jueves, 21 de julio de 2011

FERIA DE SAN JAIME EN VALENCIA – PRIMERA CORRIDA DE ABONO: Un espléndido toro de La Quinta

Cinqueño, a tres meses de cumplir la edad límite, fue de ritmo singular. *** Entrega de Alberto Aguilar. *** Tres toros buenos más. *** Gusto de José Calvo con un notable cuarto.
En el primero de los festejos mayores de la Feria de San Jaime, el valeroso Alberto Aguilar se llevó “el gato al agua”, con el corte de una oreja.

BARQUERITO

EL TORO DE LA TARDE fue ya toro de la noche, porque se soltó a las nueve y cuarto. Cinqueño, astifino, veleto y casi paso, muy escurrido, cárdeno lucero, algo calzado. Fue de un ritmo singular. No pastueño, tampoco boyante, pero de un son tan constante y bien rimado que, con toda su seriedad, parecía el carretón. Sin serlo. La embestida fue de bravo. En  tablas, en las rayas, en el tercio y en los medios, donde concluyó una faena de honrada entrega de Alberto Aguilar.

No era sencillo corresponder a la supina gentileza del toro, que no solo vino en todos los terrenos, sino también en todas las distancias, por las dos manos, en toques por fuera o por derecho, en los remates de pecho y en los de vuelta a empezar. Cuando sintió que estaba todo hecho, y al cambiar de espada, Alberto debió de sentir que quedaba todavía mucho toro. Y quedaba.

La faena, muy chillada, abierta de largo con decisión y buen gobierno –la mano corrida, hábiles enganches a muleta montada y desplegada, ligazón sin tener ni que traerse al toro-, se había apagado un poco: por impaciencia, por exceso de pausas y desplantes, por teatralidad innecesaria. Dejó de tocar la banda de pronto, pero los melómanos reclamaron y ganaron. Así que la coda final –en el mismo platillo y con cambio de mano antes de embraguetarse Alberto con la izquierda- no fue propina sino el pago de parte de la deuda. Una estocada desprendida y atracándose Aguilar. Esta delicia de toro se llamaba «Chocolatero» y dio en báscula 470 kilos.

Cada uno de los otros cinco toros de la corrida de La Quinta fue de una manera. Muy astifino, abierto de cuna, degolladito, bajo y largo, el primero tuvo fría e impropia salida; rebrincado, y enseñado por una aviesa brisa que revolvía capotes, se metió por las dos manos o se quedaba a mitad de suerte. Se vino arriba en banderillas, pero había estado a punto de sentarse dos veces y flaqueó luego. Embistió muy despacio y a los diez viajes se puso pegajoso y listo. No fue toro predador, pero a José Calvo, que torea poco y solo en Valencia, y aquí las ha matado de órdago, se le atragantó. El toro lo descubría al menor hueco, protestó por arriba y rebañaba si no iba toreado. Por falta de empuje faltó la emoción. Un pinchazo, una estocada atravesada que asomó, un descabello.

Luego, se enderezó el negocio. Segundo, tercero y cuarto dieron juego y salieron bravos. El segundo, cinqueño, cárdeno nevado, muy en lo viejo de Buendía-Santa Coloma, saltó a cañón, se movió con prontitud y codicia, descabalgó a Jaime Soro, derribó en la primera vara y se enceló con el caballo con aire de bravo. La segunda vara, trasera y dura, hizo correr la sangre no a la pezuña sino a la penca del rabo por el canalillo del lomo. Desdijeron salidas a veces distraídas, pero fueron fiables todos los viajes. Sólo se vio por la mano derecha. Listo Tomás Sánchez para ganarle pasos al toro por esa mano, pero muy desordenada la faena, de recorrer plaza. Y coja, porque no se vio el toro por la mano izquierda. A toro arrancado, Tomás agarró una rara estocada a capón delantera, perpendicular y sin muerte. No se descubrió el toro y hasta el octavo golpe de verduguillo resistió en pie entero.

Tercero y cuarto sacaron bondad. Más en bravo el tercero, con el aire de los Saltillo-Ybarra tan definido: codicioso, de revolverse cuando no iba toreado, de estar fijo en la pelea siempre, incluso al soltarse de engaño, y de no perdonar. En una de las bazas le desgarró a Alberto Aguilar la taleguilla. Fue faena acelerada y sin asiento, salpicada de cortes para tomar aliento, que al toro le sobraba.

El cuarto, lucero y cárdeno cinchado, muy bien cortado, con la fuerza precisa, embistió por la derecha con claridad y hasta dulzura. Calvo le pegó muletazos de buen trazo y asiento, incluso a pies juntos, pero fue faena de solo una mano, la diestra, y con cierta falta de compás, no de fe ni de gusto. El quinto, ofensivo, algo cabezón, empujó a modo en varas, la pelea le pesó luego, se rebotó en banderillas y se revolvió cuando sintió al torero encima o mal puesto. Muy tesonera la porfía de Tomás Sánchez. Un cúmulo de cosas, y muchas paradas en el rellano de la escalera.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi), de desiguales hechuras pero, bajos de agujas y cortos de manos, salieron en tipo los seis. Excelente el sexto, cinqueño, noble, rítmico y pastueño. Muy astifinos, además del sexto, el primero y el quinto, faltos de fuerza los dos. Todos se emplearon con fijeza en el caballo, salvo el sexto, que cabeceó sin entrega. El segundo, cinqueño, y el cuarto, muy bondadoso, aplaudidos en el arrastre. Tuvo buen son el tercero. Sin fuerzas un primero que se enteró; apagado el quinto.
José Calvo, de perla y oro, silencio y una oreja. Tomás Sánchez, de azul real y oro, silencio tras un aviso y ovación. Alberto Aguilar, de corinto y oro, silencio tras un aviso y una oreja.
Valencia. 3ª de feria. Media plaza. Templado, brisita.

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