La
disposición de Padilla, el desparpajo alegre de Colombo y la terca quietud de
Ritter no pudieron reflotar una corrida que comenzó bajo el aguacero y estuvo
signada por la mansedumbre y desigual presentación del ganado.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
Se había anunciado como “desafío ganadero” entre
los dos hierros de sangre Parladé. El vallecaucano Fuentelapeña y el caucano Paispamba. No hubo tal.
Uniformidad en la desigual presentación y en la falta de casta y fondo.
Primero, quinto, quinto bis y sexto del primer hierro, los otros tres del
segundo, conformaron una escalera de negros, chorreados, colorado y un castaño
atigrado. Los más, terciados y de escaso cuajo. El reserva, que saltó por el
malogrado quinto, llevó la mansedumbre al extremo. Los de la segunda divisa no
les fueron a la saga en precariedad.
Juan José Padilla, salió a lidiar su quizás última
corrida en esta plaza, con los emblemas de su distinguida carrera; decisión y
entrega, pero no le alcanzaron para salvar la diluviada tarde. Sus faenas más
vehementes que puras abundaron en gestos, efectos y desplantes para intentar
crear la emoción que los animales no trajeron. El público y el palco de su
parte con la música se lo agradecieron. Al primero lo liquidó de un efectivo
volapié y al cuarto con una estocada tendida de tardó efecto que se negó a
complementar con el descabello, casi hasta el tercer aviso. En uno le obligaron
la vuelta al ruedo y en el otro lo sacaron al tercio para ovacionarlo.
El paisa Sebastián Ritter, tiró como esquela de
presentación un quite por gaoneras al primero. Una estatuaria bella y las otras
y el remate enganchadas. La falta de temple que deslucía su estoica inmovilidad
marcó su quehacer esta tarde. Con el segundo, sin embargo, alcanzó a ligar una
tanda de cuatro derechas y un forzado de gran limpieza. Topó dos mansos, uno
muy áspero al que despachó de estocada bien ejecutada y descabello certero que
le valieron la ovación recibida en el tercio, y al malograrse el esmirriado
quinto, el primer reserva, un manso de bola, renunciado y huido al que
persiguió sin esperanza por todo el ruedo y al que no pudo matar, escuchando
los tres clarinazos.
El venezolano Jesús Enrique Colombo, que debutaba
como matador de toros en este ruedo de sus éxitos novilleriles, no tuvo mejor
suerte. Pero su juvenil entusiasmó, sus muchos recursos y su facilidad no le
dejaron descomponerse frente a un lote soso, sin transmisión, y además muy
blando el sexto. Lanceó bien, quitó con
pinturera y brilló con los palos en sus dos turnos. Con la muleta vio fenecer
los viajes del tercero que pagó parándose los esfuerzos de los primeros
tercios. Le puso una estocada desprendida pero eficaz que le valió el saludó.
Frente al blandengue sexto salió a por todo. Siete acompasadas verónicas y una
gran media despertaron tardías ilusiones. Los sesgos, el violín con las
banderillas las incrementaron pero el animal claudicó y se rajó en el último tercio diluyendo las
buenas intenciones del cristobalino. Un metisaca de incierta ubicación y una
estocada total ganaron unas ralas palmas.
La lluvia intensa contribuyó a la baja entrada,
poco más de un tercio de plaza, y luego los toros la justificaron con su triste
figura y lúgubre juego. Los toreros pusieron lo suyo y los fieles aguantaron a
pie firme hasta el final con más generosidad en las palmas que incidía en las
protestas. Mañana será otro día. Viene los bogotanos de Achury Viejo.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Fuentelapeña, 1º, 5º bis y 6º, dispares de presencia y mansos en
diferentes versiones, y los otros tres de Paispamba,
idem.
Juan
José Padilla, vuelta y saludo
tras dos avisos.
Sebastián
Ritter, saludo y silencio tras
tres avisos.
Jesús
Enrique Colombo, saludo y
silencio.
Cali. Diciembre 26 2017. Plaza de
Cañaveralejo. 1ª de feria. Lluvia. Un tercio del aforo.
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