Aunque
en 1876 Chicorro fue premiado con una peluda, el marcador del toreo «serio» se
inauguró en 1910.
Vicente Pastor |
Mucho se discutió antaño sobre la concesión de la
primera oreja en Madrid. Escribe Antonio Díaz-Cañabate: «Durante toda la vida
de la plaza de toros situada junto a la Puerta de Alcalá, no existe ningún
precedente. Es en 1876, a los dos años de inaugurada la plaza de la carretera
de Aragón, cuando se da el primer hecho inusitado». Ocurrió con el tercer toro,
bautizado como «Medias Negras», berrendo en negro, capirote y botinero. Así lo
contaba Peña y Goñi: «Lo que hizo Chicorro con ese toro se necesita haberlo
visto para creerlo. Comenzó por dar el salto de la garrocha de un modo
admirable, se dirigió inmediatamente a cuerpo limpio al toro y le arrancó la
divisa en un recorte ceñidísimo, saliendo Chicorro enseguida a ofrecérsela a
los príncipes de Baviera, que ocupaban, con Alfonso XII, el palco regio...»
En medio del éxtasis colectivo, José Lara
«Chicorro» cazó al toro de un volapié tras pinchar en hueso antes. «El público,
fuera de sí y no sabiendo de qué modo había de colocar su entusiasmo a la
altura del mérito de Chicorro, pidió desaforadamente que el toro le fuera
concedido, y a ello accedió el presidente. El afortunado lidiador cortó la
oreja a la res y la mostró a los espectadores, que aplaudieron con frenesí,
consumándose de tal suerte un acto sin precedentes en estos tiempos en la plaza
de toros de Madrid».
Dos décadas después, en mayo de 1898, Leandro
Sánchez de León, conocido como Cacheta, se llevó las dos orejas del toro
«Calero», que «inopinadamente le concede el alcalde madrileño don Álvaro de
Figueroa, conde de Romanones», cuenta el Caña, que califica de «mediocre» a
Cacheta.
Tres años más tarde, en 1901, «el público
madrileño pide por simpatía y por seguir la broma las cuatro orejas de sus
bichos para el aficionado sevillano Francisco Serrano (Paco el de los peros),
que se despide en Madrid del toreo bufo, para volver a la venta de sus frutas y
verduras».
Fuerte polémica
Según la mayoría de historiadores y según relata
Cañabate en un artículo incluido en el Cossío, no es hasta el 2 de octubre de
1910 cuando «se concede en Madrid la primera oreja en toda la historia del
toreo serio; pues la de Chicorro, Cacheta y Paco el de los peros nunca han
contado en los anales de la verdadera tauromaquia». El primer galardón
verdadero fue para Vicente Pastor, que la consiguió con el cuarto toro de la
corrida, «Carbonero» de nombre, de la divisa de Concha y Sierra. Dicen los
textos que cuajó una gran faena a un animal que salió manso pero que embistió
luego bien. «La ovación que mereció su insuperable faena a Carbonero, valiente,
expuesta y perfecta, en vez de decaer, arreciaba en medio del entusismo del
público -señala Antonio Díaz-Cañabate-. El teniente de alcalde que preside la
corrida le concede la oreja del toro, trofeo tan desacostumbrado y nuevo que
inmediatamente da lugar a una fuerte polémica en la prensa». Tal fue la
división que algunos «llegaron a atribuir la concesión de aquella oreja a la
vecindad del teniente de alcalde que presidía la corrida con Vicente Pastor,
pues ambos eran del barrio de Embajadores, de la calle de Santiago el Verde. Y
el bueno del teniente de alcalde, por madrileño, tenía que ser pastorista...»
Anteriormente a este hecho, «espadas de la
categoría de Lagartijo y Frascuelo no obtienen ninguna oreja a los largo de
veinte años de intensa competencia». «Con esto queda dicho todo -subraya el
Caña-, no tanto sobre la dificultad de su concesión, cuanto a la ausencia de
esta costumbre».
Hasta que llegó la faena a «Carbonero» de Vicente
Pastor, que ya está escrito... Después, la segunda oreja «seria» se concedería
el 17 de mayo de 1911. El triunfador: Machaquito, frente al miura «Zapatero»,
con el que realizó una faena admirable rematada de un estoconazo. «Machaco” es
un gran torero,/ el rey de la valentía,/ con un volapié certero/ acabó con
“Zapatero”/ y con la zapatería», canturreaban. La tercera oreja la consiguió
Bombita el 14 abril de 1912 por su actuación con el toro «Judío», de Santa
Coloma. A partir de entonces, orejas y más orejas...
Según Cañabate, «la concesión de orejas ha
perjudicado notablemente a la Fiesta... Diremos que el mucho correr de una
moneda la desgasta y desprecia». / Diario ABC de
Madrid
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