FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
@FFernandezRoman
La marea navideña nos trastoca un poco la vida en
este mes que cuelga su última hoja en el calendario. Nos obnubila. Nos
reconcentra en nosotros mismos y en el cónclave familiar que nos arropa en
estos días de frío invernal, acrecentado este año por el efecto térmico del
vendaval Bruno, que ha dejado en España dolor, desolación e incluso muerte.
Estos días, desde luego, son proclives al garaje casero, desde el cual, de
primera hora de la mañana a última de la noche, el whatsapp del teléfono móvil
(celular, le dicen en la América hispana) no deja de guasapear. El whatsapp ha
venido a sustituir al christma de toda la vida o, cuando menos, a la cálida
felicitación, de oreja a oreja, de la llamada telefónica. El whatsapp
–resuelvo–, lo resuelve todo, pero es frío como un témpano, con o sin Bruno; y
sin embargo hay cosas que no tienen recambio, o si lo tienen es light, amorfo,
inexpresivo. El e.mail jamás podrá sustituir a la carta de amor. Quizá por eso yo sigo haciendo mis propios
christmas, y los reparto –con sobre de solapa engomada y la dirección y el
remite escritos a mano alzada, como Dios manda– entre el selecto grupo de la
gente que más quiero, familia incluida.
Decía que la marea navideña nos bambolea de forma
inmisericorde y nos ocupa el tiempo de manera obsesiva; quizá por ello no hemos
echado cuentas a un hecho singular, inédito, ingenioso y hasta me atrevería de
decir que trascendental en el devenir socio-político-geográfico de este país
nuestro, tan vapuleado por otros brunos nacidos como tornados empinados y
furiosos desde su propio suelo. Resulta que en ese potente y a veces devastador
instrumento de comunicación que llaman Redes Sociales ha aparecido –medio en
serio, medio en broma– una solución territorial al problema de Cataluña tomando
como base la procedencia de los votos escrutados en la franja más oriental de
la Comunidad Autónoma, precisamente los que dan mayoría al grupo de partidos
políticos constitucionalistas que comprenden las provincias de Tarragona y
Barcelona, de cuyos nombres abreviados y arrejuntados con un poco de
imaginación sale un nuevo territorio: Tabarnia.
El efecto Tabarnia está arrasando en la Red. A
nada que persevere en el empeño llegará a alcanzar centenares de miles de
jubilosas adhesiones –está causando furor—y puede ser una barricada insólita
para detener la apuesta a ninguna parte de los cabecillas de esa militancia
indepe que anda como pollo sin cabeza, creyéndose mentiras como hogazas,
fabricadas en el horno de una docencia que ya alcanza dos generaciones, y llenándose
la boca de democracia, esa democracia que les permite blandir un resultado
electoral favorable, logrado precisamente gracias a la perversión del sistema
que facilita la nefasta ley d’hont.
Pero, como comprenderán, no voy a bucear en este
proceloso asunto, que debería ocupar el grueso de las mentes más preclaras de
nuestra clase política y todavía tiene tantas aristas por desbastar, sino a
tomar en consideración –repito, medio en serio, medio en broma—el tema de
Tabarnia, cuya representación geográfica en el hipotético nuevo mapa de España
(y de Cataluña) tienen ustedes más arriba. Ahora, permítaseme hacer un
ejercicio de funambulismo –más bien de onírico hedonismo– y hacerme a la idea
de que estas dos tajadas de tierra que
barbean las aguas mediterráneas de nuestra costa nororiental, tan cosmopolitas
como rozagantes de su fehaciente prosperidad, se echan al monte y piden la
independencia de esa “nueva nación” que aspira a regir la nueva Generalitat,
salida de las urnas, utilizando para ello exactamente el mismo procedimiento
que impulsó el llamado procés: el derecho a decidir. Barcelona is not
Catalonia, es el lema que envuelve la configuración de Tabarnia, un lema muy
parecido al que se dejaba ver en el Camp Nou, escrito en gigantesca pancarta:
Catalunya is not Spain, que lo sepan en el mundo. Pues, ahora, si se diera el
caso de que pudiera proclamarse Tabarnia estado independiente de Cataluña,
aunque no de España, el lema tendría una curiosa y sustancial variante:
Tabarnia is not Catalonia, que en el mundo se enteren.
Esta nueva e imprevisible situación traería
consigo, entre otras muchas cosas, la vuelta inmediata de los toros a esa parte
de España, en la que siempre tuvieron especial influencia, especialmente en
Barcelona, donde su Plaza Monumental fue vivero de grandes figuras, baremo
fundamental para el contraste de toros y toreros y escenario principal de la Fiesta desde hace
más de un siglo. ¡Qué bien nos vendría una Tabarnia taurina!
Naturalmente, esto no deja de ser una quimera, una
ilusión. La nebulosa imagen de una ficción que está ocupando grandes espacios
en los medios de comunicación, ante el estupor y el nerviosismo de tanto
desgarramantas que vive de la política sin dar un palo al agua, de los que se
sienten cómodos sobre el cojín del victimismo que les ha proporcionado la puta
España que “les roba”, o, en fin, de las
gentes de buena fe que esperan el santo advenimiento de una independencia que,
hoy por hoy, se antoja imposible. Estos últimos se agrupan principalmente en la
Cataluña “rural y subvencionada” de Lleida y Girona. Estas últimas
demarcaciones, hace muchos años que –si exceptuamos los corre bous– dejaron de tener presencia activa en la
fiesta de los toros, especialmente, la primera, porque la entonces Gerona,
Figueras y otras localidades de la costa,
hicieron grandes temporadas y tenían hueco reservado en el calendario
taurino.
En definitiva, las Navidades nos habían distraído
y sustraído el resurgimiento de Tabarnia; pero, mientras no se demuestre lo
contrario, tenemos la obligación de aferrarnos a lo que ya se considera una
“broma útil”. Resulta que teníamos la solución a la reapertura de las plazas de
toros en esta franja catalana, como la tuvo Colón en el muy conocido y
celebrado asunto del huevo (ya saben, lo de ponerlo en pie, previo golpecito en
el cascarón) y los taurinos no nos habíamos percatado. Este Colón debió ser un
genio, por lo del huevo, por lo del Nuevo Mundo y, sobre todo, porque, según el
catalanismo más radical y delirante,
nació en Cataluña, lo mismo que Leonardo da Vinci o Miguel de Cervantes
o cualquiera de los prohombres y grandes mujeres que fueron protagonistas de la
Historia del mundo. Lo de Messi, está al caer.
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