vuelo personal; pinturero en el toreo a pies juntos Sergio Flores; atrevido, firmísimo y en versión de amplio repertorio –desde los remates con la media o el farol de rodillas al lance puro y clásico traído por los vuelos, y hasta un quite por navarras- Alberto López Simón.
No se escondió ninguno de los tres y, con la salvedad del cuarto novillo, que no consintió, en todos los toros hubo quites y, en el caso del segundo, hasta una réplica de Sergio a López Simón. Por eso y no sólo por eso tuvo viveza el espectáculo: la movilidad de cinco de los seis utreros tuvo picante suficiente. Sólo que, mal herido en el caballo, el primero esperó y tardeó por la mano derecha, y sólo por ella; y al segundo, tercero y quinto, que salieron muy nobles, les faltó esa chispa que enciende el toreo. El cuarto, escarbador, pegó oleaditas y, cuando se rajó, arrolló de manso. Garbanzo negro de la novillada, que, en cambio, se cerró con honores, pues el sexto fue de una alegría muy particular.
El asiento y el oficio del malagueño Saúl Jiménez Fortes se dejaron sentir no solo en el notable manejo del capote, sino también en el toreo de muleta: buena composición con la zurda, sentido del temple al cargar por alto la suerte en banderas, ajuste, serenidad cuando el primero lo desafió desparramando la vista o cuando el cuarto atacaba sin entrega. Los recursos para torear tapado a ese cuarto y el buen gusto para templarse con el primero fueron prueba de novillero en víspera de alternativa: está anunciada para dentro de siete semanas en Bilbao. La entereza para sobreponerse a dos cogidas sin lesión pero aparatosas y, en fin, eficacia pero no ciencia ni modos con la espada: una ladeada para acabar con el primero, media tendida y soltando el engaño con el cuarto.
La rivalidad se dejó sentir entre el mexicano Sergio Flores y el madrileño López Simón. Despierto, encajado, resuelto, imaginativo, improvisador López Simón. Por todos los palos: por la pura del muletazo enganchado y librado templado y largo en tandas ligadas sin trampa, por la temeraria del toreo de rodillas a la distancia como detrás de parapeto pero sin escape, por la brillante de las trenzas enriquecidas con cambios de mano, por la conmovedora de los desplantes. Dos faenas muy abundantes: de rico saber la primera, porque el toro quiso rajarse –y murió en toriles después de barbear-, pero no lo dejó el torero, espléndido en los de pecho a pies juntos, poderoso al despatarrarse; y de vibrante celo, con un punto inicial de precipitación la otra, que fue, sin embargo, la que más llegó a la gente. La música la acompañó con el Manolete de Orozco. Elección afortunada. Una estocada delantera a paso de banderillas en el primer turno y tres ataques en el segundo dejaron el reconocimiento en premio menor.
Sergio Flores se templó con la mano derecha en su primer toro, que hizo salida de muchos pies y recibió de manos de Romualdo Almodóvar un buen puyazo. Un poco desequilibrada la faena hasta que el torero de Tlaxcala decidió irle a buscar al toro la mano difícil, que era la izquierda. La segunda de las dos tandas de naturales, a toro gobernado, fue hermosa, pero se aplomó de golpe el toro. Tuvo sentido del temple y buen acento la faena del quinto, que había llegado a sentarse como derrengado y rodó desparramado antes de banderillas. Pero se sostuvo en trasteo sin tirones. Más sencillo el trabajo, de más verticalidad, más de gustarse que de poder, y algún golpe de gracia fresca. Nulo acierto con la espada, como si el torero arrastrara una lesión que le atenazaba el brazo.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El autobús de Huarte, hasta los topes. Ha cambiado el tiempo: mañana sahariana, crepúsculo de veinte grados. Una pena que no haya habido sol. Lo propio de las nocturnas. Pero la luz eléctrica de la plaza de Pamplona es perfecta: ilumina y no deslumbra. Mañana, caballos. Hará fresco.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El Parralejo (Rafael Molina), astifinos, de condición y fondo diferentes, cumplidores en el caballo, con movilidad los seis. El segundo, que se acabó aplomando, y el sexto, de gran brío, fueron los de mejor juego. El primero, mal castigado en el caballo, acusó la sangría de un primer puyazo eterno y tardeó; el tercero, con ganas de irse, fue noble; el cuarto, jabonero, se empleó a golpes antes de rajarse; el quinto, lesionado de cuartos traseros, tuvo bondad pero se paró.
Jiménez Fortes, de añil y oro, vuelta y saludos. Sergio Flores, de azul turquesa y oro, silencio tras un aviso y ovación. López Simón, de blanco y plata, vuelta y ovación.
Martes, 5 de Julio de 2011. Pamplona. 1ª de San Fermín. Vespertina. Casi tres cuartos de plaza. Templado.
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