Ponce
sanjó el mano a mano con una cátedra en tres actos y salió en loor de
multitudes por la Puerta Señor de los Cristales. Roca Rey sucumbió ante la
mansedumbre de su lote. Crucifixión ganadera.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
El maestro Enrique Ponce, en el cenit de su
madurez, abrió con el gran toro. Complemento perfecto. El hambre con las ganas
de comer. El son encuentra el temple, la fijeza, lentitud, la blandura,
suavidad. Cargó a la veronica hasta los medios y cuando la donosa larga del
quite midió la justa fuerza. Comprensión total. Distancia, tiempo, altura,
secuencia, cantidad, pausa… precisas, en una exhibición de técnica que
sustentaba la delicada estética. Las tandas por uno y otro pitón rimaban como
soleares. El tendido rugía y la banda azuzada por el su señoría cambió el
pasodoble “Valencia” por el “Monumental de Cali” reservado para faenas
excepcionales.
Cañaveralejo casi llena vivía el momento cumbre de
la feria. Una bella demostración del teorema del toreo; la solución de los
problemas y la potenciación de las virtudes como estructura de la obra de arte.
La estocada bien oficiada, bien colocada, pero tarda, mereció las dos orejas
y para los despojos del nobilísimo la
vuelta escandalosa. Después de vivir esto, lo demás fue lo de menos.
El tercero bis, cárdeno, caribello, fue adornado
en gran tercio por “Jeringa” y El Piña” que se desmonteraron. Se iba, huía, y
Enrique, cual novillero en busca de oportunidad, le persiguió y le capturó,
hipnotizándolo, ligándolo en redondo y luego en circulares de una, de dos, de
tres vueltas, enroscándolo como enredadera. Parecía mentira. Ponce matador de
toros, no, inventor de toros. La plaza se mecía de admiración y gozo. Era otra
versión menos sublime pero también prodigiosa. Había que matar para otra
apoteosis, mas pincho, pinchó, puso una espada honda y descabelló. La vuelta con prendas reconoció la lección.
De quinto, salió un bonito castaño que prometió y
no cumplió, tardeó y se paro. También para esto el de Chiva tenía respuestas.
Exprimió muletazos jaleados y musicalizados. Merito mucho, y unas florituras
como para mostrar que aún en las peores condiciones el toreo es arte. La gente
en modo poncista ultra, quería premio. Pero el maestro se puso pinchauvas,
cuatro veces, fierro hondo y aviso, para una ovación fervorosa que obligó el
saludo.
Andrés Roca Rey, se llevó los peores y el encono
creciente contra el ganadero infectó el ambiente de sus faenas. Lo intentó
cuando hubo alguna luz de acometidas y abrevió cuando no se podía y además era
imposible. La gente lo entendió y lo eximió. Palmas en el segundo y silencios
respetuosos tras sus otras dos lidias. El 31 volverá.
Ponce iluminó la tarde. El dulce “Panelita” la
honrrilla de la divisa. El resto para el olvido.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Las Ventas, bien presentados, desrazados y desforzados, devueltos
3º y 4º, salieron dos reservas de Herederos
de Ernesto González Caicedo, mansos.
Vuelta al noble 1º “Panelita” Nº
203, negro, de 512 kilos. Pitados los otros.
Enrique
Ponce, 2 orejas, vuelta y saludo.
Andrés
Roca Rey, palmas, palmas y
silencio.
Incidencias: Saludaron "Jeringa" y "El
Piña" tras parear al 3º bis. *** Al final Enrique Ponce a hombros por la Puerta Señor de los Cristales.
Cali. Diciembre 29 de 2017. Plaza de
Cañaveralejo. 4ª de feria. Nubes. Casi lleno.
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