Pausado
análisis de la inquietante perfomance de un torero, un empresario y un
apoderado.
ANTONIO
LORCA
Diario EL PAIS de Madrid
La foto que ilustra estas líneas recoge el momento
en el que el diestro retirado Morante de la Puebla, en presencia del empresario
sevillano Ramón Valencia y su apoderado, Manolo Lozano, firma el contrato por
el que se compromete a volver a la Maestranza a finales de la temporada del año
que viene.
Si se observa con detenimiento, la imagen es
inquietante. El marco y sus protagonistas componen un monumento a la sorpresa,
pero también a la contradicción… Quién sabe si solo se trata del capricho de un
artista.
Impresiona la escenografía: el acto se celebra en
el antiguo despacho de Joselito, El Gallo, hoy propiedad del torero de La
Puebla, y se respira un ambiente de tauromaquia solemne, añeja y clásica; en la
pared del fondo, una vidriera estilo ‘remordimiento’; a la izquierda, el dibujo
de un toro con media estocada en las agujas, y, debajo, lo que parece un
pequeño baúl de madera repujada, sobre el que destaca la escultura de un
torero; a la derecha, sobre un rincón de la estancia, una foto vertical a
tamaño natural del menor de los Gallo, de perfil, vestido de corto, serio y
circunspecto el semblante, y junto a ella otra imagen de una terna torera en la
que no se distinguen los protagonistas.
En primer plano, la mesa-escritorio del rey de los
toreros, de madera y con fiadores de hierro, sobre la que reposan un cenicero
dorado y un libro; en la estancia se adivinan tres sillas, también de madera,
de estilo renacentista, con asiento y respaldo de cuero repujado con el águila
bicéfala coronada y claveteadas en bronce.
Y ese singular escenario adquiere vida con tres figuras
humanas.
A la izquierda, el empresario Ramón Valencia, de
pie, traje oscuro, enhiesto el cuerpo, con una ligera inclinación de cabeza
hacia adelante y los nudillos de la mano derecha sobre la mesa, a modo de
ayuda. Su cara es el reflejo de la resignación.
“Este hombre acaba conmigo; madre mía, en el lío
que me ha metido…!”, parece decirse. “Me hunde la Feria de Abril, y no tengo
manera de hacerle ver que en tres de sus cuatro corridas del año pasado
colgamos el cartel de ‘no hay billetes’. ¡Qué más le daría reaparecer en
primavera! Y ahora me firma un papel para finales de septiembre, como si
alguien supiera lo que pensará Morante dentro de un año; en fin, que sea lo que
Dios quiera, pero a mí es que me crecen los enanos…”
Sentado, en el centro, el torero, muy elegante,
tocado con un look gran Gatsby, estilo años veinte, melena abundante y
ensortijada, una barba dieciochesca y emparentada con los bandoleros de Sierra
Morena, impoluta chaqueta clara, camisa celeste, corbata en la que destaca la
bandera española, y fija la mirada en el papel que firma con un bolígrafo tipo
‘Inoxcrom’. (“¿Será tan grande el toro de la feria de San Miguel como en abril?
No sé yo si no me estaré equivocando con esta firma…”).
Y a la derecha, muy cerca de su protegido, Manolo
Lozano, el apoderado, enfundado en un curioso jersey boliviano, de color
marrón, impropio para un momento tan especial. ¿Mira al torero o al contrato?
No queda claro, pero su imagen destila un aire tolerante, paciente y
profundamente paternalista. (“Firma, José Antonio, firma, que ya veremos cómo
estamos en septiembre”).
Esas son las formas, propias de un artista
veleidoso, un empresario entregado y un apoderado condescendiente. Una foto
curiosa, sí, pero poco más.
Pero, ¿y el fondo? ¿Se esconde algo realmente
trascendente detrás de esta imagen?
Extraño, al menos, es que la empresa de Sevilla y
Morante firmen el primer contrato del próximo año para la última corrida de la
temporada. Largo me lo fiais… Y sin fecha, ni dato alguno que ofrezca
compromiso al documento rubricado. Una aparente contradicción en sí misma.
Si esto es así, el empresario sevillano tiene
serios motivos para perder el sueño. Es fácil imaginar, por tanto, que Ramón
Valencia ha accedido a participar en esta perfomance con la esperanza de que
pueda convencer al torero para que adelante su reaparición a la Feria de Abril.
No olvida el responsable de la Maestranza que
Morante es el torero que más interesa a los aficionados sevillanos; prueba de
ello es que tres de los cuatro llenos de ‘no hay billetes’ del año pasado
coincidieron con comparecencias del diestro.
Si no torea Morante, la Feria de Abril se queda
sin referente sevillano; y, previsiblemente, volverá a reducirse el abono y
habrá menos colas en las taquillas.
Difícil papeleta, pues, la de Ramón Valencia: al
problema de la crisis económica —asunto al que el empresario culpa
fundamentalmente de la huida clientelar de la Maestranza— se une ahora la
ausencia de Morante, con lo que la feria sevillana de 2018 se presenta cargada
de interrogantes.
Porque no solo debe preocupar el alto interés que
el diestro despierta entre los aficionados; además, persiste una creciente e
imparable destaurinización de la sociedad española que repercute muy
negativamente en el presente y futuro de todas las plazas, incluida la
Maestranza. Únanse, por si faltara detalle, cuatro cuestiones de interés.
Por un lado, la ausencia de un líder destacado del
escalafón que cargue con el peso de la feria y arrastre al público; por otro,
el desinterés y la indiferencia que provocan la mayoría de las veteranas
figuras actuales, con excepciones muy puntuales, entre las que destacan Antonio
Ferreras y Paco Ureña; el apego de la empresa sevillana por el encaste Domecq,
y su rechazo permanente y radical a contratar nuevas ganaderías que ofrezcan un
espectáculo diferente y, por último, el escaso empuje de los toreros nuevos,
con especial referencia a los dos sevillanos, Rafael Serna y Pablo Aguado, que
tomaron la alternativa el pasado mes de septiembre.
De cómo Morante ha dejado sin sueño al empresario
de la Real Maestranza ¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de
salvar los toros?
Si fuera necesaria alguna guinda a este
preocupante pastel de feria, añádanse los muy altos precios que aparecen cada
año en las taquillas de la Maestranza y las pocas atenciones que la empresa
Pagés tiene con los abonados, sus mejores clientes.
En fin, que la foto de marras tiene miga.
¿Estará en activo Morante de la Puebla en
septiembre de 2018?
¿Cómo será el toro de la feria de San Miguel? ¿Y
los representantes de la autoridad? Ahí quedan las palabras del torero el día
de su retirada: “Los presidentes y veterinarios me han aburrido; el toro tan
grande que sale hoy va en contra del toreo de arte, y ya no puedo más”.
¿Podrá garantizarle alguien que el toro que salga
al albero sevillano será más chico, al modo y manera del torero?
Todo podría ser porque ya Morante consiguió que la
Comunidad de Madrid allanara la pendiente del ruedo de Las Ventas, y solo
entonces volvió a anunciarse en esa plaza.
¡Qué cosas…! ¡Pero si Morante ha sido y seguirá
siendo un privilegiado…! ¡Hombre, por favor…!
Un torero con estrella; un artista siempre en la
cima y un ser humano que, a veces, se hunde en las profundidades de un alma
atormentada. Imperfecto, como todos.
Como todos los que ahora se quedan estupefactos
ante una foto que es un poema, y no sinfónico, precisamente…
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