miércoles, 27 de diciembre de 2017

DESDE EL BARRIO - En medio de la leyenda

PACO AGUADO
www.altoromexico.com

Se va este maldito 2017 llevándose a uno más. Como si no hubiera tenido bastante con la larga lista de grandes nombres del toro que el paso del tiempo ha cargado a su cuenta, sin distinciones, ahora le ha tocado a Juan Silveti, otro hombre bueno. Otro torero para la historia.

Sucedió el día de Nochebuena que fue Nochetriste del México taurino, y en su rancho de la Salamanca guanajuatense, donde la vida se le iba yendo a suspiros cada vez más quedos para, esperemos, acabar de cerrar una nómina de llanto que comenzó también a aquel lado del Atlántico con el bueno de Chucho y ha seguido con Gregorio, Sebastián, Manolo, Iván, Dámaso, Victorino, Fabián… 

Maldito por eso este 2017 que ya dobla y bendito aquel 1951 en que volvió a restablecerse el intermitente convenio taurino hispano-mexicano para que, desembarcando todos en el puerto franco de la Monumental de Barcelona, pudiera pisar los ruedos de España la nueva generación que tomaba el relevo de los históricos de la Edad de Oro del toreo azteca.

Vinieron todos, o casi todos, buscando la estela de Arruza, liderados por una terna de mosqueteros sin D’artagnan de la que solo Jesús Córdoba fue capaz de batirse en auténtico duelo con los grandes espadachines hispanos. Claro que, sin defender ninguna corona, mejor que a ellos le fue a El Ranchero Aguilar, que esparció su aroma por una Sevilla que supo gracias a él que en Tlaxcala también hacía aire.

En aquella década de los cincuentas también pegó algún bocado por España un voraz Tiburón de Sinaloa, como apodaban a José Ramón Tirado, y sólo un año después de que pudiera pasear su orgullo por la calle Sierpes un León de Tetela, el gran Joselito Huerta, que fue fiera mayor de la novillería. Pero nadie, ninguno de ellos, logró tanto como el hijo de El Tigre, ese otro Juan Silveti que pisó la universidad y que encauzó y atemperó por Ronda un bragado valor paterno a prueba de pitones y de balazos.

El refinado heredero trocó en clase y despaciosidad los bizarros alardes del que, como no podía ser menos, fue el torero predilecto de Pancho Villa. Y con ello le bastó para avalar  en 1952 dos salidas a hombros en Las Ventas –el mismo día de su confirmación, con una de Pablo Romero, y en la Corrida de la Prensa, con los astifinos del Conde de la Corte– y las dos orejas de uno de Guardiola en la Maestranza en el 54.

Esos fueron los hitos mayores del toreo mexicano en la triste España de la autarquía  franquista. Y los firmó únicamente este otro Juan Silveti hispanizado, de verónica tersa y clásica, de natural largo y lánguido, con el mérito añadido de hacerlos coincidir con la época del más furibundo y vertiginoso relevo generacional que se haya vivido en el toreo español, un reñidero sin piedad ni contemplaciones con quienes no estuvieran al nivel de las nuevas hornadas, cada año refrescadas, de toreros del postmanoletismo.

Tal era precisamente el íntimo orgullo –reflejado numéricamente en las siete orejas que paseó en las diez corridas en que se anunció en Madrid– que albergaba con discreción este Juan Silveti tranquilo y educado, conversador pausado y aficionado cabal que, contra natura y con la sufrida entereza de su genética, tuvo incluso que contemplar el cadáver de su hijo, aquel Rey David del toreo más hondo que pueda salir del alma.


Ahora queda su memoria más allá de las reseñas de trámite. Queda el recuerdo y su importancia como brillante capítulo de una dinastía desde cuya altura se divisa toda la historia moderna del toreo mexicano. Que le llamaran El Tigrillo fue solo cuestión ordinal, un diminutivo cariñoso que distinguiera entre el senior y el junior de una fructífera saga que en menos de un mes colocará en los carteles el nombre de otro nuevo Juan Silveti. El tercero de una hermosa leyenda de valor y de clase que nunca se agota.

BIOGRAFÍA COMPLETA DE JUAN SILVETI REYNOSO

Juan Silveti nació el 5 de octubre de 1929. Desde muy joven mostró actitudes toreras y fue el 10 de diciembre de 1944 cuando debutó como novillero en Aguascalientes, México. Cinco años depués, el 3 de junio de 1949, se presentó en la Plaza de México, donde tomó la alternativa siete mese más tarde, el 15 de enro, de manos de Fermín Rivera, con Manolo Santos como testigo.

El 17 de junio de 1951, Juan confirmó su doctorado en la plaza Las Ventas, de Madrid, teniendo como padrino a Antonio Bienvenida y con el mismo Dos Santos de testigo. durante ese año, el ‘Tigrillo’ tuvo 18 presentaciones en España.

El 29 de enero de 1967 actuó por última vez en la Plaza México, y un año más tarde decidió quitarse el traje de luces, aunque jamás se retiró formalmente.

Su universidad: Tlaxcala

El Tigrillo Juan Silveti Reynoso nació el 5 de octubre de 1929 en el Distrito Federal. Hijo de todo un personaje de la fiesta como Juan Silveti Mañón, el Tigre de Guanajuato , fue fundador de la famosa dinastía torera que completan sus nietos David (El Rey David qepd) y Alejandro.

Torero de escuela, bajos las normas clásicas y puras de la técnica. Tuvo el acierto de meterse al campo bravo tlaxcalteca, a las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, de los “amos” Raúl y Romárico González. Sí, fue su universidad, ahí se tituló, se hizo torero y se consolidó.

Su paso en las filas novilleriles fue meteórico. Debutó a los 20 años, el 3 de julio de 1949, haciendo tercia con Curro Ortega y Rafael García, novillos de La Laguna, en la México.

Llamó la atención de inmediato y en esa campaña cuajó a dos novillos: “Caminante” de la Laguna” y “Saltillero” de Piedras Negras.

Lucía tan hecho, tan cuajado que bastó una sola campaña novilleril para dar el paso inmediato: la alternativa.

Ésta se la confirió el maestro Fermín Rivera, en presencia del lusitano Manolo dos Santos, con el toro “Colegial” de La Laguna, la tarde del 15 de enero de 1950, en el embudo de la avenida de los Insurgentes.

Cuentan, haciendo un paréntesis, que en Tlaxcala en los dominios de los bureles de Piedras Negras y La Laguna, Juan Silveti aprendió con los caporales de esos hatos, a tomar aguamiel en el tinacal, donde sale el rico neutle, o sea el pulque. Aquel que se tomaba dos jícaras de ese rico caldo, ya era un bebedor de altos vuelos. Aseguran que el personaje de esta historia ya se tomaba cinco de ellas.

Claro, a los invitados les ponían unas “pandas” que resultaban criminales. El efecto del “cara blanca” de inmediato se hacía sentir en los cruzados con los ingenuos. Estos salían dando traspiés y caían fácilmente. Los ganaderos y toreros levantaban la mano como cuando se mata bien a un toro y exclamaban: ¡déjalo ya, trae derrame en el hocico!

Grata impresión en España

Resquebrajadas las relaciones con España, se firmó un nuevo convenio y para 1951 llegó Juan Silveti a la Península Ibérica. Fue recibido con bombos y platillos. Un gran cartel rezaba: “La afición taurina saluda a los toreros mexicanos”.

Entre otros personajes que asistieron al aeropuerto estaba don Pedro Balaña, el gran empresario de Barcelona, donde debutó el diestro azteca el 28 de febrero de ciclo del 51, alternando con Antonio Caro y Rafael Llorente.

Esa temporada realiza 17 corridas de toros y confirma el doctorado el 17 de junio de manos de Antonio Bienvenida y de testigo Manolo dos Santos, cortándole la oreja al toro “Pavito” de Cobaleda, en un trofeo que la abrió las puertas para el año siguiente en la postinera feria de San Isidro.

Precisamente, el 25 de mayo de 1952, escribe una trascendental tarde junto con Raúl Ochoa Rovira y Pablo Lozano, se queda con cuatro toros de Pablo Romero, corta las dos orejas de un astado y da vuelta en otros dos. Suárez Guanes se expresa así: “Y se queda solo Silveti, en el ruedo… Cuatro toros lidiados con una pureza y matados a ley para que se le abra la puerta grande”.

Esa campaña suma 20 festejos y repite éxito en Madrid, el 22 de junio, alternando con su compatriota Antonio Velázquez y Rafael Llorente, cada uno cortó una oreja.

Lo grande, ya considerado como figura del toreo, se produce ese mismo año, el 12 de octubre, fecha histórica en la que junto con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona, ante una astifina y poderosa corrida del Conde de la Corte, se reparten siete orejas, dos de ellas para el mexicano del toro “Fustiguero” y saborea, junto con sus alternantes, la salida a hombros por la puerta grande.

Otras 20 corridas en su haber para Juan en España, en 1953. Torea tres tardes en la capital española, fuera de San Isidro, 12 y 26 de abril y 2 de julio, ésta la corrida de La Prensa, corta un nuevo apéndice a un toro de Atanasio Fernández. Pero el 29 de agosto, en Linares, la plaza que vio morir a Manuel Rodríguez Manolete , sufre una cornada, que detiene su camino.

En 1954 retorna a San Isidro, pero en este último año su éxito clamoroso lo obtiene en la Real Maestranza de Sevilla, el 17 de junio. Alterna con Cayetano Ordóñez y su paisano Jesús Córdoba, le cortó dos orejas a un toro de Salvador Guardiola. De esa faena, Filiberto Mira relata: “A la afición sevillana le encantó el viril, gallardo y emocionante toreo del mexicano Silveti”.

Por su parte, Silveti, ya en México, expresó: “El día más feliz de mi vida fue aquel que le corté dos orejas a un toro de Guardiola en La Maestranza”. Y un dato de indudable valía: siete orejas obtenidas en 10 actuaciones en Madrid, ¿Cuántos pueden darse ese lujo?

Su sitio en México

El mexicano que toreaba como español tuvo un distinguido sitio en suelo patrio. Se le reconoció, en toda su dimensión, la exquisitez, pulcritud y pureza de lidiador.

En la Plaza México, Juan actuó 23 corridas y el mejor año fue en 1960. Cortó dos rabos consecutivos. El primero el 10 de abril al toro “Holgazán” de La Laguna, haciendo tercia con Luis Procuna y Rafael Rodríguez. Domingos después, 8 de mayo, repite la hazaña con el toro “Esclavino” de La Punta, alternando con Joselito Huerta y Joselillo de Colombia .

Quizá la mejor faena que elaboró Juan fue sin duda ese mismo 1960, el 30 de octubre en “El Toreo” en una corrida a beneficio de Curro Ortega. Su trasteo a “Farolero” de Valparaíso reunió todo, esencialmente ese trazo ortodoxo, clásico, elegante y de inmaculada pureza. Todo un tratado técnico. Y, por supuesto, otro rabo.

No se pueden quedar en el tintero obras del nivel de las faenas a “Guerrita” de Piedras Negras, la de “Centavo” de Reyes Huerta que inmortalizó en Tijuana y que es un ejemplo de un quehacer taurino del más puro estilo. Asimismo, el trasteo a “Comino” de Javier Garfias que enloqueció a la afición de Morelia y otro toro de esta divisa en León, que le infirió una cornada y el gesto del Tigre de quedarse en el ruedo y cuajarlo quedó ahí en la plaza “La Luz”.

No dijo adiós de los ruedos, simplemente “colgó el terno de luces” en 1968 en el coso de Tijuana. / Redacción APLAUSOS

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