sábado, 7 de octubre de 2017

LEER UNA NOTICIA - Cuarenta olores

CARLOS RUIZ VILLASUSO

Me resisto a leer libros en una pantalla. Tengo los rincones de la casa llenos de eso que se llama libro, que se encuaderna, que tiene hojas que se pasan una a una, con sus líneas escritas, sus párrafos… la lectura huele. Nada que no deje olor en las yemas de los dedos, debería ser considerado como literatura. Casi nada lo es por dos cosas, porque aun siendo ficción lo escrito, no tiene esa calidad literaria. Y si la tiene y la lees en plasma, no huele. Leer Pedro Páramo en iBooks es como ver cine sin ir al cine. Aunque no lo crean, uno de los sentidos que acompañan a literatura leída para ser recordada, es el del olfato.

No todas las yemas de los dedos huelen a la misma tinta y de la misma forma. Mark Twain y Tom Sawyer dejaba un olor a cueva húmeda y a aventura, la tinta de las hojas del libro de Cooper, “El último Mohicano”, tenía olor a pintura de guerra de indios. Hace poco, “Balas de Plata”, de Elmer Mendoza, dejó en la yema de estos dedos que escriben, el mismo olor de la pólvora y jamás se irá de ellos el rastro que deja el olor de Cien Años de Soledad, que huele a literatura tropical. La literatura en libro huele a lo que huelen las lecturas de los ojos de cada edad. El periodismo también huele.

El periódico siempre dejó en los dedos el negro ceniza de la tinta, resultado de un trabajo de búhos en rotativa, final del proceso de un trabajo, el periodístico, que ha sido el baluarte de la libertad de los hombres, de la no ignorancia de los hombres. Los tiempos cambian y hoy la información galopa de forma real/virtual, unas veces de forma razonable y otras no tanto, unas veces de forma sensatamente opinadora y otra de forma irresponsable. Pero los vehículos de la ciencia de comunicar e informar son un salto hacia ser más libres. Si no se es ignorante. Si los dedos siguen oliendo a tinta.

Aplausos cumple cuarenta. Joven. Maduro. Pasar sus hojas tiene el sonido del periodismo de siempre y deja el olor a lo que huele este periodismo de siempre. La revista. En medio de tanta novedad y con la tendencia a insocializar la lectura (leer es un acto responsable y voluntario al tiempo que una necesidad casi espiritual) hacia redes, webs, blogs, etc..., cuarenta es un milagro. Por eso he de felicitar a los cientos que han hecho posible los cuarenta años y animo a socializar su lectura. Ir al kiosko, ese lugar donde hay hojas, encuadernaciones, revistas, diarios, periodismo, ocio, aventura… el kiosko es un lugar estrecho y hacinado donde cabe el mundo entero.

Me gusta ir a los lugares donde hay libros y no comprenderé jamás cómo la gente puede vivir sin leer. Se convirtió en una paradoja este país que ha dado a los más grandes escritores y al número de lectores decrecientes hasta hacer de España el país más culto que regresa a su máxima incultura. De todas las necesidades que pueda tener como hombre y ser humano, la lectura es la más inabarcable de ellas, insaciable, pues en una mente caben millones de olores que dejarán el rastro de los recuerdos que nos han ido dando forma y haciendo. Olor a fresa de los cuentos de príncipes de Green, olor a mar de los piratas de Salgari, olor a estrellas de Pearl S. Book, olor a silencio denso de Thomas Mann… Olor a lances y a campo y a olés de cuarenta años de Aplausos.

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