JOSÉ LUIS
BENLLOCH
@JLBenlloch
La tradición obliga. En Navidad hay que orillar la
acritud. Está bien. Orillémosla pero no olvidemos. Hay muchas cuestiones
pendientes. Seguramente las mismas que el año pasado por estas fechas. Eso es
lo preocupante. Y no sólo por la inoperancia del sector. A més a més -además-
como se dice por aquí, supone que no hay conciencia de la urgencia y si la hay
no les importa. Las fuerzas dirigentes, las del toro y las de fuera del toro,
en el mejor de los casos se ponen de lado. Inoperancia se llama eso. Quizás
egoísmo. Tienen hasta su propia frase para el caso, pronto y en la mano, eso
dicen y eso piensan. Pues ese punto individualista y cortoplacista que parece
tener inoculado la condición taurina general, devora por horas el futuro. En
ese punto cabe preguntarse ¿queda futuro?... Algunos lo preguntarán con
retranca, seguros de que no lo hay. Yo creo que sí. Es como el Amazonas ante
los madereros, lo que destruyen esos tipos por la noche, en este caso por los
despachos, lo regenera la madre naturaleza. Esa es la fuerza intrínseca del
toreo. Y una manera como otra cualquiera de consolarse o de rearmar la moral de
la tropa. Si hemos llegado hasta aquí, te dices, podemos seguir. Al fin y al
cabo, respecto a otros momentos difíciles la única novedad son los anti y esos,
primera reflexión optimista, parecen más callados o más confiados.
Tantos
años despreciándoles a los del carrer y resulta que se les necesita, que no hay
un acto que cuente en la sociedad civil que no lo organicen ellos. Su secreto
está en la implicación, en la participación, en las puertas abiertas a la
clientela, en la evolución…
Pero había comenzado, habíamos comenzado,
aludiendo al carácter benevolente de la Navidad y prometo respetarlo porque
además dentro de la hecatombe que algunos pregonan con cierta fruición, hay
sucesos, brotes verdes les llaman, y hay ejemplos que ofrecen luz, que hacen
pensar que tenemos chance, que podemos permanecer. Brotes verdes fue la
asistencia de público en las últimas ferias de la temporada, en Sevilla,
Madrid, Zaragoza… hubo más gente que nunca; y ejemplo a tener en cuenta es el
subidón que han experimentado els bous al carrer, no sólo por cantidad en
términos absolutos de festejos celebrados en la Comunidad Valencia, 9.709 nada
menos, sino porque con el ambiente anti más hostil que se recuerda se ha
producido un aumento de 772 festejos respecto a los celebrados el año anterior.
No sólo no nos vencen sino que crecemos. Y no sólo
eso sino que ha habido, pese al incremento, un descenso considerable del número
de heridos. Más festejos y más seguros, ese es el milagro y la mejor manera de
restañar una hemorragia por la que los anti y demás enemigos de la Fiesta, tan
humanistas, tan pacifistas ellos, olían a sangre y se crecían. Tantos años
despreciándoles, algunos insisten en esa postura, y ahora resulta que dan
lecciones a la gente de la plaza, a los profesionales sobre todo, ahora resulta
que se les necesita, que no hay un acto reivindicativo con ambición que no
necesite de ellos y, si me apuran, no hay un acto que cuente/pese en la
sociedad civil si me permiten la expresión y abra telediarios que no lo
organicen ellos. Ahí está la lección y la esperanza. Si a alguno le queda
curiosidad, la curiosidad es la madre del progreso, habría que preguntarse
dónde está su secreto. Pues el secreto está en la implicación, en la
participación, en las puertas abiertas a la clientela, en la evolución, en nada
se parecen, afortunadamente, els bous al carrer de cómo se producen ahora a
cómo se producían hace treinta años, de tal manera que lo que en estos tiempos
produciría rechazo ha desaparecido y ahora son un fenómeno social de esos que
los columnistas dirían que tienen la condición de la transversalidad, de tal
manera que entre sus fieles defensores los hay de todos los signos políticos,
incluidos los que llevaban lo contrario en sus idearios que, a buen seguro,
escribió alguien desde sus torres de marfil.
Hay
que salir del inmovilismo, se puede ser buen aficionado, amante de las esencias
y de las emociones sin ser necesariamente unos reaccionarios, sin mostrarse
refractarios a cualquier innovación. Los tiempos mandan e imponen adaptación
que no tiene por qué suponer renuncia ni perder calidad.
Eso es lo que hay que hacer en el toreo, salir de
las torres, de los búnkeres y demás posturas inmovilistas, que se entienda que
se puede ser aficionado a los toros, buen aficionado a los toros, amante de las
esencias, de las emociones y del espectáculo sin ser necesariamente unos
reaccionarios, sin mostrarse refractarios a cualquier innovación. Los tiempos
mandan e imponen adaptación que no tiene por qué suponer renuncia ni perder
calidad. Ahí está la metamorfosis de els bous al carrer que les ha llevado a
vivir su edad de oro y ahí está el fenómeno que hemos vivido/sufrido en
Cataluña donde se han dado señales claras de que lo de siempre no vale, no
tiene puerto de llegada y que sin renunciar a lo esencial hay que evolucionar.
Pues eso pasa en los toros. Hay que abrir las ventanas, evolucionar, dar
participación, gusto a la clientela, lograr que se entienda que esto es cosa de
todos y encontrar caras nuevas, que también son muy necesarias… Es lo que han
hecho en la calle.
Y ahora, como es Navidad, quiero pensar que así se
hará, que llegaremos a tiempo, que los anti desaparecerán, que los reaccionarios
entenderán que son de otros tiempos, que los madereros de dentro, los que están
a punto de convertir el toreo en un erial, cesarán y ganaremos esta lidia. Es
un deseo y un futuro que se merece el toreo, que nos merecemos los aficionados.
/ Redacción APLAUSOS
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