domingo, 24 de diciembre de 2017

LEER UNA NOTICIA - Ley contra ley

CARLOS RUIZ VILLASUSO

Hace tiempo, hablando con gentes de la gestión taurina, opiné que las actividades que se estaban llevando a cabo para “defensa de la Fiesta” estaban bien, pero que ese partido se jugaba ya más adelante. En la fase legislativa. Es decir, afirmé que los mascotistas y animalistas ya habían ganado la fase en la que los gestores del toreo se encontraban actuando. Y que venía la ley por la cual los animales iban a tener unos derechos que impedirían en pocas décadas la corrida de toros tal y como hoy la conocemos. Ya está ahí la ley española sobre animales y mascotas aprobada por unanimidad.

Unanimidad. Es la única ley de la democracia que modifica el Código Civil y el Penal votada favorablemente por unanimidad. Desde el PP hasta el neocomunismo de Podemos. Ahí está la ley. Ahí está esa afirmación que produjo una carcajada en un tipo que tiene aspecto de saberlo todo y está siempre al pie de nada. No diré su nombre aún porque lo reservo quizá para ese libro donde se revelarán tantos momentos flipantes que, en parte, tienen a la Tauromaquia donde la tienen.

Estamos en la parte legislativa. Es decir, el mascotismo y su mercado global ya ganó la pantalla de la propaganda, del adoctrinamiento y de la posición social. Logrado eso, estamos en la fase segunda. Que es dotar a los animales de principios legales similares a los humanos. Y a través de la aplicación de estas leyes nuevas, en este país desaparecerán la caza, la pesca, los toros. Sí. Leen bien. Desaparecerán tal y como hoy las entendemos y actuamos.

No pasarán dos décadas sin que alguien, basado en esta nueva ley sobre la consideración del animal como ser al lado del ser humano, pida que se cumpla esa ley y se eliminen puyazos, banderillas y estocadas. Dos décadas. Dos. Si alguien se ríe, me escriba por favor, para entrar en el contenido de ese libro sobre las cañerías taurinas que tan lleno de risas está. Risas provocadas por la suficiencia del suficiente, algo muy abundante en el toreo.

Hasta ahora, la estrategia era cuestión de prohibir los toros y al prohibir, entraban en juego derechos y deberes de los ciudadanos que, más o menos, nos amparaban. Más o menos. En realidad sabían que no se lidian prohibir. Pero durante años esta flema de actuar fue su lema propagandístico. Su forma de ganarse a la sociedad. A las nuevas generaciones.

Ahora ya no van a demandar prohibir los topes sino aplicar la ley animalista. Es ley contra ley. Derecho contra derecho. Hace tiempo lo escribí también: la sentencia del Constitucional de Colombia exigió que la parte de toros y la animalista llegaran a un acuerdo encajando leyes y derechos. La sentencia del Constitucional español fijó exactamente lo mismo. Que sensibilidades tan encontradas han de ponerse de acuerdo, dentro de las leyes que, a cada parte, les dota de derechos. A las dos partes.

Entramos en una fase decisiva. Política y socialmente imparable. E insisto. Enanos actuando en un partido en el que el árbitro ya pitó el final. No entiendo por qué seguir en ese terreno de juego. Ahí. Mientras la vida y la sociedad están ya en otros lugares, en otros partidos, en otros futuros que ya son presente. Me da coraje tanto recurso malgastado a sabiendas de que no los hay. Y más coraje me da saber que hay gentes en el toro que han dedicado tiempo, dinero, esfuerzo y noches en vela para jugar un partido que terminó hace años. Porque alguien insiste en jugarlo, incapaz de jugar en otra parte. Al tiempo. / Redacción APLAUSOS

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