Sin duda México es el país americano con más
ganaderías, con más plazas, con más festejos de toda América. México es un país
entrañablemente taurino. Y eso es muy bueno. El problema de México, en muchas
de sus tardes, se parece cada vez más al problema español y posiblemente
multiplicado. Y el problema, está claro, es el toro. No por su trapío, y menos
aún por su ascendencia santacolomeña. Y si somos sinceros debemos compartir con
México la carencia de casta, que es carencia de emoción, o sea, espectáculo, o
sea, de atractivo para el público.
Este año las corridas de la Monumental azteca
tienen un inicio positivo y esperanzador: el público ha vuelto a los tendidos.
Ese milagro se lo apunto a la empresa. Pero visto el bajo nivel de casta de las
ganaderías habría que andar con cuidado con las noches, allí tardes de largo
metraje. Como la del domingo reciente con tres matadores y Hermoso de Mendoza.
En total, ocho toros. De los ocho, sólo embistió uno. Y como allí no hay medida
y puedes estar toreando media hora porque hasta que no entras a matar no cuenta
el aviso, aquello se alarga más que “lo que el viento se llevó” que acababas durmiéndote
en la butaca. Y es una lástima porque ha mejorado la México en muchas cosas.
Pero la cabaña ganadera está como está. O sea, demasiado vacía y eso marca el
que el público vaya o no al coso.
La Fiesta es, o debe ser, emoción. Lo que pasa en
México (con honrosas excepciones) pasa también en España. Hemos cometido un
pecado mortal: pensar que el torero es más principal que el toro en este
espectáculo. Y no, por primera vez el animal es quien marca la emoción, la
gloria, el fracaso o el aburrimiento. Por eso se llama la fiesta “de los
toros”. Y las fiestas son alegres, emotivas, entretenidas y, si además, se une
la emoción del toro y la personalidad artística y profesional del torero: miel
sobre hojuelas (dulce típico de la Castilla La Mancha de mi amigo Calamardo,
que las cocina de maravilla). O sea, la combinación perfecta.
El problema es que, salvo excepciones, y podemos
debatir el porqué, la mayor parte de las ganaderías, sobre todo las más
cotizadas por el sistema, son como mucho previsibles, lo cual ya es un punto
que anula la sorpresa y la variedad. Y si aquí, con más ganaderías y más
encastes, andamos escasitos, lo de México es lógico que esté como está. Aquí,
al menos, en España y Francia (sobre todo en las Galias) hay posibles remedios
para aumentar el octanaje de las ganaderías. Pero en México lo tienen más
complicado. Y a México hay que apoyar en lo taurino. Por lo que significa para
el país y su gente; y también para lo que aprovecha para profesionales
españoles. ¿Y por qué reclamo una vez más emoción? Porque me horroriza ver cómo
una plaza con más de treinta mil personas al inicio está casi desierta al final
(lo vi el domingo 26 en la México). Y el que se va le cuesta volver. Claro que
el remedio no se arregla en cuatro días como un resfriado. Pero sí que habría
que hacer una gran reunión-unión de ganaderos y taurinos de los ocho países
donde vive la Fiesta, y encontrar remedios, los más posibles, para la situación
real y ganadera de cada uno de ellos. Pero aquí no hay una ONU taurina entre otras
cosas porque si no se entienden cuatro cómo se van a entender mil. Pero urge un
congreso internacional de los ocho países para planificar el futuro. De momento
hay un ejemplo a seguir o a meditar: el francés, donde lo primero es el toro y
el público. Y con todo lo demás: respeto y a cada cual lo suyo. Me temo que no
lo veremos. Y es urgente.
PONCE ES CAPAZ DE ABRIR IÑAQUITO POR LOS
TOROS
No quiero obviar lo de Ponce. No tiene techo. Se
va a Latacunga, triunfa, y le da tiempo para jugar al golf, para atender a la
prensa, para visitar la ciudad y para entrevistarse con Lenín el nuevo
presidente de Ecuador. Es capaz de abrir Iñaquito para los toros. Sin coña, a
Ponce hay que darle el Óscar de la Fiesta. Qué capacidad.
Padilla me quitó el derecho a ser hijo único. Por
tanto, mi hermano Padilla ya ha dicho que el próximo año es el último. Y lo va
a ser. Pero este no tiene la idea de hacer caja y darse un paseo final. Lo de
Padilla, yo que ya le conozco, es de hacer para la despedida la mejor de sus
veinticinco temporadas como matador. Ahora que le conozco a diario sé que va a
salir como si tuviera que ganarse la temporada siguiente. Como torero, a unos
gustará más y a otros menos. Pero como ser humano y profesional es un héroe
para la leyenda y para la historia. Con todo lo que lleva encima, otro estaría
tomando el sol en Marbella. Juan es el triunfo del corazón, la mente y la
pasión por su oficio llevado a los límites del Olimpo o del averno. A ti te
gustará mucho, bastante, algo o nada. Pero ese corazón nunca ha engañado al
toro ni al público. Ahí es puro. En el resto, cada cual está en su derecho de
hacer el juicio que quiera.
CARMEN CALVO, LA POLÍTICA CON MÁS AMOR Y
RESPETO A LA FIESTA
Nazaré, esa mano izquierda, encuentra apoderado-empresa que le relance. Si no hay paraguas, te mojas. El Soro ha reunido en Foios a Esplá, Mendes y Morenito de Maracay, aquellos tiempos de vino y rosas en que los banderilleros llenaban las plazas y los empresarios se quedaban con el botín. Grande Soro. Y habló en Sevilla en las tertulias de Cajasol, dirigidas por José Enrique Moreno, junto a Cristina Sánchez, la ex ministra del PSOE Carmen Calvo. La política con más conocimiento, amor y respeto a la Fiesta que he conocido. Pero no por aparentar, sino porque ésta, sí es una aficionada de verdad. / Redacción APLAUSOS
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